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Per Jesús Montesinos
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Políticos: ¿inútiles o incapaces?

    En tiempos decimonónicos las familias valencianas se reunían en torno a la mesa de Navidad y decidían sobre el futuro de los suyos. A unos les daba para un pavo y a otros para las tradicionales pelotas, pero la tradición marcaba que antes del besamanos (“les estrenes”) quedara definido el futuro de los hijos.

    El hijo/a más espabilado para llevar el negocio familiar. El mejor plantaó, al Ejército. A la iglesia iban las chicas y los hijos un poco blandos. Y el menos espabilado: “a ese lo mandamos a Valencia a ver si hace carrera en la política”. Y daba lo mismo cuando mandaban Blasco Ibañez, Azaña, Franco, González o Zapatero. Históricamente se han dedicado a la política aquellos hijos que no acertaban a buscarse la vida en otras tareas. La única excepción han sido los Blasco, que desde la política todos los hermanos han cubierto todos los frentes y colores.

    Pero ahora la política, los políticos, controlan calles, plazas, ayuntamientos, diputaciones, mancomunidades, instituciones interpuestas, autonomía, delegaciones ministeriales, gobierno, universidades, la justicia, los sindicatos y hasta el tráfico. ¿Pueden seguir dedicándose a la política los menos capaces de cada familia?

    Lo diré de otra manera. Para elegir un contable en una empresa de solo un millón de euros de facturación al año el dueño entrevista a quince, les hace veintidós exámenes, los tiene de prueba tres meses y le hace trabajar diez horas. Y si rinde, deposita en él su confianza. En la política a un señor de un partido lo colocan de concejal de Hacienda o de Obras Públicas, con un presupuesto multimillonario y sin que nunca haya dado prueba de su capacidad. Su único valor son las siglas, la relación masónica con sus compañeros y hasta la ideología se le supone. ¿Contrataría el microempresario del millón de euros a este concejal como contable de su pobre negocio? Nadie lo haría. Por eso la desconfianza en los políticos alcanza la tercera preocupación de los españoles.

    La política valenciana tiene que entrar en catarsis. El contable profesional nos diría que hacen falta “sangre, sudor y lágrimas” porque quiere sacar adelante el negocio. Pero Camps presidente, Gerardo Camps, Vicente Rambla, Juan Coltino, Belen Juste por enunciar algunos, solo nos hablan de lo bien que va la empresa. Reconocer lo contrario es abandonar la torre de marfil. Y un político nunca baja a la arena de la realidad ni se equivoca. Por eso cuando en Nochebuena el Rey pidió un pacto de Estado sobre la educación, el conseller Font de Mora protestaba por el tamaño de las letras de los ordenadores de Zapatero.

    Pero las elecciones se pierden, no se ganan. Por eso el PP volverá a ganar las elecciones pese a esta gestión triunfal de la crisis. Y en cualquier caso tiene una segunda fila (Castedo, Betoret, A.Fabra, Moliner…) que puede aportar una visión más realista cuando Saturno devore a sus hijos y el PSPV-PSOE acabe hundido en sus miserias.

    Jorge Alarte cumple perfectamente con su papel en el reparto de roles para los hijos. Y se rodea de lo más granado de otras familias. ¿Contrataría alguien a Cristina Moreno para contable en su empresa? Pues lleva la estrategia económica y de empleo del PSPV-PSOE. ¿Y a Alfred Boix en una consultoría de innovación? Pues lleva esta rama y las nuevas tecnologías en la leal oposición a Camps. El PSOE no tiene ni segunda fila porque esta es la que está ahora en el machito. Y ni siquiera con la inestimable ayuda del militante Gürtel podrán ganar las elecciones. Estos necesitan una cuarta catarsis.

    (Sígueme en www.twitter.com/jmontesinos)

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