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El Domingo de Ramos llena de fieles con palmas y ramos de olivo la Catedral de Valencia en la misa presidida por el Arzobispo

El Domingo de Ramos llena de fieles con palmas y ramos de olivo la Catedral de Valencia en la misa presidida por el Arzobispo
  • Anima a vivir la Semana Santa desde el ejemplo de “amor total” y “sencillez” de Jesucristo

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El Domingo de Ramos llena de fieles con palmas y ramos de olivo la Catedral de Valencia en la misa presidida por el Arzobispo - (foto 2)
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El Domingo de Ramos llena de fieles con palmas y ramos de olivo la Catedral de Valencia en la misa presidida por el Arzobispo - (foto 4)

La Catedral de Valencia ha acogido hoy la solemne misa del Domingo de Ramos en la Pasión del Señor, precedida de la bendición de las palmas y los ramos de olivo de los fieles por el Arzobispo, monseñor Carlos Osoro, en la puerta de la Almoina, donde el prelado ha proclamado el pasaje del Evangelio correspondiente a la entrada de Jesús en Jerusalén.

Tras la bendición, el Arzobispo, acompañado por el Cabildo de la Seo y los fieles, han iniciado la procesión que ha discurrido por la plaza de la Virgen y la calle del Miguelete, para entrar por la puerta de los Hierros a la Catedral, cuyos bancos se encontraban llenos de personas también desde quince minutos antes de iniciarse de la celebración.

Los campaneros de la Seo han accionado las campanas de las torre del Miguelete durante toda la procesión hasta el inicio de la celebración de la eucaristía, en la que también ha intervenido la Coral catedralicia.

En su homilía, tras la lectura de la Pasión de Nuestro Señor Jesucristo, según San Lucas, monseñor Osoro ha llamado a todos los fieles a vivir en profundidad las celebraciones de la Semana Santa, en especial del Triduo Pascual, de una “extraordinaria belleza” y a descubrir en ellas “lo nuevo que hay cada vez que experimentamos el amor total de Jesucristo al ser humano”.

Además ha exhortado a “mostrar a todos siempre y más que nunca ahora, también a los que viven alejados” de la Iglesia, el rostro de Dios “desde la sencillez de la entrada de Jesucristo en Jerusalén, que no fue a lomos de un caballo como los grandes”, sino en un “borrico, en el más elocuente ejemplo de humildad”.

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