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Por Casimiro López Llorente, Obispo de Segorbe-Castellón
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La Virgen del Lledó en la Ciudad

    Cercana ya la celebración del Centenario de la coronación canónica y pontificia de la imagen de la Virgen del Lledó, el día 4 de mayo, en unos días dejará su Santuario para visitar la Ciudad de Castellón.

    Este acontecimiento nos recuerda la Visitación de María a su prima Isabel. Según el evangelio de Lucas, el ángel Gabriel, después de anunciar a María que había sido elegida por Dios para ser la Madre de su Hijo en la carne por obra del Espíritu Santo, dijo a la Virgen: “También tu pariente Isabel ha concebido un hijo en su vejez, y ya está de seis meses la que llamaban estéril, porque para Dios nada hay imposible” (Lc 1, 36-37). Ante la noticia del embarazo de Isabel en su vejez, María se levantó y se puso en camino aprisa hacia la montaña, a una ciudad de Judá; entró en casa de Zacarías y saludó a Isabel. Y aconteció que, en cuanto Isabel oyó el saludo de María, saltó de alegría la criatura en su vientre al sentir la presencia de Jesús (cf. Lc 1, 39-44).

    En esta escena del Evangelio aparecen las palabras prontitud, servicio y alegría; tres palabras que muestran la actitud y el comportamiento de María; tres palabras que deberíamos tener en cuenta para que esta venida de la Virgen no pase en vano.

    María se levantó y se puso aprisa en camino para ir a ayudar a Isabel. No esperó, no pensó en sí misma, ni en las dificultades del camino. Se puso con prontitud en camino. La Virgen del Lledó es nuestra madre solícita, siempre pronta para atender nuestras peticiones. Ella nos enseña, a la vez, a estar atentos a los demás para ofrecerles con prontitud nuestra cercanía y ayuda. María se quedó con Isabel unos tres meses, el tiempo que fue necesario. A ella la tenemos entre nosotros siempre dispuesta a ofrecernos su apoyo y su ayuda. Por nuestra parte deberíamos estar también siempre dispuestos para servir y ayudar a cuantos nos necesiten.

    En su Visitación a Isabel, María no sólo le prestó ayuda humana, sino que ante todo le llevó a Jesús, ya presente en su seno virginal. “En cuanto tu saludo llegó a mis oídos, la criatura saltó de alegría en mi vientre” (Lc 1, 44), le dice Isabel. Llevar a Jesús a aquella casa significó llevar la alegría plena. Isabel y Zacarías estaban felices por el embarazo; pero es la joven María quien les lleva la alegría plena, la que procede de Jesús. La Virgen del Lledó es la Madre de Dios, que en su visita nos trae una vez más a su Hijo. Su deseo más ferviente es que acojamos a su Hijo y nos dejemos amar por Él y encontrar personalmente con Cristo vivo. Un encuentro que llena el corazón de alegría, que ayuda a superar la tristeza, la soledad y el sinsentido de la vida, y que fortalece la esperanza. Es la alegría que brota de saberse personalmente amados siempre y en cualquier situación por Dios y por nuestra Madre, la Mare de Déu del Lledó.

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