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Las parroquias del Arciprestazgo de la Vall d'Uixó peregrinan a la Catedral de Segorbe

Las parroquias del Arciprestazgo de la Vall d'Uixó peregrinan a la Catedral de Segorbe
  • Cientos de fieles acompañaron al Obispo en el 775 aniversario de la Cátedra en Segorbe-Castellón

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Las parroquias del Arciprestazgo de la Vall d'Uixó peregrinan a la Catedral de Segorbe - (foto 2)

Los fieles de las parroquias que integran el arciprestazgo de La Vall d´Uixó, junto a sus párrocos, han peregrinado hoy a la Catedral, para ganar el Jubileo por el 775º aniversario de la creación de la sede episcopal en la ciudad de Segorbe.

Las parroquias convocadas en esta ocasión eran las de: Xilxes, La Llosa, Alfondeguilla, Moncofa, La Vall d´Uixó y Almenara. Han acudido alrededor de 500 personas, llenando por completo la Catedral, siendo ésta la peregrinación que más fieles ha congregado de las que se han celebrado hasta hoy.

Como en las anteriores, los peregrinos han orado ante el Santísimo en la capilla del Seminario, donde también se han podido confesar. Tras ello, junto al Obispo, han iniciado la peregrinación guiados por la cruz hasta la Puerta Santa de la Catedral. Atravesado su umbral, han hecho estación en la primera fuente bautismal y en el Sagrario.

Luego, mientras se interpretaba el Himno del Año Jubilar “He aquí la morada de Dios”, ha dado comienzo la Misa del Peregrino.

En la homilía, el Obispo ha señalado que "la Catedral de piedra nos recuerda que los cristianos estamos llamados a ser – a través de la acción del Espíritu Santo, de la Palabra de Dios y de los sacramentos – un templo de piedras vivas, la casa de Dios".

Pero para ello "debemos edificarnos en Cristo, siendo necesario dejarse transformar y purificar continuamente por Dios, y viviendo con alegría el gran don que cada uno de nosotros hemos recibido, de forma que el Señor y su Evangelio llegue a todos". 

Además, ha exhortado a aprovechar este Año Jubilar, un tiempo de gracia para convertirnos al Señor, que nos ayudará a crecer en la comunión y a sentir y a amar a la Iglesia diocesana como propia. Sin esa conversión de corazón a Dios no será posible la necesaria renovación personal y de nuestra Iglesia, para salir a la misión y llevar a otros la alegría del Evangelio.

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