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Per Jesús Montesinos
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Feliz 2010 o lo que sea

    Desde los encuestados en el barómetro del CIS hasta el panel de expertos del think tank Knowsquare, todos pronostican un peor año 2010 frente al optimismo europeista que vende el presidente del Gobierno, Rodríguez Zapatero, o la moralina impartida por el presidente de la Generalitat, Francesc Camps, en su discurso de fin de año. La percepción ciudadana y los datos pronostican en mal año para toda España y aún son peores las previsiones para la Comunidad Valenciana. Lo que pasa es que no nos queremos enterar

    Lloramos por el buen mamar, pero lo jugamos todo al sol, la playa y la recuperación alemana. Todos los informes de estrategia y prospectiva elaborados por universidades, instituciones y asociaciones empresariales definen claramente que en 2010 cambiamos o nos quedamos como la Bella Durmiente, que es nuestra mayor tentación. Pero pocos innovadores se atreven a dar el primer paso, mientras caen los históricos de la economía.

    Al principio de esta semana, Camps apostó por fin por pedir trabajo, trabajo y más trabajo, para ser competitivos en un mercado internacionalizado (“Sangre, sudor y lágrimas”, pedía esta columna la pasada semana). Pero luego en su discurso oficial de fin de año solo dedicó dos párrafos a pedir “más esfuerzo” para salir de la crisis. No se atrevió a amargarnos la cena y seguimos sin que nadie le quiera colgar el cascabel al gato. (¿Quién le hace los discursos a este hombre?

    El tránsito a la reinvención del proceso económico fordiano a otro con cadena de valor (Krugman, premio Nobel y gurú de Zapatero) no va a ser fácil por muy inevitable que resulte. Precisamente innovación empresarial, formación laboral y empleo cualificado son las mayores carencias de la economía valenciana y son precisamente las únicas apuestas para salir de la crisis con algo de carne sobre los huesos. No podremos ya competir en precio y nos falta calidad, valor añadido y marca. Pero nuestro tejido productivo no sabe hacer esos productos de forma extensiva. Hay que desaprender para volver a aprender.

    La tentación del modelo Frankenstein es demasiada. Ya hay quien vuelve a soñar en la construcción como locomotora, sin tener en cuenta que en la Comunidad Valenciana absorber el stock de viviendas durará diez años, precisamente por el peso de lo que fue nuestro mejor negocio: la segunda residencia. Durante años nos compramos las viviendas a nosotros mismos, con un apalancamiento doméstico exagerado. Según Paloma Taltavull, de la Universidad de Alicante, aplicando datos de 2007, en Castellón el 54,2 % de las segundas residencias son de nativos, en Valencia el 65,1 y solo se salva Alicante con el 27 %. ¿A quién le pasamos todas esas casas?

    Hay que fomentar los servicios y productos con valor añadido (sistema tecnológico y educativo de calidad) dice Vicent Soler en su recomendable libro coral “Economía Española y del País Valenciano”. Pero esa reinvención no está bien vista por el común de los valencianos y políticos, patronos y sindicatos, que hablan de crear empleo en 2010 como si fuera una cosa de hadas y duendes.

    ¿Feliz 2010? Habrá que intentarlo, pero la muchedumbre siempre sabe más y lo fía a más largo o no se fía (La sabiduría de los grupos, de James Surowiecki). La desconfianza en el futuro es el mayor hándicap que tiene la salida de la crisis. Por eso para el 2010 lo que hay que pedir es que alguien nos devuelva la confianza sin mentiras piadosas o cantos europeístas.

    (Sígueme en www.twitter.com/jmontesinos)

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