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Per María José Navarro
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Odio gratuito, odio mortal

    Los mensajes de odio se lanzan gratuitamente y circulan por las redes sociales con una buena dosis de maldad, combinada con medias mentiras y grandes patrañas, con bulos orientados a que cada vez que se comparte y aparecen los “me gusta”, crezca ese odio sin sentido, directa y proporcionalmente a esas mentiras, esas patrañas y esos bulos, que salen de las entrañas podridas de un rencor rancio, con tufo a naftalina nazi y con unas consecuencias lamentables.

    El rechazo es una de las primeras en aparecer. Rechazo a las personas diferentes, a las migrantes, a quienes visten o se manifiestan de manera poco convencional, a las que viven según otros estilos, a quienes rezan a otro dios, a las personas que han tenido que instalarse en nuestra tierra huyendo de las guerras y las miserias. Y, sobre todo, el rechazo a las personas pobres, o aporofobia, palabra acuñada por Adela Cortina, que concreta a la perfección ese sentimiento, porque no se siente igual si la persona inmigrante o diferente tiene dinero, ya que entonces se la cataloga de extranjera, exótica o excéntrica.

    Y fruto de ese rechazo aparecen nuevas falsedades respecto a esas personas estereotipadas, culpándolas de la inseguridad en nuestras calles, de todos los crímenes cometidos y por cometer, y de cómo se llevan todas las ayudas que deberían destinarse a nuestros propios pobres, lo de aquí, aunque se nos mezcle el sentimiento de rechazo, primero son los nuestros que los de fuera… y así, día tras día, crece el miedo en la población, que ve peligrar su seguridad y la de sus hijos e hijas, que acaba creyendo que aquellas personas venidas de otros lugares van a acabar con los recursos del país y que todas las violencias son cometidas por las personas pobres, migrantes y con culturas y religiones diversas.

    ¿No os suena mucho a la canción que cantan cada día nuestros políticos de la ultra derecha? Tristemente, la cantan no solo en nuestro país, sino por cada rincón del mundo, y es reproducida como una letanía por sus acólitos, encontrándonos con situaciones como la vivida en Alemania esta semana. Una masacre que ha acabado con la vida de diez personas, solo por el hecho de haber nacido en otro país.

    Injusto, inmoral, inhumano, indecente… y nos lamentamos por los hechos, pero no se condena a quien alimenta ese odio, a quienes, con total impunidad, vomitan constantes difamaciones contra otras personas, creando un clima de tensión y rechazo que comienza insultando a alguien en un partido de fútbol, o dando un empujón en el metro, o acosando en el colegio… y acaba explotando con atentados como el que nos ocupa.

    ¿Hasta cuándo este sinsentido? ¿Hasta cuándo la incitación al odio va a quedar impune? Las redes sociales deberían poner coto a tanta inquina y los jueces multas y, si es preciso hasta penas de prisión, a tanto descerebrado ultra que, escondido tras su pantalla, sigue alimentando ese odio que acaba siendo mortal.     

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