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Por Juan Vicente Pérez Aras
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El agua que no llega

    El invierno sigue su curso, con el cambio de año de por medio, cumpliendo las desfavorables expectativas climatológicas para el mundo rural. Heladas, vientos y la pertinaz sequía siguen marcando el ya de por sí difícil día a día de un modo de vida que ha venido marcando nuestra impronta durante siglos. Iniciado ya el nuevo año hidrológico, el anterior ha sido el más seco de los últimos cinco años. 547 litros por metro cuadrado en toda España, lo que supone casi un 13% menos que el valor normal correspondiente a ese periodo, por debajo de los 840 litros por metro cuadrado del año hidrológico 2012-13, los 666 en 2013-14, los 632 en 2014-15 y los 612 en 2015-16. El anterior con menos lluvias es el de 2011-12, con 489.

    Con todas las alarmas encendidas ante la escasez de precipitaciones, especialmente en el mediterráneo, la huerta de Europa mira al cielo desesperanzada. Y es que las previsiones tampoco pintan nada bien. El análisis realizado por el método tradicional de las cabañuelas durante la primera quincena de agosto ha determinado que el año 2018 será de extrema sequía en España, solo con posibilidades de lluvia en los primeros días de enero.

    La reserva hidráulica española está al 38,1 por ciento de su capacidad total. Los embalses almacenan actualmente 21.391 hectómetros cúbicos (hm³) de agua, aumentando en la última semana en 285 hectómetros cúbicos (el 0,5 por ciento de la capacidad total actual de los embalses), gracias a las últimas precipitaciones por el norte. Pero nuestras dos Cuencas, la del Júcar y la del Segura (25'1% y 14'1% respectivamente) ponen en valor esa angustia más que justificada del sureste español.

    Un grave problema para una zona donde estamos perfectamente concienciados sobre el uso eficiente de este recurso escaso. Un problema que ocupa y preocupa a todo el ecosistema socio-político en busca de soluciones que superen los nefastos sesgos ideológicos, los intereses de los propios territorios y se centren en las personas como actores fundamentales. De ahí el necesario Pacto Nacional del Agua, que atienda los déficits hídricos mediante las infraestructuras necesarias y eficientes. Un Pacto que nos lleve al cumplimiento de los objetivos medioambientales para poder llevar a cabo la adecuada depuración de las ¡aguas grises! Y así poderlas convertir en "aguas azules". Un Pacto que desarrolle los Planes de Gestión de Riesgo de Inundaciones para salvaguarda de la población y que impulse una correcta gobernanza del agua.

    Tomando buena nota de toda la información que fluye al respecto, me gustaría poner en valor el Informe de la Cámara de Contratistas de la Comunidad Valenciana, que de forma pormenorizada nos aporta una información imprescindible para saber el alcance y recorrido de lo que estamos analizando.
    En sus conclusiones nos hablan de la necesidad de abordar una nueva política del agua ante el paradigma que nos plantea el derecho al agua. De la necesidad de focalizar el ahorro analizando la eficiencia de plantar qué productos y dónde pueden dar una mayor rentabilidad, como en el caso de los intensivos hortofrutícolas y hortícolas, que consumiendo soló el 30% de agua, aportan el 70% del valor agrícola. Apostando por una "agricultura climáticamente inteligente", adaptando el consumo hídrico a las necesidades impuestas por el Cambio Climático. Dando una vuelta, puesto que estamos en plena globalización, a esa gestión de nuestro recurso escaso desde una perspectiva mucho menos centrífuga que la actual. Y ahí estaríamos hablando de la siempre reclamada conexión de las cuencas excedentarias con las deficitarias.

    A estas y otras muchas propuestas hace referencia el mencionado Informe desde el estrés hídrico, al agua virtual o la huella hídrica, pasando por las aguas grises. Pero quizás la parte más importante y aquella en la que deberemos centrar todas nuestras capacidades en los próximos meses, es en recuperar el pulso inversor para un mundo del agua demasiado tiempo olvidado. Unas inversiones prioritarias para el desarrollo de nuestra tierra y que deben ser acometidas de forma colaborativa por parte de todas las Administraciones implicadas, a nivel local, provincial, autonómico y nacional. Un Plan de Infraestructuras imprescindible y que necesita de un consenso necesario para que sea efectivo. Porque el campo necesita menos ideología y más soluciones.

    Todo un reto que debemos afrontar con decisión, porque llover, no llueve lo necesario y nuestro mundo rural no puede esperar. Nos estamos jugando el futuro de un sector estratégico que más allá de lo meramente económico y cuantitativo, conforma un modelo social que ha regado con su sudor los campos de esta tierra que compartimos.

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