elperiodic.com
SELECCIONA IDIOMA
Castellano
Per Ángel Padilla
Yo, animal - RSS

Reseña de la obra "De animales y clases" (Sylon, Viento Sur)

    FOTOS
    Reseña de la obra "De animales y clases" (Sylon, Viento Sur)- (foto 1)
    Reseña de la obra "De animales y clases" (Sylon, Viento Sur)- (foto 2)

    I

    En la introducción del libro "De animales y clases. Para una aproximación al animalismo desde el ecosocialismo", el autor (Juanjo Álvarez) explica los fines de su indagación: "pretendemos hacer política, en el mejor de los sentidos, y pretendemos hacerla bien, y eso implica hacer política científicamente informada". Lo juro, cuando leí esto pensé en una vaca entre los gruesos hierros oxidados de su encierro, con las máquinas de succión de leche encajadas en sus infectadas ubres, en ese espacio terrible, infamemente estrecho, para cada animal en toda nave destinada a la explotación animal, donde la vaca ni la vuelta puede darse. Pensé en su cabecita, en su terror, en sus a veces esperanzas (no basadas en nada pero producto de la mera subsistencia y supervivencia), e imaginé a la vaca escuchando esa prédica de Juanjo Álvarez. Estupefacta. Y no sabía si reír o llorar.

    Álvarez concluye el párrafo donde larga su seriosa y académica sentencia (ah, las academias, tan alejadas del valle!), con la siguiente, marmórea, para dibujarla también con un dedo en las nubes y puedan leerlo todas las chicas y chicos libres del mañana, como un chiste: "El animalismo sin política no va, ni irá en ningún momento, a ningún destino útil."

    Me hacen gracia todos estos teóricos modernos que ponderan como aspirantes a grandes filósofos en el Ágora griego. No hay nada más lejos de la belleza y de la humildad que nos confiere la animalidad verdadera (animales somos, mamíferos, los humanos, aunque llevemos jeans) que la ortodoxia de un pensamiento cerrado, en la sociedad humana actual, se entiende el saber científico, el empírico, como el más perfecto, en fin, un conocimiento irrebatible. La filosofía actual se cae a pedazos, como la ciencia y su extravagante afirmación de poseer la verdad, como una carpa, por encima de cualquier duda individual (las 'verdades' que posee, las atesora como las bases de nuestra visión del mundo, la ciencia contiene el Ministerio de la verdad orweliano, la historia también, y la filosofía, muchos más edificios actuantes para la "veracidad" de algo dicho, que las demás nombradas. (Cuando digo filosofía, digo pensamiento humano en amplio. Y más bien "rayadito", como con tripi.)

    En síntesis, no me parece, de entrada ni finalizando el libro, un trabajo humilde sino todo lo contrario, pondera el autor, y lo hace a lo grande. Trayendo a sus sentencias frases o pensamientos ya dichos por personalidades del pensamiento de la actualidad o antiguas, que no en pocas ocasiones coloca para confirmar su visión sobre tal o cual cosa el autor, con espátula grande y martillos.

    Vuelvo, para intentar un orden (no soy ordenado, soy libre, y por eso me confronto contra la forma -y casi todo el fondo- de este libro; y odio el orden porque es padre de todos los males, de la sociedad actual, en ella y hacia todos los mundos vivos; en fin, orden, sería "orden" entendido como orden por el humano y en beneficio de él, entiéndase entonces por qué rechazo ese 'orden'), a refutar drásticamente la afirmación del autor de que sin política el animalismo no va.

    Toda mi obra como poeta y novelista se confronta contra la política, en extensión, contra todo lo piramidal elevado por el humano, por los tiranos y por los cobardes que lo han consentido. Todo gobierno es malo. Toda política es un sistema cerrado de mentiras. Confiar en la política, hoy, con el calentamiento global y la crisis climática -la llegada, a todo trapo, como un tren sin maquinista de la sexta extinción masiva-, el problema más grave al que se enfrentó jamás la humanidad, y sobre el que la política mundial, después de múltiples reuniones de sus principales actores para llegar a acuerdos para atenuar (que no arreglar) el desastre que ya tenemos encima y que crecerá hasta destruir el planeta entero en poco tiempo, es ser uno de esos ciudadanos del lugar aquel donde los sacerdotes pedían alimentos y dinero para una enorme estatua que representaba, y era, un dios. Los ciudadanos dejaban alimentos y dádivas al anochecer y se retiraban a sus casas, habiendo pedido al Dios en cuestión milagros particulares o comunales. Entonces, en la cerrada y solitaria noche, de dentro del gigante engendro de piedra emergían los sacerdotes, cargaban con fruición todas las dádivas y las introducían en la estatua del dios. Un ciudadano que vio esto lo contó a los demás, pero los demás no quisieron ni oír, ni tan sólo reflexionar, sobre lo que aquel narraba porque nada podía ser distinto a lo sabido, experimentado y aceptado, durante años, cuestionar el orden de un gobierno, sea divino o humano, le costó a ese pobre diablo la vida, entre todos sus conciudadanos lo mataron y después siguieron, cada anochecer, llenando con sus ofrendas, sacadas de su propio alimento familiar y pobre pecunio, para el dios. Por el bien del pueblo, de todos, creían, se sigue creyendo.

    Sin dios no hay nada.

    Sin política no hay nada.

    Son frases que dicen lo mismo y son igual de vacuas y ridículas. Es más, no sólo es falso que sin política no hay nada, sino que la verdad es lo contrario. Sólo sin política comenzaría a haber algo.

    Añado que la lucha animalista es la primera lucha que asume que es apolítica, contrapolítica (tal y como yo la veo, no todos los animalistas lo ven así), pues los animales no humanos, los sujetos de nuestra defensa, son martirizados y asesinados cada día por mor de esa cosa llamada política, hija perfecta ejecutora del capitalismo, de la globalización, y de su hambre de sangre, muerte y dolor, que exprimidos dan... ¡dinero a espuertas!

    Es imposible olvidar que lo que da más dinero en el mundo es la droga y la trata. La trata de humanos y de no humanos. Sin esto, sin la droga y la trata, el capitalismo se desinflaría, moriría. Las mayores y mejores máquinas suyas pararían. ¡Eso no se puede consentir! Gritan cada día girando por la enorme mesa de reuniones para vigilar la narración del mundo los 27,2 grandes millonetis del mundo, con sus gorros de chistera alta cómica. El "coma dos" son los gramos sumados de las colas rojas de demonios de estos guionistas y quinquis del orbe todo.

    Incluso, diría, que la trata de animales no humanos importa más al capitalismo y a la globalización (la perfección total del diablo capitalismo) que la trata de humanos. Porque los animales no humanos se usan (mediante engaños de que sirve de algo) en las torturas innombrables de la vivisección, para justificar que la Sanidad "hace algo" y trabaja por mejorar su asistencia a los pacientes, léase el número creciente de fármacos, para seguir trabajando en cura más que en prevención, todo al revés, ya se ve, ¿y pocos nos damos cuenta? Como afirma Javier Burgos, el mayor experto actual antivivisección, si se trabajara en prevención de enfermedades en lugar de en la "cura" de ellas, realmente estaríamos ante una Sanidad digna y seria, y no lo contrario. Monos, perros, incluso caballos, billones de ratas, son despedazadas, quemadas vivas, envenenados, desmembrados, sometidos a las torturas más pesadillescas, sólo para justificar, como digo, que se está trabajando con "el material" que cuesta millones de millones de euros (los animales usados) para "el bien común". Ese bien común, tan blablableado, podemos epatarlo en cinismo al "Todos somos iguales, algunos más que otros", que aparece en "Rebelión en la granja".

    El autor del tratado "De animales y clases" parece haberse sumergido en ciertas lecturas demasiado periféricas al animalismo y los anhelos reales de los animales usados por el humano, y haberse precipitado para usar lo que le convenía, para asentar su deseo particular sobre el estado de cosas. Esto es, el autor sueña con un mundo concreto, donde la política siga rigiendo las vidas de todos, y para ello usa lo que comúnmente se cree una ciencia, el pensamiento científico (sonrío). Y me recuerda a los carnívoros que, conociendo el infierno animal, y deseando seguir comiendo carne, usan argumentos en defensa de su dieta del crimen con afirmaciones como la de que las lechugas también sienten o la de que siempre fue así -yantar carne-, porque científicamente somos seres carnívoros. El conocimiento científico es todo menos "científico", como el conocimiento histórico, está sujeto a constantes zozobras, zarandeos bruscos y retiradas de puntos de pies pegados con Loctite durante siglos, hacia otros lugares, ante la llegada de visiones de una sencillez abrumadora, que todo lo cambia. La ciencia sería como la visión que tienen unos primates desde su jaula en un zoo, explicándose "el mundo". Así, el humano. ¿Dónde está posicionado? Ni lo sabe. Y así la política, que es el arte de hacer como que se trabaja por un bien común. La política es, sin duda, un Sepe Vip, donde quienes votan dan la oportunidad a una banda de X personas para cobrar un sueldazo durante x años, y a continuación a otra panda. Es como lograr una beca, para hablar de todo un poco y sin fondo en el Parlamento, que es el circo moderno más lamentable a derruir -además de los templos-, una beca pagada por millones de personas para unas y unos pocos, elegidos. Y esto es verdad, tangible. No es como los elegidos por dios que ascenderán con él, a sus templos brillantes desde la putrefacción de la tierra, en la que creen los Testigos de Jehová. Nuestros elegidos bien trajeados, vivos, aquí como Pablo y Andrea, Julián y Pepita, se ríen grotescamente desde los estrados de buena madera brillantísima, y se atacan, y hacen chanzas, bromas que creen muy buenas e incluso cuentan chistes. Eso genera prensa y todos ganan dinero.

    Allí, en ese invento abyecto de la burguesía y la estupidez humana, y la cobardía, quiere meter el autor los asuntos de los animales.

    1. Animalismo y política son términos antagónicos (ya expliqué por qué). Animalismo equivale a liberación animal: los animales de vuelta de sus claustros a su mundo originario. Cuando hablamos de derechos de los animales creo se entiende que un pingüino no quiere poder votar, ni ir al cine, quiere estar en su hábitat. Que el pingüino esté en su hábitat sólo se logrará con impulsos humanos en revolución, física y a pie de calle, jamás en parlamento (humano y sólo para los humanos) alguno.

    2. Por encima de lo anterior, no hay tiempo para seguir hablando. Los animales requieren hechos. Como la crisis climática exige hechos. Hablar, ya se ha hablado harta el hartazgo, y para muy poco o nada (hablo en términos beneficiosos para el medio ambiente y los animales no humanos). A los animales no les queda tiempo, ni a nuestra Tierra, de que el humano en su totalidad evolucione y diga el eureka en que su mente se abra y se vote la liberación animal completa, eso no ocurrirá, ni a largo plazo ni mucho menos en el plazo en que se advierte, por toda la prueba y hechos que poseemos que atestiguan el vaticinio, por la hecatombe que como un dragón larguísimo nos va llegando a las metrópolis y a la puerta de casa, llega rápido y es un dragón de fuego que en su mente sólo tiene el pensamiento grabado desde hace siglos por el deseo humano desde la industrialización: "Destrucción, destrucción total". Un pensador prominente, terminada la revolución francesa, escribió un texto que se ha mantenido en el tiempo, en el que afirmaba, entusiasmado, que el progreso ya era un hecho, y que sólo se detendría cuando ya no queden recursos que arrancarle a nuestra tierra. Así lo dijo, y todos aplaudieron, porque pensaron que los recursos eran ilimitados (como poco en el lapso de sus vidas).

    Destrucción, expolio, desertización de la tierra, esquilmación de la Amazonía y los demás pulmones verdes más importantes de la Tierra. Las grúas no paran, el consumismo humano no para, la política refrenda ese consumismo, la política va de la mano de los ejércitos y de las guerras. Pero el autor dice que la lucha más libre y libérrima que ha nacido en el seno humano, el animalismo, o va de la mano de la política o no va.

    Este preámbulo tan largo de mi reseña sobre el libro "De animales y clases. Para una aproximación al animalismo desde el ecosocialismo" sirve para ser casi la reseña total en sí misma, porque confronto posiciones, la mía (que entiendo que es la del animalismo, y no la del animalismo como definición que el autor cree trata), contra la de un sistema "ordenado" de "buen vivir" de humanos y animales, que es lo que propugna el autor, quien se reconoce ecologista y que se ha adentrado en los postulados y el mundo animalista gracias al poeta Jorge Riechmann, quien ha escrito una sólida obra y mantiene una vivencia poética y vital antiespecista de importancia internacional.

    Según compruebo a lo largo de toda la obra de Juanjo Álvarez, como dije antes, el autor quiere encajar el marxismo, el sindicalismo, en la mente de un elefante y en la de una orca, y en la de una mariposa y en la de un lobo. No exactamente eso, pero sí realizando un giro "mágico". Sin duda, se dirá que focalizo todo el asunto en un punto: el mío. Que, como el autor de "De animales y clases. Para una aproximación al animalismo desde el ecosocialismo", pondero, pontifico, sentencio desde un radicalismo -se dirá, incluso, para mi parte, y desde un racionalismo aceptable, se dirá también, para el autor de la obra que analizamos.

    La razón, base de todo ese pensar científico que dice usar el autor, ha mostrado sobradamente cuán inútil es no sólo para las cosas de los humanos sino para todo lo que le rodea: basta mirar alrededor, cerca y muy lejos. Aquí está todo lo que desde su saber más amplio han hecho el hombre y la mujer, una devastación creciente en cuyo agujero caeremos todos. El autor cree pisar en firme y visualiza un futuro donde sigamos pisando en firme.

    Ahí la disensión con su argumento la del que este texto escribe respecto a la opinión del señor Álvarez: no hay un mañana, no hay siquiera un siglo adelante, sin desastre descomunal, o sea, sin vida.

    No hay tiempo, urge la acción y no la concienciación únicamente.

    Esto es lo que creo que el autor de esta obra no ha experimentado en el animalismo vivo, que el animalismo real -el activista, el que sólo cree en una cosa, la pura y dura liberación de todos los animales, sin caminos intermedios- opera fluctuante y renovando ideas para atacar un sistema que nos dispara a todos, muerte vasta busca. El animalismo, aquí, es la lucha, la conciencia a-social, antisocial, más avanzada, más "retrocedida" para bien, que se ha visto y se verá. Es lo justo. Después de siglos algunas y algunos nos dimos cuenta de que todo el devenir humano fue una estafa. Y que todo debate, en tiempos de los desastres cada vez peores y contenidos en un tiempo más sin descansos para tomar aire producidos por la alarmante crisis climática, es inane, no es deseable, en definitiva.

    En cuanto a la política que tanto invoca el autor, como pincelada traeré unas palabras de Greta Thunberg sobre la COP26, dijo que fue "un fracaso", esa cumbre de la ONU sobre el cambio climático fue, sin más, "celebración de dos semanas como siempre y bla, bla, bla" para "mantener todo como de costumbre" y "crear vacíos legales para beneficiarse a sí mismos". Y agregó: "Sabemos que nuestros emperadores están desnudos".

    La misma activista dijo, en entrevista para la BBC (octubre de 2022), que "si hablamos de aquellos que aportan soluciones, las personas que están a la vanguardia protegiendo el medio ambiente para que no sea destruido, principalmente los pueblos indígenas, si su trabajo fuera traducido en dinero serían las personas más ricas del mundo. Son los que más están haciendo por el cuidado del medio ambiente." Preguntada respecto a si entraría en política en algún momento, contestó: "No quiero entrar a la política. En primer lugar, no quiero hacerlo porque me parece que ese mundo es tóxico. Pero la razón principal es que los cambios necesarios solo vendrán si hay suficiente presión pública desde afuera, eso es algo que creamos en las calles."

    Es evidente que el autor de "De animales y clases" mezcla las dos definiciones importantes del concepto de política, 1) Ciencia que trata del gobierno y la organización de las sociedades humanas, especialmente de los estados; y 2) la toma de decisiones en grupo; en extensión, cada decisión que tomamos y afecta al resto de quienes nos rodean, en positivo o en negativo. (También en este apartado entraría la definición de política como la capacidad de una persona o un grupo de personas de influir sobre la voluntad de los demás aun estando en contra de su propia voluntad: aquí entraríamos en los manejos de las sectas y, de nuevo, en lo que es, y sólo eso es, la política: gobierno y coerción, coacción; tiranía de ideas y hechos.) Sin embargo, no soy de los que caigo en esa doble y diversa concepción de la política para hablar de la política parlamentaria, la del voto, como si fuera un acto natural de los humanos. Esa trampa la sorteé desde el principio en que me la quisieron colar. Un tío me dijo "eres la persona más política que conozco". A mi respuesta de que esa basura de la política, ¡lo más alejada de mí!", éste dijo: "¡todo es política!".

    Pues no.

    Política es: políticos, parlamentos, gobierno y gente votando. Lo demás es pensamiento crítico y libertad de acción. No mezclemos más, por favor, aquí van millones de vidas en juego, es bastante sucio mover las palabras para que según les incida el sol generen un efecto deseado por quien las articula. Todos los animales de esta tierra -incluidos nosotros los humanos- estamos atragantados de engaño.

    II

    Parecerá una contradicción, pero el libro me ha gustado mucho, de hecho, me lo he leído de una seguida, quizá en un día y medio de cogerlo y dejarlo. Está extremadamente bien escrito, es muy fresco y realmente ameno. Excelentemente construido, abunda en datos necesarios y nutricios para todo lector que desee saber qué pasa con el clima en relación con los animales no humanos y humanos, en términos de dolo para lo natural y para los bolsillos.

    En suma, para no radicales como yo (quizá esa sea mi falta, y el fallo de base a mi crítica a la obra que aparenta tan dura), que soy radical. Aunque entiendo el concepto de radical como lo natural. Salir de casa caminando es un asunto radical, y grave. Respirar es radical. Contestar al otro es radical. Luchar por la moral siempre es radical, de raíz. Porque lo que no es radical es pocoapoquista, falso, político. Tirar a la basura el antropocentrismo es ser radical.

    Entiendo que la obra, para quien crea en la política como instrumento necesario para cambiar el mundo, o al menos para coadyuvar a su cambio, esta obra es de las mejores que he leído, porque el autor tiene la osadía y el buen corazón de acercarse, como pocos, al medio ambiente y a los animales no humanos como un (casi) todo, uniendo las vidas de los humanos. No es trabajo simple, es muy delicado y complejo, asumo esa complejidad y por tanto entiendo esta obra como merecedora de mejores críticas que la mía, de personas que transiten por ese pensamiento del creer que la política no deba abolirse o borrarse del mapa, como yo lo creo.

    Que creo que, en conceptos psicoanalíticos, esta histeria social, que sólo lleva al autodaño y al crimen (nuestro cuerpo-casa-Tierra tiene los días contados por dañarla y dañarnos), sólo podría sanarse mediante la terapia del derrame: viendo el loco sus fantasmas, subir desde su inconsciente y bajo la luz del sol danzar. Así los conoce y los esquiva o los abraza.

    En mi concepto de "La Bella Revolución", cuya obra poética que patentiza toda mi visión avanza hacia una segunda edición, si nada falla, en distinta editorial que la que dio la obra a luz en su primera edición, entiendo un cambio, el necesario, radical. Hay que abatir al monstruo. Si el monstruo sigue durmiendo a nuestro lado por la noche, nada cambiará jamás.

    Mi visión poética consiste en que en un futuro muchas y muchos, que denomino "porfinllegados" y "porfinllegadas", abrirán todos los claustros, todos los lugares donde no entra el sol y opera la tortura (principalmente, a los animales no humanos, los más azotados por el sapiens vestido y soberbio, y lerdo hasta echarse a llorar).

    Cuando caminen, corran, vuelen a millones entre nosotros, entre las ruinas de un poscolapso, todos los seres que nos enseñaron a mantener en cárceles alejadas de nuestra vista, la humanidad convertida desde sus inicios industriales, capitalistas, políticos, globalizadores, en el peor y más destructor de los fascismos, tendrá su merecido poético. Será la educación. Entonces sí. Con hechos, con ejemplos. Una imagen vale más que mil palabras.

    Si no vemos la sangre en nuestras manos, no creemos en esa sangre.

    Al hilo de esto, el autor destaca datos escalofriantes por lo reales en su obra "De animales...":

    "La industria cárnica es el cuarto sector industrial de nuestro país, sólo por detrás de la industria automovilística, la industria del petróleo y combustibles y la producción y distribución de energía eléctrica. Nuestro sector, formado por mataderos, salas de despiece e industrias de elaborados, tiene un tejido industrial constituido por unas 3.000 empresas, por toda la geografía española, especialmente en zonas rurales. Aunque una parte significativa del sector son pequeñas y medianas empresas, esto no ha impedido el paulatino desarrollo y consolidación de grandes grupos empresariales, algunos de ellos líderes a escala europea. La producción conjunta de todas estas empresas hace que la industria cárnica ocupe con diferencia el primer lugar de toda la industria española de alimentos y bebidas, representando una cifra de negocio de 26. 207 millones de euros, el 22,1 % de todo el sector alimentario español.

    Esta cifra de negocio supone aproximadamente el 2,2% del PIB total español (a precios de mercado), el 13, 8% del PIB de la rama industrial y el 4,2% de la facturación total de la industria española. [...] Un dato muy relevante es que el pasado año la industria cárnica exportó más de 2,35 millones de toneladas de carnes, despojos y productos elaborados de todo tipo, repitiendo prácticamente los 6.000 millones de euros vendidos en marcados de todo el mundo, con una balanza comercial muy positiva del 528%."

    Con estos datos de ganancia con la trata y esclavitud de los animales no humanos, se entenderá, visto, a la vez, el creciente vigor del veganismo y su visibilidad en la sociedad española y ya cada vez más en sus medios, normalizado, cómo las marcas de explotación animal crean anuncios donde sus esclavos y esclavas animales aparecen caminando en valles libres esplendorosos entre los ganaderos, como familiares plácidos y bienamados. Anuncios televisivos falsos hasta la médula. Es como si los nazis hubieran emitido anuncios de judíos en los campos de concentración jugando a la pelota con los SS, durmiendo en camas limpias, con sus aspectos salubres y sonrisas hacia la cámara con todos los dientes en la boca. La herramienta de la propaganda emplea millones de euros para falsear el horror, que es atroz. Falseado el horror, resulta más horrible aún. Pero todavía mucha gente les compra esa imagen idílica irreal, para calmar sus conciencias. Juegan con eso.

    Al fin, mentiras contra la verdad. Que la verdad es sólo una. Nadie quiere estar encerrado y todos los que estas líneas leemos queremos nuestras vidas, que éstas, como por un birlibirloque, no pertenezcan a nadie más que a nosotros.

    "De animales y clases" nos recuerda que el animalismo no será una lucha fuerte hasta que no acoja, y de verdad, la lucha ambientalista, el ecologismo vegano (hasta la fecha, el ecologismo es aquella ciencia que pide respeto a la naturaleza en función de lo que reporte de beneficios al ser humano, cumbre de la existencia en esta tierra, con derecho a comer carne, eso es el ecologista normal). Sólo hoy avanza un ecologismo, ambientalismo, vegano. Como el de Greta Thunberg y otros niños y jóvenes, en ellos está la esperanza. Nosotros sólo abrimos camino, como podemos. Pero con certezas, por favor.

    En toda la obra tratada gravita la antigua y falsa idea de que el humano es superior al resto de los animales, gravita la idea antropocentrista, y eso atraganta un poco.

    Para el psiquiatra Francisco Alonso Fernández (expresado en su obra El talento creador), la inteligencia es la capacidad de un individuo de resolver los problemas en la forma más sencilla y eficiente. En este sentido, el resto de los animales nos llevan distancia, y de largo. Y nosotros, con nuestros hechos, somos la vergüenza absoluta en este mundo de lo vivo y lo inocente. Superiores ¿en qué? Desde luego, en capacidad de inventar instrumentos de destrucción y de ser los animales más retorcidos y profusos en el uso de la mentira.

    Elperiodic.com ofereix aquest espai perquè els columnistes puguen exercir eficaçment el seu dret a la llibertat d'expressió. En ell es publicaran articles, opinions o crítiques dels quals són responsables els mateixos autors en tant dirigeixen la seua pròpia línia editorial. Des d'Elperiodic.com no podem garantir la veracitat de la informació proporcionada pels autors i no ens fem responsables de les possibles conseqüències derivades de la seua publicació, sent exclusivament responsabilitat dels propis columnistes.
    Pujar