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Per Jesús Montesinos
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Un nuevo modelo económico para los años 80

    La Ley de Economía Sostenible que impulsa el Gobierno de Zapatero se apoya en la futura fusión entre tecnología y ecología. Un enunciado ambicioso que vamos a ver reproducido muchas veces en los próximos meses a modo de propaganda preventiva, por si la cosa repunta, pero que tiene poco que ver con las tendencias que protagoniza la economía española. Cae el valor añadido por trabajador, la reinvención de las empresas en crisis queda en el modelo Frankenstein (suma de cadáveres) y la moda para el 2010 nos devuelve a la estética de los 80. ¿Cómo van a crear un nuevo modelo económico si las estructuras productivas básicas ni siquiera son capaces de remontar los datos de hace quince o veinte años?

    El nuevo modelo económico, que persigue una transformación notable del sistema productivo, se enfrenta a una realidad acartonada que tardará muchos años en poder asumir el reto. Saturno devorará a sus propios hijos porque el mal de la economía española no es producto de la burbuja inmobiliaria, la falta de crédito o la globalización. Hay toda una historia que arranca precisamente de esa estética de los calentadores de Eva Nasarre que ahora nos devuelven los diseñadores. Quizá porque cuando uno no quiere mirar al futuro lo mejor que sabe hacer es volver la vista al pasado, aunque se convierta en estatua de sal.

    Así que volveremos al papel pintado, las gafas de concha, las fotos en álbum, las mallas, los panty de Marie Claire, hombreras y la casa y la familia como ejes de nuestras vidas, lo que no está mal. Ojala incluso vuelva el valor del trabajo y la preparación. “Tu y yo” dejamos de ser los objetos de lujo que definía Vicente Verdú y, como ahora dice Jordi Pujol, ecuperaremos la autoestima mirando el pasado; a lo mejor para reinventarse hasta el modelo autonómico que arrasa la unidad de mercado y multiplica el gasto público. En ese pasado arranca el sistema económico deficiente que ahora sale al descubierto cuando ladrillo, inmigrantes y crédito han dejado de ser la tapadera que generaba artificialmente puntos para el PIB.

    El turismo: el negocio era construir
    En la Universidad de Valencia han preparado un estudio para la Confederación Empresarial Valenciana que aclara que los llamados sectores tradicionales de la economía mediterránea hace años que dejaron de ser productivos. Menos mal que llegó el ladrillo a fabricar dinero.

    Por ejemplo, el gran referente histórico de la economía española, el turismo, exigió durante años una gran inversión en capital físico al mismo tiempo que iba cayendo en picado el gasto medio por turista. En los últimos quince años el negocio ya no era traer turistas, sino construir. Por eso ahora es tan difícil asumir que el 18/20 por ciento del PIB que era la construcción en los últimos quince años quede en un 5/8 por ciento. Va a ser muy difícil que la economía española asuma la Ley de economía sostenible si tiene que transformar ese diferencial en volver a poner en marcha lo que ya no funcionaba hace dos décadas. ¿Quién pondrá placas solares en el super hotel Bali de Benidorm a treinta euros la noche?

    El mismo informe detalla que un trabajador del sector textil aporta en España un valor añadido de 29.000 €, mientras en Francia alcanza los 43.000 y en Alemania los 47.000. El sistema productivo es arcaico y solo funciona cuando las empresas tractoras como Zara ( 43.000 de valor añadido por trabajador ), Porcelanosa o Telefónica entran en mercados donde pueden obtener el valor añadido que ya no consiguen en España, léase Brasil o China. ¿Cuánto va a costar incrementar ese valor añadido? Va a ser más caro comprar los platos que lavar los viejos.

    La evolución de la productividad en los últimos diez años ha caído de un 108,2 por ciento al 105,1. Nuestros productos no eran competitivos entonces (138,9 de PIB por trabajador en Estados Unidos y 114,0 en Alemania) ni lo son ahora. Sin la construcción, los inmigrantes o la devaluación esto se cae, una vez amortizada las crisis de las burbujas financieras e inmobiliarias. La transformación del modelo productivo no solo afecta a los últimos años. Hay que remontarse a cuando Farmacia de Guardia.

    ¡Que vuelva el pocero!
    Y esa transformación va a ser muy difícil porque incluso ahora todavía gran parte de la empresa española piensa en la resurrección del Pocero en Seseña. En las últimas semanas hay presiones políticas de todo tipo y color para que la Generalitat Valenciana autorice el macroproyecto de Mundo Ilusión de Marina D’Or, que moviliza dieciocho millones de metros cuadrados en Castellón para construir miles de apartamentos y hoteles. Si no hay turistas y los que vengan gastan y gastarán lo mínimo, a santo de qué recuperar estos megaproyectos (léase también el previsto en Los Monegros).

    Es muy simple. En lugar de la apuesta por una economía sostenible (aquí sostenible es una palabra fetiche más que un concepto medioambiental) es preferible Frankenstein y dejar el gasto en I+D, el gasto público en educación o el uso de las tecnologías a la misma altura que hace años (1,3 por ciento del PIB frente al 3 de media en la OCDE), lo que nos condenó al recurso del ladrillo para conseguir mantener un alto grado de consumo que contentara a la clase media que no quería sacrificios ni medición de la productividad en el trabajo. Por eso la burguesía empresarial catalana prefiere la tutela del Estatut antes que correr el riesgo de otra apuesta por el libre mercado y la competencia. ¡Que nos salve el Presupuesto!

    ¿Fue comodidad o miedo al verdadero cambio? Pilar Jerico dice en su libro “No miedo” que el miedo puede afectar a la productividad de las organizaciones. Y ese miedo fue obviado por el engaño del ladrillo y los fondos Feder, por lo que nadie se planteó un sistema productivo eficaz. Lo que había formaba parte de nuestra historia y había que mantenerlo. Ahora la propuesta de un nuevo modelo económico se apoya en la flexibilidad, el valor añadido en innovación (innovación con IVA), el conocimiento, la externalización, la calidad de vida y la atención a las ventas. Demasiado para el miedo y y la artrosis que reina en la empresa.

    El informe España 2015 (Fundación Española para la Ciencia y la Tecnología) apunta muy claramente hacia estas alternativas, supuestamente lideradas ahora por Rodríguez Zapatero que se apoya en un informe que en 2007 le hizo Pedro Marín, entonces en la Oficina Económica del Presidente. Pero hay raíces muy profundas en el modelo productivo tradicional español que hacen difícil introducir estas actividades si no se destinan recursos infinitos, que por lo menos serán más rentable que el gasto social para seis meses de subsidio. El pacto por la competitividad no es solo la reforma laboral. Es saber a qué se destinan los recursos públicos para mejorar la competitividad de nuestros productos. ¿Quién trabajará en una economía sostenible productiva cuando el 41 por ciento de los jóvenes entre 25 y 35 años no tienen secundaria ni formación profesional?

    La fórmula fácil del despido y el paro
    La consultora Improven detalla en un su último informe como hasta para hacer frente a la crisis las empresas españolas recurren a modelos improductivos, en lugar de plantearse alternativas flexibles y eficaces. Por eso gran parte de los que tienen que enfrentarse a los problemas que ahora tienen recurren por este orden a redimensionar plantillas, reducir gastos generales, cambios en el equipo directivo o apalancar mejor sus deudas. Por supuesto todo esto ni siquiera es pan para hoy y seguro que es hambre para mañana. Pocas consiguen sus objetivos.

    Porque frente a estas actuaciones desesperadas ineficaces hay otras que funcionan. Las empresas que ajustan la capacidad de ventas, redefinen la estrategia de precios (más por menos), focalización buenos productos, mejoran la relación con los clientes y añaden propuestas de valor, consiguen mejor posicionamiento para salir adelante.

    Esto demuestra la inconsistente estructura de base de la empresa española. Durante años todos creíamos que la economía tradicional era la base de nuestro éxito, cuando resulta que el PIB lleva cayendo desde los noventa. Solo que el ladrillo, la aportación de los inmigrantes, el precio del dinero, los fondos europeos y la hoguera de las vanidades de la clase media ocultaron temporalmente el desastre. Creíamos hasta que la agricultura era rentable, cuando la clave era engañar a Bruselas.

    Desaparecido todo esto, va a ser muy difícil que todo se resuelva desde una Ley de Economía Sostenible. Primero hay que transformar las estructuras para conseguir a su vez transformar la empresa hacia una economía productiva. ¿Y se puede hacer desde un tejido empresarial con el 98 por ciento de PYMES? Porque ese es otro problema. La empresa española nunca ha trabajado en red ni ha sabido aplicar ni siquiera el ContaPlus y solo un tercio están informatizas. Tanto entraba en el cajón tanto salía. Las empresas tractoras son una docena. Las otras grandes son fruto del momento y desaparecerán en un par de años. ¿Quién actúa de locomotora en la sostenibilidad y en la tecnología? ¿Y quién asegura que en medio de esta nada no volverá otro colapso mundial como aseguran Santiago Niño o el banco francés Societé Generale?

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