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Se cumplen dos meses del incendio de Campanar: una nueva vida para los vecinos afectados en Valencia

Se cumplen dos meses del incendio de Campanar: una nueva vida para los vecinos afectados en Valencia
  • Dentro de las 138 viviendas, se esconden historias personales como la de Fran o Inga, un chico que acababa de comprar la casa y una madre de familia de dos niños pequeños

Mañana se cumplen dos meses del mayor incendio vivido en Valencia, y aunque parece que las llamas ya se han extinguido, para los vecinos del edificio de Campanar este suceso resonará en ellos de por vida. Aquél trágico 22 de febrero dejó a más de un centenar de familias sin un hogar, arrebatándoles por completo el trabajo de toda una vida y su rutina.

Dentro de las 138 viviendas del edificio de Campanar, se esconden historias personales como la de Fran, un chico de 30 años que tras estar toda la vida ahorrando, había conseguido el sueño al que pocos jóvenes pueden acceder a día de hoy, comprarse su primera vivienda. A penas llevaba poco más de un año viviendo ahí, puesto que la compró en diciembre de 2022. En su caso, el destino quiso que se salvara de la brutalidad de las llamas, ya que él habitualmente teletrabaja los jueves y viernes, pero esa semana tuvo que desplazarse a la sede de su trabajo que está en Madrid.

Fran se enteró del incendio porque le avisó un compañero de trabajo, “al principio no me puse nervioso, porque en un incendio nunca esperas que se queme tu casa, ya que vivo en la otra parte opuesta totalmente de donde comenzó el incendio”. A penas trascurridos 10 minutos de esa llamada, sus padres se acercaron al lugar de los hechos y en la siguiente llamada ya le comunicaron que las llamas habían devorado su casa.

Todavía en estado de shock, cuando Fran volvió de Madrid, fue al lugar del incendio para registrar que no estaba dentro del edificio, donde le ofrecieron hospedarse en el hotel que pusieron a disposición de los afectados, pero en su caso él prefirió estar en casa de sus padres. A los pocos días ya le ofrecieron la opción de alojarse en una de las viviendas de Safranar, pero también lo rechazó, puesto que “esa casa era para gente que no tenía recursos, y no me sentía bien ocupando una casa que a mí no me hacía falta, y sé que a muchos vecinos míos sí, como es el caso de familias con niños o personas mayores a su cargo, y yo tenía la opción de estar en casa de mis padres”.

A parte del valor de la vivienda, Fran junto a sus vecinos han perdido también sus pertenencias, “una de las cosas que más me impactó fue no tener nada de ropa que ponerme”. Y aunque ya han pasado casi dos meses, este episodio ya les ha marcado para toda la vida, y en su caso, “después del incendio, ya no teletrabajo con el pijama, porque vivo con el miedo de que pueda pasar algo. Esta experiencia me ha enseñado que cualquier décima de segundo es clave, y en estos casos puede ser la diferencia entre la vida y la muerte. Sé que muchos vecinos perdieron segundos que fueron clave mientras se cambiaban para bajar”.

Respecto a las ayudas que ha recibido, hace poco que le han abonado la ayuda de 6.000 euros y actualmente le están procesando la ayuda del alquiler, que es de 1.000 euros al mes durante un año. Respecto a las ayudas del Estado, “son ridículas y los requisitos que ponen no los cumple ningún vecino, nadie los ha cobrado”.


Otro caso es el de Inga, una mujer de 31 años que vivía en la onceava planta junto a su marido Javier y sus hijos Irina, de 4 años y Javier de 2 años. Compraron la casa hace 10 años con la ilusión de crear una vida en el barrio de Campanar, pero el 22 de febrero ese sueño fue arrebatado por las llamas.

En su caso, como en el de muchas familias del edificio, el destino quiso que ninguno de los miembros de la familia estuvieran en su casa en el momento de los hechos, puesto que su marido estaba trabajando y ella en el parque con sus hijos. “Fui a recoger a mis hijos con el coche porque hacía mucho viento y pretendía ir a casa directamente”, pero ante la insistencia de su hija por ir al parque, “cedí y fuimos al parque, pero tenía miedo a que se cayera un árbol a causa del fuerte viento y les dije de irnos a casa”.

Justo en ese momento le llamó su suegra para comunicarle que el octavo piso estaba en llamas, “yo estaba tranquila porque los bomberos están al lado y pensaba que solo se iba a quemar la primera vivienda que se incendió, que era la del piso 8 y la mía es la del piso 11”, pero a los 3 minutos le volvió a llamar su suegra para informarle de que las llamas ya habían alcanzado su vivienda. “En ese momento empecé a llorar en el parque y casi me desmayo, fui corriendo a mi casa y cuando llegué ya estaba la finca completamente en llamas”.

Inga y su familia actualmente están alojados en el edificio de Safranar, y en su caso tardaron una semana en hospedarlos porque tenían la opción de quedarse a dormir en casa de sus suegros, en cambio, “a los vecinos que estaban en el hotel tardaron menos días en alojarlos”. Aunque el piso “está bastante bien”, han tenido bastantes problemas puesto que “había una gotera en la cocina y el váter tiraba agua por debajo. También el aire de una habitación no funcionaba y hemos tenido muchos problemas con el agua caliente, e incluso hemos tenido que bañar a los niños calentando el agua con ollas”.

Respecto a las ayudas, en su caso recibieron hace pocos días la ayuda de 6.000 euros más 1.000 por cada miembro de la familia, y actualmente están buscando un piso de alquiler, un proceso que está siendo más complejo a causa de que “nos están pidiendo unos requisitos imposibles de cumplir, como por ejemplo ingresos de 6.000 euros, y nadie quiere alquilar”. Es por esto que, todavía están pendientes de recibir la ayuda del alquiler, puesto que necesitan un contrato que todavía nadie ha querido ofrecerles.

Este incendio no solo lo vivieron de cerca los vecinos del edificio, sino también los establecimientos comerciales de la zona. Este es el caso de Silvia, trabajadora de al tienda de iluminación que está situada en frente del lugar de los hechos y que estaba trabajando en él en el momento de la tragedia. “Fue muy duro porque creíamos que solo sería una vivienda, y en cuestión de minutos vi como el fuego arrasaba con toda la finca y en ese momento no te puedes creer que un edificio puede sucumbir a este horror que hay ahora”.

Ahora Silvia tiene que abrir cada día su tienda frente a un paisaje desolador arrebatado por las llamas. “Me costó muchos días salir del estado de shock y aunque suene duro, ya me he acostumbrado a tener estas vistas, aunque intento mirar lo mínimo posible para no revivir la angustia de la tragedia”.

A pesar de que muchos vecinos ya no viven en la zona, siguen realizando sus compras en su tienda, puesto que “durante estos días están viniendo a comprar cosas que les hacen falta para sus nuevas viviendas”.


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