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Per Paco Ventura
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La plaza de San Blas y sus alrededores

    En cierta ocasión y con motivo de uno de mis artículos, alguien, con el seudónimo de L’Axiamo, se pronunciaba en el sentido que debían nombrarme comentarista costumbrista de Burriana. Agradecí tan loable propuesta, pero es lo cierto que existe en nuestra Ciudad gente mucho más preparada que yo para esos menesteres.

    No obstante, con ánimo de dar a conocer hechos y personajes de mi infancia, y en agradecimiento a personas como L’Axiamo, voy a dejar de lado, durante una temporada, los temas políticos que, aunque a lo mejor “enganchan más”, otros comentaristas hay en este periódico para sacarlos a la luz.

    En aquella Placita de San Blas y sus alrededores, se ubicaban, por aquellas fechas, la Taberna de Ramonet (Hoy Bar Maruja); el taller del “Sinyo Pepe el Carreter”; la tienda de “La Catalana”; la de “Les Formageres”; la de Encarnita “La Roja”; la “Botifarrería de Manolo”; el “Forn de Lluis”, y a la entrada de la calle Mayor, en el denominado “Racó de Sant Roc”, el taller de bicicletas de Samuel.

    ¡Pues bien! En aquellos tiempos, la actual Avda. de Bautista San Martín, que discurre desde el puente del “Camí La Cosa” hasta el puente que da entrada a la Ciudad por la calle Mayor, tenía por nombre el de “Carrer de La Comuna”, y discurría desde la Plaza de San Blas hasta la puerta del antiguo Hospital (lo que es, “de momento”, la puerta de entrada al local donde ensaya la banda de música).

    En la Plaza de San Blas, junto a la fuente que existía en la misma, habían descargado por entonces, las tuberías para el alcantarillado de la calle de La Misericordia.

    Debería ser el mes de Julio o Agosto, por cuanto no había “escuela”, cuando, sentados en aquel montón de tuberías, nos encontrábamos unos cuantos “chavales” de edades comprendidas entre los 10 y los 12 años. Puedo recordar a los hermanos Fino y Rogelio Vila , a quienes alguna “vieja solterona” les bautizó como Zip y Zape; Pepito Saborit; Juanito Gavaldá; Jerónimo Córdoba “El trompeta”; Juan Luis Musoles y un servidor, aunque posiblemente hubiese alguien más que yo no recuerde.

    De momento, montado en la bicicleta de su hermana Vicentita, apareció Serafín Guinot. La bicicleta era de las denominadas de “señora”, sin barra superior en el cuadro y con una rejilla hecha con hilos de colores que, cogida al guardabarros trasero, cubría la rueda hasta las “palomillas”.

    Alguien de los que estábamos allí, apostó con Serafín sobre el tiempo que le costaría ir y volver desde aquel lugar hasta la cruz que todavía existe en la bifurcación de las carreteras de Villareal y Almazora.

    Serafín aceptó; inclinó la cabeza, casi, casi hasta apoyarla en el manillar, e inició la “carrera”.

    Cuando ya regresaba, pegado totalmente a la izquierda y entrando en la curva desde el puente hacia la Plaza de San Blas, se “topó” con Samuel, el del taller de bicicletas, que conduciendo una flamante Harley Davidson de la época, incluido el “sidecar”, se acercaba por la calle de San Blas con dirección a su taller. La colisión era inminente, pues ni Samuel se había percatado de la rápida llegada de Serafín, ni éste, por ir con la cabeza gacha, mirando al suelo, había visto a Samuel.

    ¡Booom! La bicicleta que conducía Serafín chocó violentamente contra la Harley Davidson. La Harley ni se movió, pero Serafín salió despedido por los aires y cayó en medio de la Plaza frente a la Taberna de Ramonet.

    Corrimos todos a asistirle y cogiéndolo entre dos o tres lo sentamos en la acera para “reconocerle”.

    Samuel bajó de la Harley y corrió hacia el lugar en donde nos encontrábamos con Serafín… ¡¡Xiquet!! Com estás? Exclamaba Samuel. ¡Bé!, le dijimos nosotros. Sols té una “rascanyá” en la cuixa dreta.

    Samuel se desvelaba en atenciones hacia Serafín y, de momento, se oyeron unos gritos de mujer. Era la mamá de Serafín, Vicentica, que totalmente fuera de sí se acercaba por ver que le había ocurrido a su hijo, pues alguien le había dado la noticia que lo habían atropellado.

    Al llegar junto a nosotros y hacerse paso para quedar frente a su hijo, exclamó… ¡Serafín, fill! Qui t’ha atropellat? Serafín, que se culpó desde un principio de aquel desgraciado accidente, la miró fijamente y la increpó diciendo: Qui ha segut la mala pu… que t’ha dit que m’han atropellat? ¡He atropellat jo a Samuel!

    Unas carcajadas y una invitación de Samuel en la Taberna de Ramonet para celebrar que no había ocurrido nada, fue el final feliz de aquel accidente en el que mi amigo Serafín tuvo la osadía de atropellar, con una pequeña bicicleta, a toda una Harley Davidson con “sidecar” sin que nada grave sucediera, o sea, que aquello fue como un combate de boxeo entre un peso mosca y un peso pesado, pero que al final terminó en combate nulo. Todo un milagro.

    ¡Ah, se me olvidaba! Si este hecho hubiese ocurrido en la actualidad, estoy seguro que todos los partidos políticos de la oposición, hubiesen “culpado” al Alcalde por no encontrarse allí regulando el tráfico.

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    comentaris 7 comentaris
    El Espiritu de Samuel
    El Espiritu de Samuel
    23/10/2010 03:10
    Recollons Pandereta

    Qué grande eres Paco, no te desvies a la politica y sigue por el camino de les Contalles que es mucho mas divertido y encima reconforta el Espiritu, por lo menos el mío.

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