Las elecciones se pierden, no se ganan

Parece una contradicción, pero es lo primero que enseñan en las clases que imparten los grandes maestros de la metodología electoral. Felipe González no ganó por goleada en 1982. Es que el centro derecha de Suárez llevaba años haciendo méritos para perder la confianza de los españoles. Y en 2001 Zapatero no ganó, sino que Aznar fue castigado por su desastrosa gestión de la crisis de Irak y del 11-M. Y ahora, pese a las tendencias que marcan las encuestas y su desastrosa gestión económica, Zapatero no ganará las próximas elecciones, las perderá Rajoy porque no es capaz de sumar las esperanzas suficientes en los votantes decepcionados.

Camps ganará siempre en la Comunidad Valenciana pese al “caso Gürtel” o el desgaste que pueda sufrir en su gestión. Pero ganará porque quien perderá siempre serán Alarte, Leire Pajín o el propio Zapatero, ya que no consiguen la confianza de los votantes. Y en Andalucia siempre perderá el PP porque sus candidatos y proyecto político es perdedor frente al buen hacer del PSOE encabezado por Escudero, Chaves o Griñán. El PP pierde y por lo tanto el PSOE gana.

En Castellón Carlos Fabra y Alberto Fabra siempre ganarán porque el PSOE siempre perderá. Calles o Colomer no quieren ganar. Quieren estar y evidenciar la maldad del contrario, pero no pintan ganadores. Y el elector lo percibe. Como en Burriana o en Villarreal. El PP siempre ganará porque el PSOE va de perdedor. Da lo mismo que el candidato de unos se llame Ferrada o Calpe o el de los otros sea Benlloch o Bodí. Solo Enrique Allet quiso ir de ganador.

Las elecciones se pierden no se ganan. Pero los partidos perdedores no van a dar su brazo a torcer ni cambiar un ápice su estrategia. Los votos se arañan en las orillas o se consiguen por un vuelco como el del 11-M. Y para eso el perdedor debe saber qué ofrecer para atraer los votos del que lleva la peana, que siempre tiene un plus. Rita Barberá ofrece siempre más plus que su propia competencia política, que sigue encasillada en la misma dinámica que les llevó a perder la alcaldía de Valencia hace más de quince años. Ni la moderna Carmen Alborch percibió ese voluble estado de opinión de los electores.

Obama salió como perdedor y supo demostrar a los votantes que los perdedores eran los republicanos. Y a la gente nunca le gustan los perdedores. Zapatero, Camps, Griñán o Aguirre van de ganadores. Son triunfadores. Enfrente los perdedores siempre pierden.