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Per Ángel Padilla
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Por qué los ganaderos tienen pánico al veganismo y a los veganos

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    Por qué los ganaderos tienen pánico al veganismo y a los veganos- (foto 1)

    El veganismo viene a revolucionar el mundo. Entre otras cosas, dejará sin trabajo a los explotadores de animales.

    Las revoluciones son como tifones que ponen todo patas para arriba y cambian muchas cosas, por eso la gente, que tiene miedo al miedo -mis coetáneos son educados para vivir con miedo, y así nacen y así mueren-, se persigna ante algo que venga de la mano de cambios, y si tales cambios son profundos, entonces tal o cual idea que prometa una evolución a cambio de soltar lastre de privilegios, deberá ser -así piensa el Capitalismo y así se confrontan contra todo cambio que ponga en peligro el movimiento de sus máquinas- atacado, demonizado, ridiculizado, ninguneado.

    Así se hizo ante las primeras sufragistas feministas, que en los periódicos aparecían como histéricas en viñetas realizadas por machistas profundos para una sociedad, la de esa época, que no quería cambios, que prefería -como siempre ocurre y ya se ha dicho- dejar las cosas como están, aunque estén mal. Porque los cambios no gustan, al humano, con su miedo de la mano desde el nacer, le producen urticaria, malos sueños y muy mala uva.

    Los primeros antiesclavistas contra la explotación humana racista en las plantaciones de algodón no fueron recibidos, sus ideas, con simpatía. Hubieron de recorrer un largo tramo que duró medio siglo en que fueron frontalmente atacados, con intentos torticeros pero desde medios con mucha expansión, revistas, diarios, radios, desde donde se mentía sin cesar para desmontar la idea de que los esclavos estaban maltratados en las Indias (y que era falsa la noticia de que en sus viajes en barcos desde África a América eran sometidos a un hacinamiento de tortura en insalubres bodegas, con poca o nula alimentación y agua) como decían esos primeros cuáqueros que hablaron de libertad para todos los humanos, incluso para los de otro color de piel, pues el color de piel no permite a unos ser propietarios de las vidas de otros, como al final se asumió después de una larga pugna de mostrar la verdad de la explotación de hombres y mujeres en los terribles campos de algodón de largas horas al sol, mentiras y mentiras se publicaron para opacar y cubrir la verdad de que los individuos de piel clara no son mejores que los de piel oscura y que un tono de piel no otorga privilegios sobre otro tono de piel distinto (qué absurdo suena todo esto).

    Algo tan sencillo hubo de pelearse durante el medio siglo que duró la admirable pugna antiesclavista negrera.

    Y aún, para como va de lenta la evolución mental respecto a los clichés heredados de la humanidad, constituyó una victoria rápida, no obstante los esfuerzos fueron ingentes, devastadores para los y las activistas que dedicaron su vida a lograr la declaración de hombres y mujeres libres para esos desdichados. La activista antiesclavista Elizabeth Heyrick murió solitaria y encerrada en su casa aquejada de una fuerte depresión sin poder ver el sueño de la conclusión de la lucha por la que vivió, con encono apasionado: ella fue una de las más duras y relevantes defensoras de la liberación de los esclavos, pero para YA. Al contrario que los primeros antiesclavistas, que poco a poco se fueron agotando y doblegando a una liberación progresiva, los vientos inquebrantables y firmes como columnas de Heyrick, junto a las comisiones de mujeres antiesclavistas, pidieron y lograron la liberación para YA.

    Desde el animalismo muchas y muchos venimos exigiendo la liberación animal inmediata, para YA (Véase, en mi trabajo literario, el libro "La Bella Revolución" (Amargord ediciones 2022). Aunque somos los menos, porque la mayor parte de las personas que dicen luchar por los animales son "pocoapoquistas" y se conforman con migajas, pequeños avances, realizados por políticos (para colmo), creen en la política como elemento central de los cambios, y creen que la liberación animal total no se puede conseguir, por tanto -se dicen-, luchemos por mejoras en las vidas (¿vidas?) de los reos.

    Esta es la situación. De cualquier forma, me centro en lo que molesta y no deja dormir a los verdugos y mercaderes que viven del sufrimiento animal, ganaderos, gente del Circo, vivisectores, dueños de hípicas, gente del (anti)mundo taurino. Nos temen, a los animalistas, pero temen aún más a los veganos. Ellos -y aún más que los mismos animalistas- saben cuánto daño les puede hacer ese movimiento que tomaron primero a chiste, luego venido de una panda de hippies y ahora saben y reconocen que tiene raíz sólida y que les puede, y les está haciendo, mucho daño.

    Una manifestación de animalistas pidiendo pacíficamente que terminen las corridas del toros alegando maltrato animal, no hace casi daño. Forma parte, como quien dice, del folklore de la misma (asquerosa) fiesta, los taurinos y los antitaurinos, parece ya hoy que taurinos no serían lo que son sin los antitaurinos; son felices los toreros cuando son llamados a televisiones para llevar a cabo absurdos e innecesarios debates sobre si sí o si no a la tauromaquia. Como por sentido común es que No, no veo qué siguen haciendo supuestos animalistas enredándose en debates de este calibre, tan bajuno; es igual que si se debatiese en un canal nacional si feminismo sí o no, o si racismo sí o no, y por qué, blablá.

    El veganismo, como corazón del asunto de todo lo hablado, viene a boicotear, y gravísimamente. de la forma más sencilla el negocio de la trata y tortura de animales, señala al especismo como el peor de los azotes desde el humano al universo vivo (del especismo viene también el mal trato a la tierra y la crisis climática), y con lo simple del acto de coger unas cosas para la cesta de la compra en lugar de otras, estamos tumbando unas industrias que creían que iban a vivir ad infinitum de la angustia, dolor y esclavitud perpetua de los animales.

    Es tal la ofensiva que los veganos lanzamos contra ganaderos y explotadores varios de animales en nuestro simple acto de no consumir los "productos" de sus crímenes, que desde ya hace años han puesto en marcha la misma maquinaria de propaganda (de relatos falsos) que pusieron en su tiempo aquellos que veían perderse sus privilegios a marchas forzadas por el sumidero de los días, y rápidamente. ¿Qué propaganda proyectan los verdugos de animales, los ganaderos, los vivisectores, los tratantes de vidas inocentes que, aunque ellos crean que lo tienen, no tienen derecho alguno a poseer como si fueran suyos esos seres, aunque la legislación actual humana se lo permita -porque la ley natural, que es aepocal, por mero sentido común, los señala como asesinos en masa-?

    En la televisión cada vez vemos más anuncios de industrias lácteas, de carne, de "embutido", etc., donde se muestra a vacas, cerdos y otros animales espaciados en verdes valles y con la familia de ganaderos, incluidos niños, acariciando a los animales, relucientes y felices. Vacas y niños y ganaderos mayores, una gran familia bien avenida.

    Publicitan yogures, quesos, leches, "jamones", mediante una voz en off que los califica como provenientes de bienestar animal. Tal se diría que el "embutido" se les ha arrancado del lomo a los animales como un cacho de celo a un rollo de celo, se quita un poco y el celo queda listo para más. El cerdo sonríe, y le crece otra vez la parte del lomo quitada. Y todo con caricias, y no duele. (Maldita sea, cuando uno quiere ser engañado, las mentiras más viles le sirven.)

    Así que es FALSO y lo saben, que pueda existir ningún tipo de bienestar en la cautividad, en la esclavitud, en la tortura cotidiana de los animales troquelados y hacinados para ser convertidos en picadillo. Pero la proyectan, esa ilusión, para quien come carne y no quiere dejar de hacerlo. Aquel y aquella que celebran estos anuncios porque quieren creer algo que sospechan o directamente saben que es mentira, que faltan a la verdad: porque ningún animal destinado a la (antinatural) alimentación humana, vive libre, todos están encajonados, todos están enfermos, hipermedicados para que no enfermen más y "no sirvan", son golpeados para que pasen de un lugar a otro del estrecho lugar que les corresponde particularmente en las naves atestados de reos animales que sólo saben de los demás por sus gritos y lamentos. Esas vacas que acarician los de la leche Pascual permanecen encadenadas entre estrechos hierros, no pueden darse ni la vuelta y viven sin ver el cielo ni el sol, jamás. Gélidas y torturantes máquinas de extracción de leche encajadas en sus ubres, hacen que las ubres se infecten por las heridas, por ello y por muchas más afecciones y enfermedades resultantes de la reclusión torturante, los antibióticos son constantes y a puñados suministrados a estas pobres vacas que cuando paren se les arranca desde el primer instante a sus hijos, cuya leche es de ellos. Esos hijos, los terneros, serán destinados a otras torturas para lograr una carne final gustosa para el consumidor, no tendrán luz de sol en absoluto, vivirán encajonados en penumbra y con alimentación pobre en hierro para conservar ese color pálido de la carne "tierna" que tanto gusta al consumidor, que no piensa que come restos de unos niños que fueron arrancados a mugidos, gritos y lágrimas de dolor inconsolable de sus madres, a decir verdad cuando se les dice a la mayoría de los consumidores de estos horrores, confiesan que no les importa. Son muchos los que echan chistes de "qué bueno está el pollo, qué bueno está el chuletón".

    Toda caja de leche sea de la marca que sea es sangre y dolor envasados.

    Ahora entre el mismo animalismo (y los ecologistas no animalistas -la mayoría) separan un fenómeno nuevo, el de las macrogranjas, de las de siempre, sólo porque son más grandes, les confieren poderes más maléficos. Eso sí, para el medio ambiente. Pero si calculamos el daño que hace al medio ambiente una macrogranja, y sumamos el que producen cuatro o cinco granjas de las normales, estamos en las mismas. Se pide, exigimos, el cese de todo tipo de explotación animal, de todo tipo de ganadería, incluso el de aquellos animales que dicen que son eco. Que van por prados. Porque primero, es falso, y de ser cierto, estaríamos en lo mismo: los animales no son propiedad de los humanos, no deben serlo. Y después, ¿vivieron como se dice en lo eco en mejor forma que aquellos que no son eco? Pero (asumiendo esa mentira, que muchos jamás asumiremos como verdad, de una vida digna para los animales reos) ¿cómo mueren, tales animales eco? ¿A besos?

    Idiotas e idioteces aparte, el consumo de carne, con el empuje de la verdad expandida cada vez más por nosotras/os las/os veganas/os por el mundo, se ve comprometido con los nuevos productos que surgen en el mercado como sustitutos de los que los mercaderes especistas y esclavistas arrancan a los animales que revientan sin una gota de piedad: productos veganos de todo tipo, cada vez hay más surtido en el mercado. Respecto a las leches, hay leche de almendras, de arroz, de avena. Sanísimas y libres de crueldad animal.

    Respecto a la "leche", una cosa es tomar leche de almendra, por poner un ejemplo. Que es un alimento vegetal rico en nutrientes. Otra, tomar leche de vaca por la absurda creencia de que le es necesario al humano. Digamos, aunque nos repitamos con esto siempre, que el humano es el único animal que después del destete sigue tomando leche. Directamente es un mamón, y a costa de animales torturados.

    El consumo de legumbres, verduras, seitán, tofu, semillas, pastas, arroz... en fin... se podría decir que hay tanto donde escoger para realizar comidas sabrosas y sanas libres de crueldad como del abanico de oferta de amputaciones y resultados de los crímenes en masa producidos en connivencia por los consumidores especistas y los verdugos y mercaderes de animales inocentes que por nacer en una nave industrial de una marca, no pertenecen a esa marca ni a sus dueños. Porque cada vida pertenece a su portador. Cada individuo nace con una vida, y nadie tiene derecho a secuestrar, desde el nacer, a otro individuo en esta tierra. Si crees que sí se tiene derecho, busca en el diccionario la palabra especismo.

    Como decía al inicio, los ganaderos temen que van a perder puestos de trabajo, sus industrias al final y que sus negocios corren serios peligros, con el avance y crecimiento imparable del veganismo, y están en lo cierto.

    Tienen la oportunidad de adaptarse a los tiempos, como hicieron los tratantes de esclavos negros, como hicieron los trabajadores cuyos empleos perdieron al abolirse las ejecuciones públicas: los verdugos. Es inevitable que los empleos se pierdan cuando se producen cambios relevantes en hábitos y costumbres humanos por el empuje de un avance mental colectivo.

    El veganismo ha venido para quedarse, para expansionarse por el orbe masivamente. Léanlo los esclavistas de animales varias veces. Añado, como dijo Jesús Mosterín, que la lucha por los derechos y la liberación animal y por la Tierra es la más importante de todos los tiempos, su envergadura es tal que, comparada con ella, los demás problemas palidecen como provincianos e insignificantes.

    Avanzamos, tumbándolo todo. Y por supuesto, tratantes de animales, perderéis vuestro trabajo. Es de lógica. Un trabajo indigno, anoto, ¿no creéis?

    Se dirá alguien: ¿había que seguir con las ejecuciones públicas sólo para que los verdugos no perdieran sus empleos?

    ¿No liberar a los esclavos de las plantaciones por respetar que no se produjeran las grandes pérdidas que la industria descomunal que ganaba de esa azúcar salida de sudores de sangre, no se produjeran?

    ¿Merecen los ganaderos y demás explotadores de animales hablar de pérdidas masivas de puestos de trabajo de seguir creciendo la demanda vegana y no caníbal y ser tenidos en cuenta?

    No. Por supuesto.

    La ética va primero que todo. El movimiento de drogas por el mundo procura -se podría decir- muchos puestos de trabajo. ¿Entonces?

    La respuesta es clara.

    Los ganaderos están asustados, las familias ganaderas están acojonadas. Tuvieron un respiro con eso de "bienestar animal, certificado de bienestar animal", era tan sencillo como decir: en mi empresa se respetan las normativas europeas con los animales, y ya en los anuncios, desde hace muy poco -como he dicho-, anuncian: "¡Con certificado de bienestar animal!", calman al cómplice del crimen en masa de los animales esclavos y prosiguen por un tiempo su misma acción diaria, y tal parece que ellos mismos se creen que algo cambió en su hacer, que siempre es aberrante.

    Pero ni con esas, ni con la farsa del certificado de bienestar animal.

    Venimos a tumbaros vuestras empresas, venimos a que os quedéis sin trabajo, y nos importa una mierda cómo queden vuestras vidas. Porque nuestro interés es liberar de inmediato a las víctimas, como es de lógica. Muchos animalistas probablemente cristianos o budistas o que leen libros de autoayuda o new age pedirían ayudas para estas personas, que no se queden sin nada.

    Que se van a quedar sin nada. Eso es un hecho.

    En mi caso, han hecho tanto mal, han sido tan criminales y repulsivos que no creo que deban quedarse en la más mísera ruina sino que deberían ir a la cárcel (con el tiempo, si el mundo aguanta, lo que hoy hacen estos mercaderes sería condenado con cárcel), o mejor aún, deberían morir como hacen morir a decenas de miles de animales sin sentir remordimiento alguno.

    El criminal en masa es repudiado por esta sociedad antropocéntrica, como dicen en América, la comunidad no acepta a estos monstruos e incluso se pide la pena de muerte para ellos.

    Por mi parte, ya digo, les deseo que sigan cagados de miedo ante nuestro empuje que aplastará su repulsiva forma de ganar dinero y que la vida les traiga -sé que no podrá ser, pero por desear...- las mismas situaciones de horror y dolor extremo que ellos han propiciado sin temblarles las manos un ápice a tantos animales.

    Deseando la ruina absoluta a todas las marcas y familias de ganaderos y explotadores de animales, despido este artículo con un ¡Go Vegan!

    ¡Ganadero, jódete, tu peor pesadilla se hizo realidad!

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