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Per J. P. Enrique
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El liberalismo guarda silencio al pasar el virus

    Hace escasos meses, los economistas defensores del liberalismo a ultranza exponían con fogosidad sus teorías de que la riqueza y los puestos de trabajo los crean la iniciativa privada, que el Estado es poco menos que un estorbo y que no debería intervenir para que fuera el mercado el que  por sí solo regulase los excesos.  La teoría defiende que los impuestos  bajen para incentivar la inversión. El dinero -dicen- donde mejor está es en manos privadas. Los empresarios con  el incentivo del beneficio crean empleo y el país crece, aumenta el PIB  y  la riqueza llega a todos. Nada de subvenciones, nada de subsidios a los parados.

    El máximo exponente del neoliberalismo fue Milton Friedman que aplicó sus teorías con toda su crudeza en Chile con un dictador en el poder que le facilitó  las cosas. Allí  se privatizó todo, hasta las pensiones pasaron a manos privadas y el Estado se ocupó tan solo de facilitar la inversión privada. Fue un milagro económico… pero sólo los primeros días.

    No hace mucho tiempo leíamos manifiestos de los defensores del liberalismo  hablando de “disminuir de forma considerable el peso y las competencias del Estado y de las demás Administraciones Públicas dando entrada al mercado la provisión y producción de bienes y servicios de bienestar social”  se decía literalmente en un escrito firmado por cien economistas, entre ellos,  Juan Ramón Rallo, conocido por defender sus ideas en platós de televisión.

    Daniel Lacalle, otra cara conocida de los medios de comunicación lleva años hablando de que el incremento de la masa monetaria llevará a una superinflación y, para apoyar su teoría y su propuesta de bajar los impuestos, ha exhibido gráficos comparando la recaudación tributaria entre 2012-14 (años de recesión), con la recaudación de 2015-17 (años de expansión). Lacalle, con gráficos de dos magnitudes nada homogéneas, llegaba a la conclusión de que “bajar impuestos funciona”. Lafter no llegó tan lejos.

    Hoy, con el virus, el mercado ha colapsado y  todos los sectores miran al Estado para demandarle ayudas (automóvil, tiendas de moda, gasolineras,  fabricantes de zapatos, bancos, constructoras, vendedores de flores, gimnasios, etc.etc. etc.)  todos piden al Estado dinero para mantener a flote  sus negocios, todos piden que les reduzcan los impuestos, todos piden que les ayuden.

    Y el Estado, el denostado Estado de los liberales,  vacía sus arcas y se dispone a endeudarse para socorrer a quienes pedían un Estado simbólico, porque -decían- el mercado libre solucionaría todos los problemas.

    Y en medio de tantas demandas, De más dinero y menos impuestos al Estado tan repudiado por los liberales me pregunto ¿Dónde están ahora mismo sus voces pidiendo  más mercado y menos Estado? ¿Quién va a contribuir a llenar las vacías arcas del Estado? ¿Quién va a pagar la deuda? ¿Quién va a pagar impuestos?

    Y llegados a este punto, ya que todos hablan de no sé  cuánto dinero  perdido en dos meses de cierre por el virus y no sé cuantas ayudas piden al Estado, yo voy a permitirme hacer las cuentas de los citricultores: La pérdida de ingresos, aparte de cuando viene una helada, aparte de los impagos del comercio, etc. al agricultor le supone perder unos 600-800 euros/Hg (*) de toda la temporada, y con esa pérdida en la mano el labriego, al que le explican que eso del precio es cosa de la oferta y la demanda, tiene que seguir soportando unos gastos del orden de 500 euros/hanegada, pero el agricultor los saca de donde sea y “a vore l´any que ve”.

    (*)  600 euros/Hg por 40.000 hanegadas de Burriana dan una cifra de 24 millones de euros de pérdidas. A esa cantidad hay que añadir lo que hay que aportar para mantener el capital productivo: 40.000 hg. por 500 euros da la cifra de  20 millones de euros.

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