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Por Miguel Bataller
Columna de Michel - RSS

Un verano familiar inolvidable

    Hace muchos años, más de veinte sin ningún género de dudas, que yo no había dejado de estar en contacto con todos vosotros, amigos y lectores de mis columnas, más de quince días.

    No sé si será, porque los años empiezan a pesarme y me hacen perder agilidad mental o porque ya nada o casi nada me sorprende y me enfada más allá de lo normal, pero durante este lapsus de mes y medio sin estar en contacto con vosotros, he disfrutado mucho de mi vida familiar con mis hijos y nietos.

    Lo programamos para celebrar nuestras Bodas de Oro de casados para el año 2020, pero el maldito COVID, nos ha obligado a retrasarlo dos años.

    Hemos convivido día y noche durante un crucero de algo más de una semana, por el Mediterráneo Oriental.

     Descubrimos todos a la vez una Turquía muchos más occidental de lo que yo pensaba (al menos Estambul ) pasando también por Bodrún, Atenas y Mikonos, para regresar al punto de salida en el COSTA VENECIA, una auténtica ciudad flotante de unas quince cubiertas, en las que no faltaba ni un solo detalle, para hacernos la vida lo más variada, agradable y dinámica que podíamos desear.

    Espectacular poder cruzar el Mar de Mármara de punta a cabo para pasar bajo el puente Galata, que separa las dos mitades de Estambul, la europea en la que atracamos y la asiática justo frente a la nuestra con una enorme bandera Turca ondeando orgullosa de su duplicidad continental.

    Para mis más de tres cuartos de siglo de vida, en muchos momentos con un agobio excesivo, como lo ha sido también y en mayor medida para mi esposa.

    En ningún momento oí ninguna queja ni de mis hijos ni de mis nietos.

    Entre partidos de tenis de mesa, de minigolf, incluso de futbol sala o de  baloncesto con otros chavales de su edad, mis nietos e incluso mi hijo, ocupaban su ocio en los días en alta mar, sin excusiones programadas.

    Los demás leíamos, tomábamos el sol, escuchábamos la música o asistíamos a los programas de  todo tipo que nos organizaban para ocupar los momentos de ocio.

    Las noches siempre empezaban con un espectáculo ameno en el teatro al anochecer y diferente cada día, para pasar luego al Restaurante a las nueve los de nuestro turno, para disfrutar de un excelente menú atendidos por un personal tan atento como educado.

    El resto de las comidas se hacían en los restaurantes de autoservicio que estaban abiertos desde primera hora de la mañana hasta bien entrada la noche.

    Este ha sido  el tercer crucero en mi vida, pero sin duda el más completo.

    No quiero asegurar que será el último, pero en buena lógica si debe de serlo y no lo lamantaré.

    Al final de la Guerra del Golfo hice el primero, para celebrarlo con mi esposa y mis hijos muy jóvenes, saliendo de Miami por las Islas Bahamas, pero fue totalmente distinto y más corto, porque lo combinamos con la visita a Walt Disney y Orlando en la Costa Este de los EEUU.

    Cuatro años después hicimos el primero por el Mediterráneo, celebrando nuestras Bodas de Plata, saliendo de Atenas, tocando las islas de Santorini, Mikonos,  Creta y Rodas para acabar  también la costa turca junto a Izmir (para nosotros Esmirna) en una ciudad portuaria encantadora cuya traducción era EL PUERTO DE LAS PALOMAS en español.

    El barco era cómodo, pero de dimensiones muy reducidas en todos los sentidos y el servicio también excelente y más familiar al ser muchos menos los pasajeros.

    En fin amigos, toda una maravillosa experiencia familiar que por supuesto nunca vamos a olvidar mi esposa y yo.

    Espero y deseo que también nuestros hijos y nietos cuando se reúnan en el futuro, cuando ya no estemos nosotros, conserven la imagen alegre y positiva de unos abuelos que les han querido y disfrutado maravillosamente, mientras la salud se lo ha permitido.

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