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Per Vicent Albaro
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Ya no se puede ni se debe, pasar de la política

    En los años de la transición democrática, nuestros padres solían decirnos a los muchachotes de entonces: “Hijo no te metas en política”. Lo decían con la mejor intención claro está, y sin duda basado en la propia experiencia. También con el mejor ánimo de protegernos de algo malvado, o por lo menos digno de preocupación y quebrantos. Han ido pasando los años y la política se ha metido con todos, hasta con aquellos que fuimos advertidos de no meterse con ella.

    Se han sucedido en estas décadas: gobiernos nacionales, regionales y municipales de distinto signo y color, hasta europeos que nos pillan muy lejos. Habían gestionado con mayores o menores aciertos, pero una estabilidad social y económica, un respeto hacia el individuo y a la sociedad civil, alentaba una cierta confianza en esas instituciones; haciéndolas próximas y hasta simpáticas, donde no siempre estaban los mejores, pero como dicen en mi pueblo, hacían y dejaban hacer.

    Con la llegada al poder de José Luis Rodríguez Zapatero, que en mala hora ciñó espada parlamentaria, la intromisión política en la vida de los contribuyentes ha sido galopante y lacerante. Ríete del polvo, sudor y hierro ZP cabalga, nueva versión del poema de Machado, Manuel. Sus políticas de provocación y enfrentamiento con la media España que no le vota, han revuelto las aguas de la charca patria hasta hacerlas pestilentes, insalubres e insoportables. Hasta tal punto es odiado este ya mochales personaje, que el más recalcitrante votante de la derecha, añora devotamente al expresidentes Felipe González Márquez, que ya es decir. Y por la misma regla de tres, para aquellos que vivían en la Arcadia feliz de no meterse en política, ha despertado sus deseos vocacionales más inconfesables, de entrar en la arena política, por la sencilla razón de que este gremio de servidores públicos, no me soluciona los problema por los que les pago, sino que muy al contrario, me están creando más, sin buscarlos, y encima amenaza con destruir toda una vida de trabajo, lucha y sacrificio. Hasta ahí podíamos llegar.

    Es de suponer que por esta causa y por otras mejor retribuidas, las nuevas listas electorales van incorporando a más candidatos con oficio y beneficio, que hace un tiempo no lejano parecían impensables. En estas elecciones próximas, va a haber mucho interés en dar un vuelco a situaciones límite de desgobierno y despilfarro, de mala gestión y excesiva doctrina ególatra, partidista y antidemocrática, del conmigo o contra mí. Sería bueno volver al respeto por el contrario, y al sentido común que es el común de los sentidos, para resolver los verdaderos y serios problemas de la gente, como es la falta de un puesto de trabajo y la buena gestión de los recursos públicos, el no malgastarse los cuartos en el estudio de la reacción anímica por el refajo rosa, en la tribu Cocolay, pongo por ejemplo.

    Y uno se pregunta cómo un gobierno de España ha llegado a tanta degradación. Unos señores que deberían ser la flor y nata de nuestra sociedad. En integridad, conocimiento, sapiencia, donaire y por encima de todo honradez. ¿Es que en el PSOE no se encuentran varias docenas de hombres y mujeres con prestigio sólido, capaces de administrar y regir un gobierno?. Me niego a creerlo, pero la realidad es tozuda y confirma que, o no los hay, o la endogamia ha enfermado al partido.

    Hace años, hablamos del 10-IV-1931 el cronista Agustí Calvet escribía en la Vanguardia, bajo el seudónimo de Gaziel, en tiempos de la siniestra II República lo siguiente: “ ....¿No hay medio de encontrar concejales para Barcelona?...No, no señor; no lo hay. Los partidos se vuelven locos para reclutar candidatos. Nadie quiere ser concejal. Puede decirse que casi sólo lo desean los indeseables. Los demás, los capaces y probos, o se niegan o aceptan con resignación. Enumeremos la causa de este extraño fenómeno: la Casa de la Ciudad (Ayuntamiento) tiene una fama horrible: entrar en ella, limpio y sin tacha, es como meterse en un lugar de apestados. Segunda, para ser concejal, si se quiere desempeñar dignamente el cargo, hay que abandonarlo todo por la cosa pública. Tercera, no es fácil menospreciar el rendimiento de un negocio propio, de años de esfuerzo para enredarse, sin compensación alguna, en la baraúnda de la política llena de sacrificios, sinsabores gratuitos y salpicaduras inevitables. Cuarta, la concejalía sólo tienta, en tales condiciones a quienes con ella satisfacen su vanidad, a los que esperan abonar un interés determinado, y a los aprendices de profesionales de la política, que aspiran a una y otra cosa.

    Pero la causa principal la pondremos a parte. Es el crónico individualismo del español, elevado a la máxima potencia entre los catalanes, que los hace desinteresados de la cosa pública. Barcelona está llena de entidades profesionales o corporativas regidas, por diríamos, “lo peorcito de cada casa”. Los mejores se encogen de hombros. Y cuando se trata del Ayuntamiento, no se limitan a este gesto, sino que se esconden siete palmos bajo el suelo.” Hasta aquí Gaziel.

    ¿Qué, les suena?. Nada hay nuevo bajo el sol... ¿He?. Un amigo mío se ha metido en política, cuando ha entendido que abrir la luz y llenar el depósito de carburante, es política. ¡A buenas horas mangas verdes!.Sí amigo, una buena política económica de un gobierno central competente nos ayuda a sobrevivir. Bueno, a decir verdad, Manolo Pizarro ha contribuido a abrirle los ojos. Yo espero que mucha gente abra de una vez los ojos, y sean conscientes de lo seria que es la política, y que darle el voto a cualquiera, no es cualquier cosa. A mi me agradaría darle un toque femenino a la alcaldía de mi pueblo, por su gran competencia y talento, además de que María de las Mercedes es el nombre de una bellísima Reina de España.

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