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Per Jesús Montesinos
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Política de titulares

    Theodore Rooselvet calificó como “Muckrakers” a los periodistas que intentaban dirigir la sociedad a base de sacar la inmundicia que había en la vida política. Ese modelo se ha convertido en una constante en la vida política española a partir de tres hechos comprobados empíricamente: los políticos son unos flojeras que solo están pendientes de los titulares, los medios de comunicación han asumido un papel justiciero para el que nadie los ha elegido y la sociedad española ha derivado en una inmoralidad colectiva que igual sirve para hacer millonario a un concejal que llenar un cajón de medicinas pagadas por todos los contribuyentes a la Seguridad Social.

    De ahí viene la explicación a todo lo que está ocurriendo en la vida política española, en la que desde la crisis económica hasta la desastrosa gestión del “Caso Gürtel” todo está pendiente del titular del periódico este o aquel al día siguiente. La finalidad de la acción política no es mejorar la sociedad de acuerdo con estos o aquellos principios u objetivos sino asegurarse un tratamiento benévolo en un telediario.

    Por eso cuando la vicepresidenta Salgado anuncia valoraciones de la crisis no están asumidas para generar confianza en el mercado o aliviar la hemorragia del paro en el próximo trimestre. Ni siquiera conducen a encontrar bolsas de votos. Solo buscan el titular del día siguiente. Pasado mañana ya es un futurible. El político es bueno según el titular, no según su acción política.

    Y lo peor es que los “muckrakers” se extienden a lo largo y ancho del país. No es solo un asunto de grandes editorialistas. Cualquier emisora local está sumida en este juego perverso con el político de turno. El municipio de quinientos vecinos acaba montando el programa de fiestas del pueblo para asegurarse dos minutos en un informativo local, que además paga con publicidad institucional. Y pobre de él que no lo haga. Su política no está en función electoral, partidista o ideológica. Es una política de titulares.

    Asumido por todo este reparto del juego político las decisiones ya no son las correctas para la ciudadanía. Están siempre en función del titular o telediario del momento siguiente. Y ahí ya vale todo, porque las decisiones de fondo o el programa de fiestas están siempre condicionados por esa foto. Quien maneja la foto maneja las decisiones para salir de la crisis.

    Las decisiones que Rajoy anuncia que tomará el próximo martes no tienen como finalidad regenerar el PP; sino calmar a los tiburones que lo acosan desde las urnas de papel. Por eso Manuel Cobo provoca una crisis con unas declaraciones en El País y Ricardo Costa exagera lo de Gürtel a base de salir en la radio a decir estupideces. Lo peor es que ahora hay miles de cargos peperos que tomarán sus decisiones por las interpretaciones que escuchen ese día por parte de los “muckrakers” y no por la conveniencia de la acción política individual o colectiva.

    Lo que hagan los sindicatos y la patrona en su gestión de la crisis para trabajadores y empresarios no influye ni en sus propios afiliados. Lo que determina sus acciones es la frase que deben decir en un programa de televisión, que no tiene más trascendencia que morir cuando acaba el efecto multiplicador. Por eso España se coloca a velocidad exponencial en el uso de las redes sociales. Nadie confía en los políticos o sus intérpretes. Y eso también nos lleva a una situación de total indefensión democrática. ¿Quién y cómo se ejerce el gobierno de la sociedad? ¿Hay alguien que ahora crea en el papel independiente de los medios de comunicación? ¿Dónde está la responsabilidad que determinan los votos?

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    comentari 1 comentari
    Juan P.
    Juan P.
    01/11/2009 10:11
    sí pero no, no pero sí

    Sacar la basura a flote es, para mí, uno de los pilares esenciales de una democracia. Y usted como periodista debería saberlo. En realidad creo que lo sabe perfectamente, y vengo observando en sus artículos esa actitud de meterse contra todo sin mojarse del todo en nada, de nadar y guardar la ropa. La ambigüedad a veces resulta insoportable, aunque estéticamente mole mucho. Hay cosas que están bien y cosas que están mal. Punto. Pero claro, siempre es más prestigioso intelectualmente moverse entre los claroscuros, y más ahora, en estas fechas. E incluso puede servir de táctica de camuflaje. El olor a mierda es culpa de la mierda, no de quienes tratan de limpiarla.

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