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Por Miguel Bataller
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GDANSK: El futbol es motor cultural

    Gracias a ser socio del Villarreal C.F y a mi afición incondicional al futbol desde mi niñez y a haber acompañado al equipo amarillo a GDANSK, puedo hoy combinar en esta columna, deporte y cultura emparentados.

    ¿Quién hubiera apostado en Septiembre del 2020, por un Villareal campeón de Europa en la Euroliga e incluso aspirante a Supercampeón de todo el futbol europeo si es capaz de derrotar, en plena canícula veraniega en Agosto, al Chelsea o al otro Manchester (el City) que son los dos únicos posibles ganadores de la Champións, este fin de semana?

    Pues esta maravillosa posibilidad, se hizo realidad anoche día 25 de Mayo, al ganarle al Manchester United en Gdansk, después de 120 minutos interminables y emocionantes en grado sumo y tener que ir al punto de penalti 22 veces consecutivas, sin que ninguno de los jugadores del campo erraran un solo disparo ni ninguno de los dos porteros, atajara uno sólo de los tiros desde el punto fatídico, hasta que en él último de ellos, Rulli adivinara las intenciones de De Gea, tirándose a su izquierda para desviar fuera del marco su disparo.

    Curiosamente se podría decir, que la casualidad o San Pascual Bailón, quisieron convertir en héroe al argentino y en villano al español, para generar el mayor estallido de alegría y pasión por sus colores que yo he visto en un terreno de juego, en mis casi sesenta años de disfrutar del futbol y de unos cincuenta del futbol de élite.

    He presenciado ya en vivo y en directo otras tres finales con el Valencia, en Paris, Milán y Goteburgo, con dos derrotas en las primeras y una victoria en la última.

    Ayer conseguí el empate en el último penalti, después de repetirse por quinta vez el empate habitual entre AMARILLOS Y ROJOS, que siempre que se habían enfrentado en cuatro ocasiones acabaron en tablas.

     Pero lo mejor de todo, fueron las 36 horas más o menos que pasamos en la capital de la Pomerania polaca, ciudad histórica donde las haya, víctima muchas veces de invasiones de todo tipo, que no han conseguido nunca doblegar el firme y sólido carácter polaco.

    En esas horas tuve la suerte de tropezar gracias a Marina Gil Gómez, hija de mi amigo Vicente que viajaba con nosotros, con un guía turístico de apariencia muy normal, que ofrecía visitas históricas guiadas gratuitas bajo la batuta de un paraguas amarillo y de nombre Martín, que durante más de tres horas, nos acompañó a un grupo de nueve personas todas españolas, para explicarnos la arquitectura religiosa y civil de Gdansk, su historia y cada detalle por insignificante que pareciera, que nos ayudara a entender la majestuosidad y al mismo tiempo la sobriedad según cada momento, de cada paso de la Historia de una ciudad, que primero fue conocida como Gdansk, pasando luego a ser Danzing bajo dominación alemana y recuperar su nombre original a mediados de 1945 cuando fue destruida y ocupada por el Ejército Rojo.

    Seguramente se preguntaran ustedes, que sentimientos tienen actualmente los polacos de Gdansk, con todo este galimatías histórico.

    Sólo les puedo hablar del de Martin, que nadando entre los treinta y los cuarenta años, me dejó entrever su aversión absoluta por la dictadura comunista que les ha tenido adoctrinados y sojuzgados tantos años.

    En ningún momento hizo la menor mención al sufrimiento del pueblo polaco judío de los años treinta y cuarenta del siglo pasado, porque ni siquiera sus padres lo vivieron ni conocieron.

    El paso del tiempo, consigue elaborar una “memoria selectiva”, que les permite a los polacos, como a casi todo el mundo, elegir la historia que mejor se acomoda a sus circunstancias actuales.

    Martin, es un enamorado de la cultura occidental que está empezando a vivir, no es un “buscador de dinero” pese a ser un excelente profesional en lo suyo.

    No pide nada, probablemente porque sabe que haciendo bien su trabajo y su peculiar sistema de desarrollar una Cultura del Esfuerzo Inteligente, las personas que disfrutamos de sus servicios le retribuiremos voluntariamente mejor de lo que él se atrevería a pedirnos.

    Por eso, he querido recordarle con toda la admiración y respeto que se ganó con su impagable atención y dedicación a nosotros.

    Agradeció efusivamente el detalle que tuve a bien entregarle al final de nuestra visita y nos despedimos entre sonrisas y parabienes.

    Hasta siempre Martin y enhorabuena por ser la excelente clase de persona que eres.

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