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Per Vicent Albaro
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Entre moros y cristianos (I)

    Me crucé con él hace pocos días, me saludó y cambiamos unas pocas palabras sin importancia, cosas de la salud, la familia y lo floja que había sido la campaña de la aceituna. Me comentó que a su mujer le había gustado mucho la fiesta medieval de semanas atrás. Sonreí y nos despedimos, con un “con Dios o con Alá”, que para el caso es lo mismo.

    Said tiene la tez cetrina, usa barbas fragosas y una mirada aguda e inteligente. Suele acudir a la mezquita cada viernes junto a otros compañeros a practicar sus rezos. Cada temporada me ayuda a recolectar por los adustos bancales, las diminutas olivas que se transformarán mágicamente en el líquido dorado, sano, saludable y sagrado, con el que además de preparar sabrosos guisos, ha ungido desde la más remota antigüedad, a hombres santos y reyes de todas las culturas. Cuando hemos estado juntos en el olivar, no le he dicho nunca que al pasar junto a la vieja farga, cuya edad se desconoce de lo vieja que es, y como buena señora y reina de la finca procuro no averiguarlo para respetar su coquetería femenina; pues pienso, si no serían unas manos como las suyas quienes la plantaron por estos insufribles andurriales montañosos del término, hace ni se sabe el tiempo. Y paradojas de la vida, ahora resulta que nuevos musulmanes, patean esta tierra áspera y recóndita, ansiosa de lluvias amables que sazonen su vientre secular.

    Sé que fué peón de albañil cuando la construcción daba pan y esperanza de futuro. No tengo suficiente confianza para preguntarle si llegó en patera y si es asiduo de Cáritas parroquial. Pero su presencia me impone respeto y debo confesar que desde que le conozco, el rótulo de la calle Moros de mi pueblo, ha cambiado por completo de significado. Es curioso como del abstracto de ayer, me suena hoy a homenaje, a reconocimiento de su cultura, por el nombre de la misma villa, al-Qurá, hallándose patente alrededor de mil formas y conceptos etimológicos tangibles como: albaricoquero, alfalfa, altramuz, almez, alcachofa, al-karroba (algarroba), as-saquiya (acequia) as-sudd (azud). Además de los numerosos topónimos Beni no-se-qué, Gua…tal, etc…y voy a cortar porque sería demasiado largo.

    Tenemos muchas cosas en común, menos el habla ininteligible del árabe, pero sí el castellano y el francés, -bendito francés del bachillerato del plan del 57- así como afición por las cosas del campo, y el ansia de luchar por una vida mejor aún con la que está cayendo. Una tormenta de pedrisco agosteño inacabable con rayos mata ermitaños que arruina cosechas, haciendas, vidas y esperanzas, sin una mala alpargata del Venerable Cura Beltrán que la conjure y acabe en el erial del monte de las Pedrizas. Ya ven me ha salido la vena religiosa, patente al doblar cada esquina del pueblo, y con ello también coincidimos Said y un servidor aunque no lo hayamos parlamentado nunca. Para él tenemos el mismo Dios-Alá, y diferentes profetas: Mohamed y Jesús. Obviamente no puedo estar de acuerdo en esa calificación hacia Jesús, que según la liturgia cristiana fue bautizado por san Juan el pasado domingo, con las palabras santas del Padre Eterno: “Este es mi hijo amado, en quien he puesto mis complacencias”, pero al menos la morisma, lo reconoce como profeta. Los judíos son más suyos, el Maestro de Nazareth fue un paisano y poco más, para ellos el mesías está aún por llegar, así que paciencia.

    Por estas tierras deambularon muchas etnias y culturas, de ellas conservamos muchas cosas por ejemplo de la dominación romana, el vinum, óleum, pánicum, léntes, favae, linux, prunus, pomarium, cerasus, persicus, sórbus, malagranata, amigdalus, con lápidas funerarias, termas de santa y todo, más otro largo etc…así que cuando los antiguos descendientes de Said, comandados por Tarik-ben-Zeyad se cargaron al rey godo don Rodrigo en los márgenes del río Guadalete, invadieron la península ibérica asentando sus reales por estos lares, no lo introdujeron todo, pues ya había mucho de antes, pero sin dudas lo mejoraron ostensiblemente hasta el punto de seguir vigente en la actualidad.

    El profeta Mahoma, alienta a su pueblo con la promesa de: “Todo el que plantase o sembrase alguna cosa, y del fruto de sus árboles o sementeras comiesen los hombres, las aves y las bestias, les sería computado en la otra vida cual si lo hubiese dado en limosna”. Por ello no es de extrañar el afán de mejorar cualquiera de las técnicas agrícolas, así como la garantía de buenas cosechas que dan vida y prosperidad. Cuantas más vueltas le doy al asunto más me acerco a este sarraceno norteafricano, que transita cerca de mi casa. Pues como amante que soy de rincones perdidos e ignorados, siempre me ha impresionado el trabajo realizado en los montes de abancalar desniveles imposibles, cuyas paredes de formación perfecta, aún sobreviven al tiempo y los elementos.

    Casi sin buscarlo cayó en mis manos el libro de un ingeniero de montes llamado García Maceira, y en un capítulo sobre agricultura árabe en España escribe: …”el que observe aún hoy al labriego aplanar la montaña, atacando con el pico la dura roca del macizo; el que vea transportar allí la tierra y busca el agua entre las grietas del inclinado estrato, plantando más tarde sobre el firme y fertilizado suelo viñas y olivos, que no se afane por buscar la genealogía de esos esfuerzos, ni busque le escuela que propagó esos principios, porque tales restos de provechoso cultivo, transformador y atrevido, son dejos de aquella raza que, levantando en una mano el Korán y en la otra la espada, salido de los abrasados arenales del desierto, asentó en su marcha triunfal a través de antiguas naciones, ideas de civilización y cultura en un solo pensamiento…”. Leches, esos somos nosotros no hace mucho, y aún hoy queda algún quijote.

    Después de leer a García Maceira, creo que la olivera farga tendrá mucho que contar un día de estos, no sé si tendré que sincerarme con Said, y pedirle que le hable él en el idioma bereber, por si no entiende el cristiano y al final sepamos su fecha de nacimiento, aunque poco importa, pues sigue dando cada año la olea o la seytún, diminutas y brillantes en un ciclo imperturbable.

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    comentaris 3 comentaris
    Vicent Bosch i Paús
    Vicent Bosch i Paús
    15/01/2012 05:01
    Sabah el khiar.

    Si els vols saludar pel matí cal dir-los o bon dia o sabah el khiar o ma3a salama si els vols dir adéu. Jo que conec d'una manera privilegiada les dues cultures, la diferència és mínima. Com a conducta humana no he observat cap tret distintiu. Els musulmans que van expulsar el 1609 de les terres que vivim, segons Joan Francesc Mira eren més valencians que els valencians que van romandre.

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