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Per María José Navarro
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¿Qué está pasando?

    Ante noticias como las aparecidas en los últimos días, con una niña de doce años fallecida a consecuencia de un coma etílico, o esa otra del niño de siete años ingresado en el hospital, por la brutal paliza propinada por algunos compañeros del colegio, como remate al bulling que le venían haciendo desde hacía meses, no cabe otra que preguntarse muy seriamente ¿qué está pasando?

    ¿Qué pasa en esta sociedad enferma en la que tenemos el consumo del alcohol tan arraigado que no nos inmutamos ante los excesos que nuestros jóvenes hacen de él cada fin de semana?

    ¿Qué es lo que está pasando para que niños de ocho y nueve años le den una paliza a un igual de siete?

    ¿Qué nos pasa a los adultos que estamos a su alrededor? ¿Por qué miramos hacia otro lado cuando se refiere al alcohol? ¿Por qué esperamos a que haya algún suicidio o algún niño hospitalizado para hablar del acoso?

    Que el alcohol y nuestra cultura van de la mano no es ninguna novedad. Que los jóvenes han de acumular experiencias y buscar fórmulas socializadoras que los desinhiban, tampoco lo es. Que los niños son crueles y se aprovechan de los que consideran más débiles, siempre ha sido. Desde tiempos inmemoriales se bebe alcohol y se pelean los jóvenes, aunque eso no significa que debamos resignarnos a que siga sucediendo.

    Los adultos debemos buscar fórmulas para que estas cosas dejen de suceder. Las familias deben encontrar esos momentos de sintonía con sus hijos e hijas y desterrar, aunque sea por algunos momentos del día, esas pantallas que nos tienen sumidos en un mundo paralelo y antisocial. La televisión, el móvil y los ordenadores nos absorben la vida, sin percatarnos que la real, la VIDA con mayúsculas, nos está esperando. Nuestros chicos y chicas están ahí, necesitados de nuestros consejos y nuestras alternativas, tanto de los perjuicios del consumo indiscriminado del alcohol, como de diferentes opciones de ocio y relaciones saludables.

    Lo mismo ocurre con la violencia, de la que tenemos un nivel de permisividad tan alto como con el alcohol. En los medios de comunicación lo vemos a diario. Personas muertas, agresiones, insultos y malos modos en cualquier ámbito: en la calle, en la política, en los deportes... con un mensaje de normalidad que asusta.

    Todo ello se debe trabajar en las familias y, por supuesto, en las aulas, ya que es el lugar de socialización de nuestros hijos e hijas, por lo que se debe ser muy crítico en lo que se refiere a qué y cómo comunicamos en los centros educativos. El profesorado, debería estar preparado para hablar de emociones y sentimientos, y de la forma que tenemos de relacionarnos con los otros y con nuestro entorno. De hecho, en las diferentes Leyes de Educación, se habla del desarrollo armónico e integral de la persona, lo que incluye, evidentemente, la educación emocional, que debería ser algo prioritario en los centros educativos, para que los chicos y las chicas sepan reconocerse y quererse, sin necesidad de recurrir al consumo de drogas y, desde luego, sin tener la necesidad de autosatisfacer su propio ego propinándole una paliza a otra persona.

    Solo si hacemos un frente común, administración-docentes-familias, podremos darles a nuestros jóvenes otras opciones diferentes a la cultura del alcohol y la agresividad.

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    comentari 1 comentari
    Marietika
    Marietika
    16/11/2016 08:11
    Propiedad privada

    Tal como yo lo veo, amiga, el problema radica en el concepto que tenemos de la propiedad privada, conde incluimos a seres humanos: Es mío!! y lo defendemos por encima de todos los derechos de los demás, por eso, porque es nuestro. Sin embargo, a los niños y niñas deberíamos verlos como un bien común, porque un hijo (o hija) no es mejor que otro hijo, porque todos son hijos y todos son iguales y todos juntos tendrán que construir nuestro futuro. Por eso, deberíamos despegarnos del sentido de la propiedad privada y poner a los niños y niñas en la propiedad común, siendo responsabilidad de todos y todas su educación, Solo así, ellos se verán iguales y no se darán situaciones como las que presentas en este artículo, dramáticas, sin responsables aparentes, cuando en realidad, tod@s lo somos. No solo profesor@s, o progenitores, la sociedad en conjunto, tod@s somos responsables, tod@s y nuestras manías de que lo mío es mío y debo cuidarlo por encima de lo de los demás. En fin...

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