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Per Vicent Albaro
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Carreras y caminatas por las montañas

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    Carreras y caminatas por las montañas- (foto 1)
    Carreras y caminatas por las montañas- (foto 2)

    Aún recuerdo una anécdota a finales de los setenta cuando los jugadores del modesto equipo de balonmano local, hacíamos carreras por las afueras del pueblo para mantener la forma física, pues la pista de hormigón del Grangel Mascarós se quedaba pequeña y aburrida, y por aquel Moreral y aledaños, lleno de pallozas y huertos con su hortelano atando barracas de tomateras, y exclamando graciosos piropos al paso del trote de la cuadrilla, ataviados con equipajes heredados de cuarta mano, aquello de: ¡Galapooosss! ¡Mantusanoooosss! Y la socorrida sentencia que me sé de memoria, y creo que me ha acompañado toda la vida: ¡Llástima d’aixà! Haciendo alusión a los haraganes que pasaban veloces ante ellos. Dos culturas y dos formas de vida distintas, se entrecruzaban hace cuarenta años.  

    Con el tiempo ha resultado ser que ya no hay hortelanos, los bancales están yermos y los caminos llenos de corredores a todas horas, ciclistas, paseantes y caminantes de todo pelaje. Ya nadie lanza exabruptos medio en serio, medio en sorna por la sencilla razón de que aquellos abuelos, ya no existen. Las sendas y los caminos se han convertido en una arteria colorista los fines de semana y, pre y post del horario laboral; así visto, las modas se imponen y con ellas una pléyade de virtuosos seguidores de las mismas. No se sabe a ciencia cierta, si será duradera esta masiva invasión a los campestres lares, pero sí que ha calado en un sector de la población, que lo ha tomado con una afición inusitada. Sin duda, las carreras que se celebran por todo lo largo y ancho de nuestra geografía contribuyen a ello, y con meridiano éxito por lo que se ve.

    También puede ser que sea un deporte barato comparado con otros, un chándal ajustado tipo legins o como se llame, unas zapatillas al uso y a correr. En cuanto a las zapatillas, me comenta un viejo amigo corredor, que las hay de mil maneras y colores. En mis tiempos balonmanistas, existían las Adidas y las Munich, en dos o tres versiones y para de contar. Los del baloncesto tenían las USA, John Smith, tipo botín de lona, blanquitas y relucientes y al final, para los exiguos bolsillos, siempre quedaba el mercado del miércoles para comprar unas generalistas marca el pato, que te sacaban del apuro. Así, que jugar en una cancha de cemento, que era un patio de colegio, con baches, frío y lluvia era lo normal, y con las zapatillas cabían pocas florituras.

    Pero de qué extrañarse, si me cuentan que, una de esas bicicletas que veo pasar por el camino que cruza mi olivar, puede costar más de un millón de las antiguas pesetas. Una bicicleta para pedalear se supone, claro. Si aquellos abuelos de mi época, levantaran la cabeza se lo pasarían pipa, haciendo colas con su carro y burro parapetando a todos estos usuarios de los caminos rurales, en un tapón tan cómico como jocoso. Porque ya me dirán ustedes, si uno de estos aguerridos ciclistas que van por esas sendas destartaladas, se encontrara de súbito en una curva tupida de coscoja y pinar, a un mulo de 700 kilos cargado con su serón y aparejos de labranza de frente y mitad. ¡Socorro!  No sé quien se asustaría más, si el astronauta del  pedaleo o el équido mular de pelaje royo, lo que sí sé que el paisano mulero, sacaría su garrota y repartiría estopa a diestro y siniestro, ante el avasallamiento de su entorno natural y secular caminar.

    Por suerte esto será difícil que ocurra ahora mismo, porque tampoco los hay, los animales de carga quiero decir. Algunos aún lo vivimos con las pesadas motos trialeras de los setenta, aquellas Bultaco-Sherpa, Montesa-Cota y Ossa-MAR, que escalaban rugiendo caminos y sendas, mientras los últimos agricultores todavía labraban los estrechos bancales de cualquier sierra del término. Aquellos olivares montaraces que se resistían a sucumbir, engullidos por el pinar y la maleza y que hoy en día lo dominan todo. En ese tiempo, a lo sumo, podías encontrarte algún cazador que disparaba al zorzal a la choca y poco más.

    Ahora el campo nuestro es un ir y venir de gentes. Comenzaron los del centro excursionista, después los corredores de maratones que eran cuatro en guerrilla, algunos que se entrenaban para subir a Useres. Los peregrinos de las ermitas con sus salidas de preparación. Con los años se unieron las actividades municipales de conocimiento del término, el auge de las BTT y sus carreras peñagolosilas, las motos de Enduro que resisten al infarto ecolojeta, y por último, los paseantes por gusto y placentero relax. Así que no falte nadie a trajinar caminos, que las modas son para eso, para hacerse notar y lucir esnobismos.

    A mí me da lo mismo, lo digo con sincera vocación de espectador, que es lo que me toca ahora mismo. Pero me apena que con tanto paseante, nadie o casi, eche una santa mano a nuestros campos que se han convertido en auténticos andurriales, sin amo ni gestión. En aquellos años estaba todo invertido, todo al revés, las gentes en los campos y pocos en el camino. Ahora ya ves, deporte y gimnasio hasta el delirio. Como si no fuera deporte labrar con el motocultor, serrar troncos de árboles, recoger las ramas de la poda o varear almendros y olivos. No, no debe serlo. Porque si lo fuera, los campos estarían lustrosos y lozanos hasta el frenesí.

    A mis buenos amigos cazadores, también habrá que hacerles entender, que hoy por hoy, sobran disparos y faltan azadas y labrantíos para reponer la fauna, exhausta de sequías y huérfana de un medio natural asequible. Solo los jabalíes pululan a placer desmochando almendros y su fruto.  Solo faltaba además, que les dieran la puntilla a los parañeros, para que las pocas fincas trabajadas se llenaran de aliagas y de ruina moral. En fin, que todo cambia y lo que te rondaré morena. Yo, estaré a la vera del camino, a verlos pasar y si alguno saluda al paso, pues se le contesta con educación y soltura. A mandar.

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    comentari 1 comentari
    Vicent Bosch i Paús
    Vicent Bosch i Paús
    16/02/2018 07:02
    El pla del Vinyer i la lloma Bernat.

    A prop de l'Alcora tenim el magnífic pla del Vinyer, on caminar, és un plaer. Molta quietud i poc de soroll i quasi sempre s'escolta un ocell cantar. Quasi mai passa un cotxe, ni et trobes a cap caminant. En és quasi exclusiu. I la lloma Bernat, com ella, cap. El que passa que amb l'edat, el que era, ja no ho és!

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