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Por J. P. Enrique
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El Gobierno se mete en un berenjenal

    El mayor desliz que ha podido cometer el Gobierno de coalición ha estallado en el peor momento. Ha sido la torpeza de pretender amarrar los votos para mantener el estado de alarma negociando a oscuras la derogación del Estatuto de los Trabajadores.

    ¿Había que cambiar dicho estatuto?

    Es evidente que  es necesario cambiar una ley  que  puso fin a los contratos indefinidos,  abarata el despido, quita derecho de representación a los sindicatos y hasta permite despedir por tres meses de baja por enfermedad. Esta Ley fue aprobada por la mayoría del PP en 2012 sin consenso.

    ¿Ha creado empleo esta ley?

    No es verdad que creara un millón y medio de empleos como se dice, ya que lo único que  ha hecho es repartir las horas de trabajo (que no han aumentado con la ley) entre más trabajadores más precarizados.

    ¿Puede anularse esa ley con un pacto entre Psoe-Bildu?

    Evidentemente no. Para un nuevo estatuto de los trabajadores  se requiere una mayoría.

    ¿Era el momento de hacerlo?

    Con unas perspectivas económicas muy, muy graves es evidente que lo inmediato sería modificar de esa ley los aspectos más duros.

    ¿Había otra forma de hacerlo?

    Es evidente que  hacerlo sin el conocimiento del resto del gobierno (ni siquiera de la ministra de Trabajo y de los agentes sociales) ha sido un error mayúsculo.

    ¿Era necesario prorrogar el estado de alarma? 

    Es evidente que sí, ya que controlar un virus que puede  rebrotar en cualquier momento, tal como lo ha hecho en China y Corea del Sur,  requiere de unas medidas para que la población no se desmadre. Lo de la responsabilidad de los españoles suena bien pero es una falsedad, como lo demuestran el millón de multas que nos han impuesto.

    ¿Había razones en los demás partidos para negar esa prórroga?

    No las había  en el PP que gobierna varias autonomías. No las había en Compromís para anteponer otras exigencias que nada tenían que ver con la prórroga del estado de alarma. No las había en ERC porque tampoco era el momento para poner sobre la mesa otras exigencias.

    A partir de ahí todo han sido despropósitos. Que si la reforma era o no integral. Que si Sánchez no lo sabía.

    A partir de ahí han aparecido las acusaciones consabidas de filoetarras y  de herederos de ETA, como si hubiera añoranza de que ETA haya desaparecido y que no es bueno que el mundo aberzale se haya apartado de la violencia para defender sus postulados independentistas por la vía democrática.

    Y OTRO BERENJENAL

    Aun sin cerrarse el tema al que me acabo de referir, asistimos a un nuevo episodio político: la destitución del Jefe de la Guardia Civil en un momento nada adecuado, aunque todo apunta a que el informe contiene mentiras, opiniones tergiversadas de un testigo y datos falsos. Quizá este jefe está preparándose para hacer política en un partido de extrema derecha, como ya lo hacen algunos generales jubilados, pero su destitución podría haberse retrasado.

    Los errores son combustible en manos  de una oposición que ha convertido la política en crispación,  elevándola a tal nivel que la mentira, el insulto y la descalificación personal ya no son suficientes y necesitan recurrir, como vimos ayer en el Congreso, a lanzarlos sobre los familiares para obtener titulares que solo demuestran la bajeza moral de quienes nada les importa el virus, ni la crisis. Solo recuperar el poder como sea.

    LA FIESTA DE LOS COCHES

    Todavía no se ha controlado el virus, todavía no se han rendido homenaje a las víctimas y ya han celebrado la primera fiesta: la fiesta de los coches tocando bocinas y agitando banderas. (Me  pregunto -siempre me lo he preguntado- qué tiene que tiene que ver una protesta con miles de banderas nacionales).

    Como el ejemplo cunda, y habida cuenta de que con 500-4.000 coches se puede colapsar el centro de cualquier ciudad, tal vez será, este, en lo sucesivo, un nuevo  modelo que  para manifestarse.

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