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Per Jesús Montesinos
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La comodidad del lado oscuro de la fuerza

    Dice el consejero delegado del Grupo Santander, Alfredo Sáenz, que para liderar la innovación, que se supone nos debe sacar de la crisis, hay tres candidatos: la administración, la universidad y las empresas. Yo añadiría la sociedad civil, el usuario, pero en la España actual concluiría que lo tenemos crudo y nadie dará el paso porque estamos cómodamente instalados en la lado oscuro de la fuerza.

    El miércoles Zapatero presentará en público su propuesta sobre el modelo de Economía Sostenible sobre la que debe navegar el nuevo modelo económico que nos va a sacar de la crisis. ¡Ja! La cuestión ya no es la capacidad de Zapatero, que es evidente que es nula. La cuestión es de las otras patas de la mesa. De entrada hasta los propios legisladores o la oposición al uso estoy seguro de que creerán que economía sostenible es gastar menos gasolina y poner más placas solares. Menos mal que en el enunciado ya se habla de educación.

    Pero obviando la incapacidad de Zapatero la cuestión es que la administración pública española está igual como la creo Napoleón. Las universidades todavía no se han enterado que existe Youtube. Algunas creen que el avance está en poner los apuntes en internet. ¡Valientes innovadores! Y las empresas, que deberían ser la gran alternativa por necesidad, sean grandes o Pymes, están todavía soñando que un hada madrina les saque de la pesadilla.

    Del lado oscuro de la fuerza nos tenemos que sacar nosotros. Y no es una frase a lo Obama. Dice Eric Von Hippel que la mejor fuente de innovación y generación de nuevos negocios, industrias o servicios está en la observación del usuario. Por eso les va bien a Ikea, Google o Lego. Piensan más mil consumidores juntos que tres premios Príncipes de Asturias. Por eso Mercadona o Eroski capean perfectamente el temporal. Obedecen a sus jefes, que son sus clientes.

    En 2007, Erch Joachimsthaler, en su libro Ver lo evidente, decía que no se puede ver al consumidor desde nuestros esquemas actuales. Hay que romper principios infranqueables porque el mundo se mueve por ahí fuera. ¿Sabían que las grandes marcas de ginebra o ron hacen promoción en los botellones y han dejado de lado las discotecas de toda la vida? ¿A santo de qué tanto rasgarse las vestiduras con Pozuelo?

    ¿Cuántas empresas, grandes o pequeñas, están dispuestas a adaptar su forma de trabajar, sus productos, a la demanda de los usuarios? Ahí está la clave. Es evidente que la administración, los políticos o la universidad no van a dar un paso. Demasiado sueldo seguro. La alternativa está en la sociedad innovadora que necesita ver el lado vivo de la fuerza.

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