González Tornel: «Para que una imagen llegue a convertirse en icono ha de tener presencia y carisma»

Pablo González Tornel, profesor de Historia del Arte de la Universitat Jaume I, ha reflexionado sobre el valor que se le otorga a las imágenes sagradas más allá de su valor como obra de arte, convirtiéndose incluso en imágenes vivientes o casi seres vivos, en el curso «Arte, ciencia y magia. La imagen entre el mito y el conocimiento» dentro de la Universitat d’Estiu de la UJI. De esta manera, ha intentado responder a la pregunta de si el cristianismo es un culto idolátrico.

González Tornel ha comenzado su intervención explicando que el cristianismo, o catolicismo más tarde, es un culto icónico desde la antigüedad porque tiene una serie de principios que justifican la utilización de imágenes. En este sentido, ha señalado que Dios ya se establece como legitimador de la creación de imágenes por el hecho de que crea al hombre a su imagen y semejanza. Así mismo, también ha puesto como ejemplo el sacramento de la Eucaristía, que actualiza esa idea de materialización de la divinidad.

En esta línea, el profesor de Historia del Arte de la UJI ha apuntado cómo la jerarquía de la iglesia también se pronuncia en torno al valor icónico en el Concilio de Nicea y en el Concilio de Trento, en los que se define no solo el concepto de imagen sagrada como una representación sino también la relación de los fieles con la imagen, a la que hay que mostrar respeto pero no adorar.

No obstante, González Tornel ha señalado que, a pesar de que se reclama este uso racional de las imágenes por parte de la iglesia en ambos concilios, la realidad es diferente. «Los devotos tienen una relación con las imágenes que excede los límites de esa racionalidad», ha afirmado. Así, el profesor ha explicado que esta relación no ocurre con cualquier imagen sino que suele ocurrir con los iconos, a los que se les confieren incluso cualidades de seres vivos.

«Para que una imagen llegue a convertirse en icono ha de tener presencia y carisma», ha apuntado González Tornel. Para ello, según ha explicado el profesor, son necesarias una serie de atributos como el origen prodigioso; una historia que vincule la obra al momento real o a una visión de la divinidad que le confiera esa presencia real, y la activación de la imagen, es decir, procesos de enmarque o consagración para dotarla de mayor visibilidad.

Para finalizar, González Tornel ha destacado cómo a partir de estos procesos «la imagen deja de ser una representación para volverse un ser vivo que actúa sobre los fieles a través del milagro. Se produce una fusión entre imagen y arquetipo» y ha subrayado el nivel de relación al que pueden llegar los cristianos con sus imágenes sagradas, el carácter mágico que a veces se les otorga y lo muy idolátrico que puede ser en ocasiones la liturgia del culto cristiano.