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Per Francisco Planelles
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Cuesta lo mismo reír que llorar

    En este crudo invierno, si la musa no me despierta permanezco unos minutos de más en la cama. Veo los noticieros argentinos, uruguayos, franceses, españoles. Sintetizando, no me entero de nada. Luego de levantarme, prendo la calefacción en mi estudio, preparo el desayuno y sentado frente el ordenador abro los e-mails que los amigos tan generosamente me remiten y de postre leo La Vanguardia, Las Provincias, A.B.C. , El Mundo y El País de Madrid. Cuando ya me he hecho de bastante mala leche, salgo a disfrutar de mi paseo matinal.

    Al ir caminando, pienso en cuán asombrosos son los avances de la ciencia. A un señor le agregaron dos a. (lo despenaron), a otro le implantaron los pulmones y el hígado. Me alegro por él: ahora lo podrá celebrar con un buen puro y una botella de whisky. La imaginación de un “gobierno progresista” es asombrosa. Como las cárceles están atiborradas de ciudadanos, han decidido liberar a unos cuantos y encima le regalan una pulsera (electrónica) a cada uno.

    Para ocupar un cargo de responsabilidad ya no es necesario asistir a la Universidad ni siquiera ser inteligente. Alcanza y sobra con destacarse en algún comité de base y al llegar al Parlamento votar por consenso.
    La voz de la razón y la voluntad de las mayorías, perece ante los gritos de la sinrazón de las minorías organizadas.

    Los sindicatos, presionando a la patronal, exigieron mayores salarios. La patronal, para mantener la competitividad, se refugió en la robótica. Resultado: los obreros se quedarán sin trabajo y los empresarios, sin clientes.

    Algunos transeúntes al verme caminar por la acera temblando, seguramente pensarán: Pobre viejo, está muerto de frío. Otros más avezados dirán: Mirá, ese viejo coqueto se va a romper las narices por no usar bastón.

    Primero, no tiemblo de frío. Tiemblo de indignación al ver esos jóvenes acostados por doquier, consumiéndose lentamente por la droga ante la indiferencia de todos. Y segundo, si no uso bastón es por miedo a que me lo roben.
    La sociedad, en su afán de sobrevivir, está dejando tras de sí a muchos, si no semejantes, al menos parecidos que, incapaces de seguir el paso impuesto por el progreso, encontrará usted a la vuelta de una esquina, y de un garrotazo le van a meter a usted todo el progreso en donde le quepa.

    En fin, cada uno que se arregle como Dios le dé a entender. Yo les confieso que, cuando era pobre, tan pobre que sólo tenía ilusiones, era feliz. Después, en la medida que las ilusiones fueron floreciendo, quedé sin ilusiones y sin pétalos. En concreto, mis tiempos más felices fueron cuando era pobre y capullo. Hasta la próxima.

     

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    comentaris 10 comentaris
    paco planelles
    paco planelles
    20/08/2010 11:08
    Si de flores hablamos

    Muchas gracias Cristina. Aprovecho para saludarte y decirte que es un placer leerte

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