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Gestionar bien ​​el agua de l’Albufera como mejor medida de mitigación del cambio climático

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    El pasado viernes, 24 de noviembre, Acció Ecologista-Agró y SEO/BirdLife convocaron, dentro del convenio que mantienen con el Ayuntamiento de Valencia, una mesa redonda en el Tancat de la Pipa, área de reserva del Parque Natural de l’Albufera que custodian. Bajo el título ‘¿Cómo​ afecta el cambio climático a la Albufera?’ una treintena de personas asistieron a esta cita para informarse y debatir sobre el impacto y el futuro del cambio climático en esta zona húmeda de importancia internacional.

    La mesa redonda, que contaba con la participación de diferentes expertas en materia arrancó con la intervención de Pau Monasterio, activista de Ecologistas en Acción​. Pau introdujo brevemente, para contextualizar el resto de las ponencias, qué es el cambio climático y cuál es la diferencia que guarda con el calentamiento global. También expuso las principales causas del cambio climático, conocidas también como forzamientos climáticos (variaciones de la radiación solar, erupciones volcánicas, nubes, variaciones en la concentración de gases efecto invernadero, etc.) y cómo afectan a los diferentes componentes del sistema climático de la Tierra. 

    En este sentido, “los cambios en gran medida son irreversibles” apuntó Pau. Por ello es imprescindible poner el foco en estrategias aplicadas o a aplicar para hacer frente estas problemáticas, que de acuerdo con lo que explicó, pueden ser de mitigación o de adaptación, aunque existen otras como el decrecimiento.​

    Seguidamente, para aterrizar la cuestión al caso de l’Albufera, Paco Collado, técnico del servicio Devesa-Albufera, hizo hincapié​ los proyectos que se han desarrollado en la fachada litoral como respuesta a la vulnerabilidad del parque natural a alteraciones que ya son reales. Concretamente en los trabajos llevados a cabo para recuperar el cordón dunar y poder aumentar la protección de la línea de costa ante el efecto destructivo del mar que, debido al cambio climático, cada vez será mayor.  

    Al respecto, mencionó la regeneración dunar iniciada por la Demarcación de Costas este verano en las playas del Saler. Una actuación que pretende evitar la pérdida de biodiversidad propia de estos ecosistemas. Además de devolver al frente costero, los 70 metros de restinga que en las últimas décadas hemos ido perdiendo como consecuencia del encauzamiento de los ríos, la construcción de presas y de las sucesivas ampliaciones del puerto de Valencia. Pero también por el cambio climático, pues no hemos de olvidar que el aumento del nivel del mar, debido al aumento de la temperatura media, contribuye asimismo a la erosión litoral (por cada centímetro que aumenta el nivel del mar se pierde 1 metro de playa) y a la aceleración de dicho proceso.

    Así lo apuntan los datos aportados por Paco. “Desde 1948 a 2019 la elevación anual del nivel del mar se ha estimado en 1,6 mm/año. Sin embargoo, teniendo en cuenta el efecto sinérgico negativo provocado por la dilatación del agua, esta cifra se ha duplicado. De manera que, de 1923 a 2020 dicha elevación ha pasado a ser de 3,3 mm/año”. 

    Esta tendencia resulta alarmante pues amenaza de muerte por salinización a la Albufera de Valencia que, como señaló Lucia Moreno, técnica de seguimiento de zonas húmedas del PN de l’Albufera, constituye un regulador climático a nivel regional de primer orden. “Los humedales son uno de los ecosistemas que más CO2 pueden secuestrar. No obstante, es cierto que esta capacidad depende del estado de conservación de los mismos”. Aquí entra en juego la gestión del ecosistema, que va más allá de la preservación de la franja arenosa que lo protege del mar, y que pasa​ por ​regular la cantidad y calidad de los aportes de agua que el lago requiere. A lo que se suma la necesidad de estudiar y enfrentar los efectos del cambio climático que azotan los recursos hídricos y que por desgracia “vendrá​n en cascada”.

    Una gestión en la que se imbrica además la necesidad de abordar con la complejidad que merecen cuestiones asociadas por ejemplo a la paja del arroz o al empleo de químicos por la intensificación del cultivo del arroz. 

    Atendiendo al potencial productivista del humedal, centrado en el monocultivo de este cereal, Amanda Subiela, de Amigues de la Terra, para cerrar la jornada reflexionó sobre la necesidad de territorializar la producción agrícola. El objetivo es compatibilizar esta actividad con la conservación del ecosistema y aumentar la resiliencia del territorio. Para ello es imprescindible, por un lado, romper las cadenas de un modelo globalizado que​ nos hace más dependientes de los combustibles fósiles y que atenta contra la vida y la naturaleza y, por otro, crear nuevas narrativas entre todas. “En el imaginario y la colectivización encontraremos las respuestas”.

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