Es un genocidio
Gaza muere. Mientras las bombas caen, los niños mueren y las familias enteras son aniquiladas por las balas del ejército israelí o por hambre. Y el mundo miramos hacia otro lado. Gobiernos, organismos internacionales y potencias autoproclamadas defensores de los derechos humanos se limitan a comunicados vacíos y condolencias que no salvan vidas. Es un genocidio transmitido en tiempo real, documentado por periodistas valientes y ciudadanos atrapados, pero invisibilizado por la pasividad cómplice de la comunidad internacional.
A esta tragedia se suma una paradoja inquietante: ¿dónde están los combatientes de Hamas cuando los tanques avanzan? Me refiero a los terroristas que dieron pie a empezar toda esta locura ¿Dónde está esa fuerza que dice representar y defender al pueblo palestino? Mientras los civiles son masacrados, no hay imágenes de resistencia organizada ni de protección armada real. Ni una estadística de cuantos soldados israelíes han muerto en combate. El silencio de Hamas en el campo de batalla es ensordecedor, y plantea preguntas incómodas sobre su verdadero compromiso con la población que dice liderar.
Lo que ocurre en Gaza no es simplemente una guerra: es un crimen de lesa humanidad. La historia no perdonará la inacción global ni la instrumentalización del sufrimiento palestino por parte de quienes se ocultan tras el humo de las bombas para perpetuar su poder. Pero para los inocentes muertos de hoy de poco le servirá la justicia de mañana en los organismos internacionales como el Tribunal Penal Internacional de la Haya.