Monjas, avestruces y conejos, la gala más “animal” de los Goya: looks que pasarán a la historia

Los Premios Goya son todo un espectáculo para los amantes de la moda y, sobre todo, los críticos estéticos. Porque lo más esperado es ver los trajes y vestidos que lucen las actrices y actores pero, también, aquellos que llaman la atención y no precisamente por su elegancia.

Carla Pereira nos ha dejado a todos boquiabiertos con sus orejas de conejo. La cineasta opta al Goya al mejor cortometraje de animación por Proceso de selección y vestía una blusa blanca con pantalones amarillos y volantes en el cuello, así como unas orejas verdes en la cabeza.

También se ha comentado en redes sociales el traje de Dior de Verónica Echegui, a la que han dicho que iba vestida como una sacerdotisa, con capucha y transparencias. Echegui está nominada por el mejor cortometraje de ficción "Totem Loba”.

Cristina Castaño también iba vestida con un traje muy arriesgado con encajes y zonas al descubierto. Pero gracias a su propio estilo y belleza lo lucía con mucha elegancia.

Jorge Motos llevaba un traje de Palomo Spain muy original que nos recordaba a Locomía con esas hombreras XXL y Paco León también apostaba por un traje de Gucci también muy llamativo, con plumas a los brazos. Del traje de Rozalén también se ha hablado y hay quien en redes se preguntaba si estaba inspirado en una avestruz.

Y tan atrevido como siempre, Eduardo Casanova que iba vestido de Mans con un traje negro y dos llamativos lazos rosas, a conjunto con su pelo teñido. Óscar Jaenada tampoco ha dejado a nadie indiferente con su look de... ¿cowboy?

Una de las protagonistas de la noche ha sido sin duda Nieves Álvarez, quien ha lucido un curioso vestido de Stephane Rolland, diseñador con el que ya ha contado en anteriores ocasiones y que consistía en un falso cuerpo circular combinado con una falda de corte de sirena. Ella misma ha contado que el traje ha tenido un accidentado viaje de París a Valencia. Además, llevaba en su mano un impresionante anillo de Bulgari con una enorme piedra de zafiro azul que perteneció a la mismísima Elizabeth Taylor.