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Per Ángel Padilla
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Me gustas cuando votas, porque estás como ausente

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    Me gustas cuando votas, porque estás como ausente- (foto 1)

    Allá van, los ciudadanos, los demócratas -así se llaman, no miento-, a ejercer lo que llaman su derecho: el voto.

    Eso es, votar. Decidir qué persona va a dirigir sus destinos los próximos años. Como suena.

    Una persona y su equipo de subalternos, decidiendo sobre las vidas de toda una nación, y no por imposición, la de una invasión, expolio, guerra, uso de estupefacientes en el aire (bueno, de eso algo hay, seguro), y esa persona ejercerá ese derecho de mando y decisión "legítimamente", porque una mayoría de los nacidos o residentes con papeles con que dicha Nación les permite residir allí, han señalado con su firma su nombre, porque lo que ha prometido que haría dicho personaje político con el dinero común, de los vecinos de esa nación, les ha gustado. Y han creído en ello, que lo hará, lo prometido.

    Esto que acabo de decir, en cualquier otro planeta o mundo inteligente, lo primero que hubiera despertado sería una carcajada enorme en el lector o escuchante. La inteligencia conlleva un alto grado de dignidad, de individualidad, de suficiencia, de inviolabilidad del yo ni de tu casa, donde uno decide sus cosas en un albedrío libre.

    Después de una larga risa, cualquier ser inteligente -hablo no de lo conocido por inteligencia en nuestra cultura, claro, sino de una más preclara, más abierta, no constreñida ni atada por unas "certezas de ciencia" epocales ni cobarde- diría que si lo que he dicho es ficción o hablo de un lugar real, que existe. Le diría que sí, en la Tierra, en sus territorios delimitados por fronteras y llamados países. Seguro que me dirían, esas y esos pensadores reales, que si eso es así, realmente, es porque estamos ante personas cuya mentalidad no les ha madurado en una visión clara y noble, severa y abierta, de la vida, que les azota alguna tara, ya sea la nombrada infantilidad, llámesele inocencia o idiocia, o que están tronadamente locos.

    Pero es así, y es así aquí porque vivimos en una secta destructiva llamada "Cultura" y llamada "Sociedad". Los clichés inoculados desde el nacimiento es que si no hay pastor las ovejas se dispersan y se genera el caos. Los expertos en sectas destructivas coinciden en que cuanto más tiempo se repita una mentira a los seguidores o adeptos, y dentro de un ambiente sin oxígeno del exterior (he ahí una ciudad moderna, con los medios de comunicación asfixiando cabezas), menos se ve la realidad y menor capacidad de decisión y de pensamiento crítico se posee; esto es, el pensamiento crítico muere con el dogma, con el pensamiento único repetido con tam-tam desde que comenzamos a andar, estornudando y enfermando cuando comienzan a darnos leche de otros animales, nosotras/os, los únicos animales que siguen mamando después del destete hasta el morir. Sólo ese hecho, truculento y cruel -por el uso para esta locura de vacas reas- ya bastaría para definir la locura humana, su infantilidad, su no crecimiento hasta día de hoy mental, ante una visión realmente abierta.

    Tanta filosofía, tanta pensadora y pensador, poesía, artes, revoluciones... Y seguimos con muñequitos de guiñol gesticulando en la tele (políticos) en una parodia insoportable. Pero estimo que el quid para entender esta situación reside en que vivimos en una penitenciaría, o en varias, amplísimas, naciones con sus torreones y vigías, concertinas en calles y dormitorios, en pensamientos, los de todos.

    Uno entra de incógnito en una arenga de Nueva Acrópolis o en cualquier iglesia Evangelista y se queda loco, sales flipando de las cosas que de dicen y en lo que creen. ¿Cómo puede llegar tan gran número de personas, ya adultos y se supone conscientes, a hacer las payasadas que les piden esos líderes de fe? Se denomina al "artefacto": persuasión coercitiva. Es el fenómeno que llevó en la masacre de Waco, un micromundo gobernado mentalmente por un pobre hombre, un loco histérico al que le seguían cientos de personas que acabaron muriendo -asesinadas- por haber ido a caer en ese tam tam del rollo que soltaba el hijo de su madre de Jim Jones.  

    Si cuando esas personas aún vívían esos desdichados idiotas que cedieron sus vidas a los delirios de un imbécil, a ellos y a sus hijos, si esa historia crítica de Waco se repitiese y se diera la oportunidad a los habitantes de dicho condado que parece de ficción, de decidir entre Jim Jones y cualquier otro, para gobernar con una fe de los cielos Waco (es improbable, lo sé, en las sectas no se permiten cambios de mando), los secuestrados de ese lugar votarían entre uno u otro, según creyesen que tal o cual con su fe más certera los conducirá a una mayor senda de luz blablá.

    Efectivamente, estoy diciendo lo que parece: que toda la política es un acto de fe, que no es más que un adoctrinamiento el hecho de creer en que deba haber gobiernos, nacemos todos en un condado, ya viendo que hay "jefes" y "líderes" y asumiéndolo en un "silencio de los inocentes".

    Escuchamos los gritos de los asesinados, pero se nos adoctrina a cantar cuando esto ocurre, más alto el canto que los gritos.

    Qué imagen más hermosa sería la de esa gente que murió con sus hijos, renaciera, en el instante anterior a que Jones les pidió se quitaron la vida o con sus más fieles los mató, escaparan de ese pequeño condado hacia cualquier lugar de esta vida, que es mucho más grande, y verdadera, que todo aquello en lo que creían. Que recrease esa escapada hacia la realidad y a una nueva oportunidad de vida nueva y cierta uno de nuestros pintores o pintoras actuales realistas, sería un cuadro para echarse a llorar de dicha y emociones.

    Nos dirían, a los meses o años cuando ya estuvieran desprogramados, que no sabían cómo ocurrió todo y que, en retrospectiva, lo ven todo horroroso e increíble, haber caído tan bajo.

    Eso pienso yo, que estoy rodeado de personas sectarizadas, con el cerebro lavado. Y sé que es absolutamente cierto. Causa horror. Pero es real.

    Que este mundo está gobernado por unos pocos y millones lo aceptan y encima les dan su visto bueno con un cliché asumido denominado "democracia".

    Y mientras tanto todo lo bello, real e inocente siendo pisoteado, robada su libertad. Mientras los locos de la cueva de Platón seguimos gritando, ya casi sin voz, que afuera hay luz, otro mundo, otro lugar, arañando esta pared con los dedos rojos de sangre, mientras son los demás los que se ríen a carcajadas de ti cuando dices lo que dices, y por su culpa todos andamos en oscuridad.

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