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Per Jesús Montesinos
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Los ayuntamientos no tienen un euro

    Ante el agobio económico y financiero que afecta a humanos y políticos, el gobierno del Estado puede emitir deuda pública o endeudarse hasta donde el infinito y Bruselas le permitan. Las comunidades autónomas hacen lo mismo, a base de créditos o, simplemente, retrasando el cumplimiento de sus obligaciones electorales para la siguiente legislatura. Las diputaciones provinciales son solo mecenas de la miseria. Todo es cuestión de saber jugar a la política. Pero los ayuntamientos tienen que abrir la persiana todos los días y reponerle la farola al vecino o pagar la calefacción del colegio del pueblo. No tienen posibilidad de excusarse con la política.

    El ciudadano encuentra en el ayuntamiento la última referencia a dónde acudir. Y los alcaldes no tienen más remedio que poner la cara porque viven en la calle de al lado. Le caben obligaciones que no son de su competencia, pero que el vecino las exige. A un alcalde acude siempre un padre para preguntarle si puede colocar en algo a su hijo que está en el paro. Lo de la oficina de empleo es después. Pero ahora tienen obligaciones que excusan gobierno y autonomías y resulta que no tienen un euro, deben más que el Pocero y han bajado los ingresos a medida que baja la recaudación y sube la economía sumergida. La mayor parte de los ayuntamientos están en bancarrota aunque no lo quieran reconocer.

    La cuestión es cómo enfrentarse a esta realidad y al mismo tiempo asegurarse el granero de votos que sirve para ganar elecciones autonómicas, que es donde están sus barones políticos. En Andalucía el cambio que predice el barómetro de la Junta (del PSOE al PP) proviene de la evolución que están registrando los ayuntamientos. Los alcaldes no pueden subir las tasas y los impuestos porque los vecinos los crujen. No pueden dejar de dar servicios porque los vecinos los increpan. Y no van a recibir más dinero ni transferencias de autonomías y gobierno central porque estos no sueltan la sartén ni el cazo.

    Los alcaldes buscan salida. Por ejemplo, el sábado, en Valencia, los alcaldes del PP de la Comunidad Valenciana se reunieron para ver qué hacen. Primero es evidente que la reunión fue una oportunidad política que Francesc Camps ejecutó para cambiar el paso a quienes le aprietan desde la dirección del partido en Madrid. Vino a decir: Mariano, si quieres ganar la Moncloa necesitas los votos de la Comunidad Valenciana y para eso yo necesito ganar las municipales y autonómicas. Y además está dispuesto a manifestarse con sus alcaldes ante la casa de Zapatero para demostrar que es un barón reivindicativo.

    Y dicho esto en la reunión se oficiaron dos alternativas. Una comandada por la alcaldesa de Alicante, Sonia Castedo, que insiste que la única solución a la agonía municipal es reclamar a Madrid el IVA que producen los mismos ayuntamientos y una parte del derivado de la descentralización de los servicios que prestan sin tener las competencias. Castedo dice que no hay más salida que apretarle a Zapatero; lo demás son parches.

    Pero el alcalde de Castellón y coordinador del PP en la CV, Alberto Fabra, apareció con otra alternativa. Habló de algo muy duro pero necesario: redimensionar personal y servicios y plantearse qué hacer con tanto gasto. Lo malo es que esto va a quedar solo como un enunciado porque ni el PP ni el PSOE ni nadie con siglas y amor al sillón es capaz de hacerlo en esta España de funcionarios para toda la vida.

    Los ayuntamientos pueden mejorar su saldo con más ingresos desde arriba, pero aunque Sonia Castedo se empeñe en lo contrario también pueden reducir costes de capítulo uno y de grandes inventos faraónicos. Se acabo el momento de una piscina climatizada en cada pueblo. Ahora toca compartir la misma entre tres. Y se acabaron las muchas dependencias municipales porque gran parte de la gestión se puede hacer con la carpeta ciudadana. Y sobran eventos, inventos y funcionarios porque existe el “outsourcing” para actividades, servicios y gestiones. Así lo empezó a hacer el actual ministro de Trabajo, Celestino Corbacho, cuando era alcalde de Hospitalet. Y el ahora controvertido ayuntamiento de Vic, cuando cedió a Meta 4 la gestión de la eficiencia de los funcionarios. Los ayuntamientos no tienes otro remedio por mucho que quieran salir en la foto a base de inaugurar pantanos y edificios inútiles.

    (Sígueme en www.twitter.com/jmontesinos)

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