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Per J. P. Enrique
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Trump y Bolsonaro / Constitucionalismo manipulado

    Trump y Bolsonaro, Bolsonaro y Trump se acaban de reunir  para hacer un pacto “por las libertades”. Unas libertades que tratan de enviar a Europa a través de Banon.

    Me pregunto de qué libertades hablan y me respondo:

    -Por la libertad (la suya)  de vetar a periodistas de ciertos medios  que temen puedan hacerles preguntas comprometedoras.

    -Por la libertad  para destinar grandes partidas, en sus presupuestos, para la compra de armamento.

    -Por la libertad de rebajar los impuestos a los más ricos.

    -Por la libertad de quitar recursos y competencias al Estado, dejando que todo lo resuelva la iniciativa privada.

    -Por la libertad de mostrarse como fervorosos creyentes  aunque  sus vidas estén alejadas de los principios de la moral religiosa.

    -Por la libertad de destruir, uno la Amazonia y el otro Alaska, y por reírse los dos del cambio climático, despreciando los estudios científicos, como los ignorantes disentían de que la tierra fuera redonda.

    -Por dar libertad a sus ciudadanos para comprar armas y que  las utilicen sin ningún control, apelando al derecho a la autodefensa.

    -Por la libertad de rechazar políticas sociales que mitiguen los desequilibrios que ocasiona el mercado.

    -Por la libertad de exhibir patriotismo y bandera como estandartes de los que se apropian para difundir su ideología ultraliberal que, para ellos, forma parte del orden natural.

    -Por la libertad de despreciar a los organismos internacionales como la ONU,  el Tribunal de la Haya,  etc.

    -Por la libertad de perseguir a los inmigrantes y criminalizarlos.

    Entre ambos personajes me quedo con las palabras de Jacinda Ardern, la primera ministra de Nueva Zelanda, que tras el monstruoso atentado sufrido en una mezquita en su país, ante la pregunta de Trump sobre qué ayuda podría ofrecerle EEUU le respondió: “Simpatía y amor por todas las comunidades musulmanas”. Aunque hablar de amor hacia los desfavorecidos a un  xenófobo como Trump es hablar de un sentimiento que no habita en él.

    El mandatario estadounidense va creando escuela y ya la tiene también entre nosotros. Su discípulo más aventajado es  quien admira aquí ambos personajes y denosta  lo público, aunque venga de llevarse de lo público 82.491 euros presidiendo la Fundación para el Mecenazgo y el Patrocinio Social, una empresa pública  creada por Esperanza Aguirre para tenerle contento a costa de regalarle 183.600 euros del dinero de todos los madrileños para que no promoviera absolutamente nada y luego se dedicara a la conocida práctica de recibir donativos de empresas e ingresarlos utilizando testaferros para su lavado. Una práctica ilegal que copió de los que antes fueron sus compañeros de partido.

    Por contagio de esos principios hoy asistimos en España al espectáculo de ver a tres partidos compitiendo por quien es más antisocial, más racista, más ultraliberal, más españolista, más anticatalán, más patriota, más anti ley de violencia de género, más anti Ley de Memoria Histórica, quien ofrece las mayores rebajas en impuestos, quien aplica el 155 más duro y quien está más dispuesto  lavar y dar brillo al franquismo y al nazismo.  ¿Dónde están el centralismo, el sentido común, el diálogo, la negociación, la serenidad y la lógica?  Es evidente que Rajoy fue un moderado.

    Para lavar todos esos principios e intentar ganar algunos votos, en breve veremos a los nuestros, bien trajeados,  con un cirio en la mano acompañando a alguna Virgen Dolorosa, mostrándose como fervorosos creyentes cristianos ¡hipócritas! en las procesiones de Semana Santa.

     

    Constitucionalismo manipulado

    Hay partidos  que repiten hasta el cansancio lo de que son constitucionalistas y lo repiten una y otra vez como bandera contra los catalanes y vascos  con ideología separatista. Esos partidos defienden la constitución que habla de la unidad de España como algo sagrada que hay que defender con todos los medios.

    Son los mismos que, con aquel que se hacía llamar generalísimo, no dijeron nada cuando España tenía como provincias  a Guinea Ecuatorial y al Sahara, y se perdieron. Y la unidad de España se resquebrajó a pesar de tanto himno, tanto viva España y tanta bandera en la solapa y en el balcón.

    Tienen razón cuando leen en la Constitución que  España es una nación. Así lo dice el Art. 2, un artículo que tiene una segunda parte en la que se habla de que la Constitución “reconoce y garantiza el derecho a la autonomía de las nacionalidades y regiones que la integran”. Curiosa segunda parte que los autodenominados constitucionalistas obvian cuando reclaman quitar competencias a las autonomías y hasta suprimirlas.

     

     

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