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Per J. P. Enrique
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AYUSO es la marca. Su eslogan LIBERTAD

    La marca de Isabel Díaz Ayuso no es el PP, partido en el que milita, su marca es AYUSO y con ella y con una hoja en blanco para que cada cual la rellene con la alegría de sentirse madrileño como programa electoral, ha barrido en las elecciones de la Comunidad de Madrid.

    ¿Cuál es su secreto? Su  secreto ha sido ser ariete contra el gobierno de España enfrentándose  a Pablo Sánchez desde el minuto uno, utilizando la pandemia y  promesas de bajar impuestos.

    Cuando el gobierno decretaba el estado de alarma ella decía que no y exhibía la palabra libertad. Cuando el gobierno convocaba una reunión de presidentes autonómicos ella se iba un día a misa y otro a recibir un avión con  medicamentos para la pandemia. Si en Madrid se acumulaban los muertos en las residencias de ancianos  gestionadas por fondos de inversión, ella miraba a Pablo Iglesias  y le culpaba de no haber ido a visitar a ninguna de ellas. Si todas las comunidades acordaban un cierre perimetral ella decía que no, y lo aplicaba de hecho ya que las comunidades vecinas  cerradas impedían salir a los madrileños. Cuando el gobierno no confinaba ella acusaba de no proteger a la población con manifestaciones feministas. Cuando el gobierno confinaba ella exhibía su eslogan: “libertad”.

    Libertad ha sido la palabra clave, una libertad que parece que no existía antes de llegar ella, a pesar de que allí gobernaba, desde hace 25 años,  su partido.

    En nombre de la libertad, la Comunidad más rica de España nunca ha dejado de quejarse del dinero que ha recibido del Gobierno y  ha dejado en cero el impuesto de sucesiones para así atraerse a fortunas  invitándolas a fijar allí su domicilio fiscal y para poder explicar  a quien solo tiene un pequeño piso la falacia de que sus hijos no tendrán que renunciar a la herencia a causa de los fuertes gravámenes que otros aplican para ponérselo a su nombre.

    Con libertad, Ayuso  ha ganado también votos en zonas de las rentas más bajas de Madrid y parece que ha devuelto a los madrileños el orgullo de serlo y a partir de ahí, tal vez nazca un nuevo partido independentista.

    La marca Ayuso encandiló también a los votantes de la derecha-derecha de Vox que la antepusieron a la suya propia.

     Salvini  ha declarado que la considera la marca española de Banon, el ideólogo que fue demasiado extremista para Trump  y que expande su versión más radical del trumpismo por toda Europa desde los enclaves de Orban, Le Pain y  Salvini, a los  que ahora se suma Ayuso.

    Una ideología, la de Banon, que utilizó en América el “Haz a EEUU grande de nuevo” y  aquí ha acertado con “Libertad”  dos eslóganes que todo el mundo comparte.

    La ideología del trumpismo  es sencilla y los problemas complejos como la inmigración se resuelven con explicaciones simples. Para lograr sus objetivos, el trumpismo no duda en transformar la realidad para cambiar los hechos cuando éstos se topan con su predicado. Según el diario Washington Post  le llegaron a contar a Trump  entre 15 a 23 mentiras diarias.

    El magnetismo de Ayuso la llevó a introducir en la campaña electoral los temas que ella quiso y en un error sin precedentes Pablo Sánchez aceptó el reto. Quedaron fuera la corrupción, la reducción en gasto sanitario y  en educación. También la gestión de la pandemia y la falta de presupuestos y la de legislar.

    A su lado Gabilondo no le ha hecho sombra. El profesor, desubicado, se ha quejado de la soberbia de sus colegas y de la simpleza,  pero su exquisita educación y su templanza le han impedido replicar como líder de la oposición que lo ha sido.

    Aparte de haber roto a Ciudadanos,  Ayuso ha logrado  situar al Pablo  Iglesias, que pretendía subir a los cielos,  sólo y fuera de la política llevándose una enorme  carga de insultos, odio, persecución, multitud  de demandas en los juzgados, en donde no ha faltado hasta  la fabricación, por los servicios secretos del Ministerio del Interior, de dossiers  falsos pero muy útiles para incriminarle mientras seguían su curso.

    A la Ayuso, sin complejos, solo le falta poner un cartel en la sede de Génova (que  Pablo Casado  ha acordado poner en venta para intentar alejarla de la  imagen de la corrupción que daña a sus siglas) un cartel que diga: “Sí, las obras las hemos pagado en negro ¿y qué? “ “Sí, hemos cobrado comisiones a cambio de contratos ¿Y qué?” “Sí hemos tratado de ocultar pruebas ¿Y qué?” “Sí nos hemos repartido sobres ¿Y qué?”. Así de claro, con desparpajo, sin complejos.

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