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Per Manuel Guisande
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Niños futbolistas, niños esclavos

    Por mucho que me lo quieran vender, por mucho que me digan que viven en unas instalaciones perfectas y que todo está pensado para ellos, que estudian, que van al colegio, que se preocupan en todo momento de ellos y que son felices; todos esos niños que están en residencias de grandes equipos de fútbol, con edades de 14 años, y en algunos casos de 11, son los nuevos esclavos del siglo XXI.

    Y esta nueva esclavitud, pero más perfeccionada, mostrando solamente la cara dulce y no la amarga, es casi similar a la de antaño pero aderezada por el marketing publicitario: el nuevo confeti de colores que oculta la realidad. Este tipo de tiranía sobre la infancia comienza cuando los cazadores de talentos recorren casi a diario cualquier parte del mundo o reciben el aviso de que hay una buena «pieza» que puede interesar.

    Entonces, acostumbrados a la ancestral cacería, siguen paso a paso un ritual que no falla. Estos depredadores de almas llegarán al lugar, la examinarán, y si ven que tiene posibilidades hablarán con la familia, le contarán preciosas y maravillosas historias y se la llevarán atada con el lazo de un posible contrato que solucione la vida de todo ellos.

    Alejados de sus padres, comunicándose por teléfono o recibiendo esporádicamente alguna visita, vivirán enjaulados en unos centros que llaman «de alto rendimiento» y allí vivirán soñando con llegar un día al primer equipo, pensando que serán unas estrellas que triunfarán.

    Todo parece ideal, maravilloso, genial, fantástico; y los equipos, pasado unos años, presumirán que de allí han salido tal y cual futbolista, que ha ganado no sé cuantas botas de oro, que ha marcado no sé cuanto goles; pero nunca hablarán de los que no triunfaron, de a los que tuvieron que decir: «Tú no vales», de los que devolvieron a casa como muñecos, como trapos.

    Es muy probable que entonces esos niños queden marcados por el fracaso y quien sabe si con un problema para toda la vida porque no es lo mismo una decepción vital con 34 años que con 14, pero a quien le importa… de esos, de esos niños, cientos, miles, que apenas levantaban un palmo, no se habla, ni se hablará; quedarán en el olvido, en el silencio, con sus corazones rotos, con sus ilusiones y sueños destrozados, y lo único que habrán ganado habrá sido no haberse educado en un entorno familiar como niños que son, y la vida seguirá como si no hubiera pasado nada. Quizás sea por eso por lo que hay muchos deportistas de élite, niños al fin y al cabo, que no sonríen, como nunca sonrió ningún esclavo.

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