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La España premium

    No sé si el resto de los países tienen la misma tendencia que estoy comprobando estos últimos años en España, pero lo cierto es que nos gusta generalizar y meter dentro del mismo saco a todos y a todo; tendemos a confundir ideas de las que no tenemos conocimiento, y a hacer mal uso de nuestra libertad sin pensarlo dos veces.

    Bueno, voy a ser justa y a no generalizar - ¿veis? Qué mala costumbre- y voy a diferenciar una sociedad normal, con sus valores y demás, y una España Premium que cree tener el monopolio de las opiniones válidas y únicas.

    Esta última es la que entra a los pubs al grito de “estoy podrido de dinero”, y que, copa en mano de ginebra Premium, se cree con el derecho de faltarle el respeto a los pobres camareros y camareras que intentan dar el mejor el servicio, y, de paso, ganar algo de dinero. Porque por amor al arte no limpiamos las potadas que dejáis por no saber beber, o recogemos la basura que tiráis (o rompéis) sin conciencia alguna.

    Es también la que sin ningún escrúpulo fija unos alquileres desorbitados para familias que no pueden pagarlo, para parejas y matrimonios jóvenes que se han sacado la licenciatura en malabarismos para ahorrar y pagar; para jóvenes que por fuerza mayor han de irse de sus casas sobreviviendo con lo que se puede, o, simplemente, para aquella persona que desea independizarse. Es sin duda todo un reto en contra del derecho a una vivienda digna.

    Por supuesto, es aquella que no posee nunca un filtro crítico y de pensamiento reflexivo. Y que, por seguir a un color a ciegas, no observa ni escucha la gama de los otros colores. Porque ideas tenemos todos, y no siempre son buenas o malas; y no pasa nada por admitir que tu color no pega con esa idea y que haría mejor en combinarse con otra. No se piensa, no se razona, no se empatiza con nada, ni con nadie. Y así nos va.

    Pero, sobre todo, la España Premium es aquella que critica sin más, generalizando y faltando a las personas que desempeñamos una función, un servicio. Aquella que intenta convencerme, con su pulserita de España y su ginebra premium, de por qué es superior siendo él el cliente y yo la camarera. Y todo ello sin darme las gracias por servírsela.

    O la que se ensaña con los sanitarios por darle cita muy tarde, cuando si por ellos fuera, harían horas de más con los pacientes y en los pasillos, consultas y habitaciones. Se trata del sistema, no del trabajador.

    La España Premium insulta en redes sociales a la docencia, y a mí, porque “tenemos muchos meses de vacaciones” sin tener ni idea del trabajo que hay realmente detrás de esas horas en las aulas. No son conscientes, ni preguntan acaso, de todo lo que en esas supuestas vacaciones realizamos.

    En definitiva, la que insulta sin criterio alguno, la que se cree con el derecho de dar lecciones de vida sin habérselas aplicado antes, la que generaliza y pone en duda la profesionalidad del trabajador (da igual el sector) y la que se queja de algo que no está dispuesto a cambiar porque se encuentra bien cómoda mirándose al ombligo.

    Estimado joven: deja de pagar cubatas e invierte ese dinero tuyo en algo de educación; querido hombre de Twitter: haga algo cultural y de provecho con sus hijos en su tiempo libre que para eso los profesores os invitamos y facilitamos dichos eventos (rutas, museos, conciertos…), porque sabemos que la educación tiene su espacio también en los hogares. Como ve, en la docencia no se quedan los restos poco aptos de las Universidades como ha asegurado; y muy encantadora señora de Insta: le cedo mis horas de docencia y de hostelería para que compruebe si esta juventud está del todo perdida y si somos niños de primaria que no paramos de llorar. Un cordial saludo a todos.

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