elperiodic.com
SELECCIONA IDIOMA
Valencià
Por Paco Ventura
Esbargiments - RSS

¡Qué confusión!

    En este artículo, quiero hablarles de un hecho real que me ocurrió el sábado día 4 de Diciembre de este mismo año, en la caja de un importante Supermercado de nuestra Ciudad.

    Por mi edad, ya estoy de “vuelta” de todo aquello que hace cuarenta años me hubiese podido ruborizar y, recordando aquel artículo de mi buen amigo Roberto Roselló, en el que nos dio a conocer alguna de sus anécdotas, en donde refería que si alguna de ellas le hubiese pasado a Woody Allen se celebraría como una genialidad, hoy me pongo “las pilas” y “me atrevo” a dar a conocer una de esas situaciones en las que, aprovechándome de las palabras de mi interlocutor, me doy el “gustazo” de llevar la conversación hacia el lado que me interesa.

    Cierto es, y así quiero que se entienda, que nunca, como diría Roberto, las preguntas o las respuestas, no las hago o las doy con mala intención, y más aun, teniendo en cuenta que últimamente, por aquello de la jubilación, siempre voy acompañado de mi esposa.

    Desde que inicié mi andadura como columnista del periodic.com, me propuse hacer algo que pudiera entretener a quienes tuviesen a bien leerme, sin importarme, por supuesto, si sumo o resto con este tipo de artículos, y de ahí el título de Esbargiments.

    Desde mi infancia, y en más ocasiones de lo normal, he podido ser desobediente, pero por regla general quiero pensar que he sido todo lo contrario. Puede que la culpa la tenga la educación que recibí desde bien pequeño. ¡No, no! No hablo de la que pude recibir de monjas y Curas, ¡Qué va!, sino de la que recibí, de aquella gran cantidad de gentes curtidas por duros trabajos y por aquellos años difíciles comprendidos entre 1.935 y 1.960, y que, en horas muy puntuales, frecuentaban la tienda-taberna de tío Rosendo y tía Amparo, así como la barbería de mi padre. Gentes que, como ya he dicho en otras ocasiones, tenían un profundo respeto hacia los demás.

    Pues bien, la fotografía que mostramos en esta ocasión está hecha hace la friolera de sesenta y dos años y, lamentablemente, ya no tenemos entre nosotros un buen número de niños que en ella aparecen. Estos niños eran un modelo de obediencia, pero ¿Por qué?

    Observen con detalle a la monja de la Consolación, ¡La madre Guillermina! así como los rostros de aquellos niños que la rodeaban, algunos de ellos no tenían más de cuatro años. ¡Cualquiera se atrevía a no obedecerla!

    La monja nos causaba respeto, pero a la gente mayor la respetábamos, algo muy distinto. Cuando habíamos hecho algo mal, la simple mirada de una persona mayor, era suficiente para que rectificásemos. La monja no utilizaba la mirada, si no, otro tipo “armas”, al menos, la Madre Guillermina.

    Teniendo claro de dónde nos viene esa obediencia, al menos a los de mi edad, el sábado día cuatro lamenté muchísimo no poder satisfacer desde un principio y como ella lo requería, a la señorita que, con todo respeto y amabilidad me atendió en la caja del supermercado.

    La modernización, esa que nos hace “sumar”, como también lo hace la globalización, nos ha llevado a utilizar medios de pago como las tarjetas de crédito o débito, que, lo mismo da, que da lo mismo, pues al fin y al cabo, utilices el sistema que utilices, cuando te das cuenta te han cargado aquel importe que tu, con una simple firma, has aceptado previamente.

    Convendrán conmigo que, con lo dulce que resulta este sistema de pago, podemos, en alguna ocasión, coger un “empacho” por culpa de ese producto llamado “débito”, y ello por cuanto…

    Gastant tarjeta de crédit
    de molt poc t’enterarás.
    Gastarás sense criteri
    i al final t’ofegarás.

    Yo, a pesar de mi edad, también me acostumbré a utilizar este sistema de pago, aunque les garantizo que desde hace unos días, me lo han puesto más difícil.

    El hecho fue, que el sábado día cuatro de este mes de Diciembre, le entregué, a la chica que atendía una de las cajas del Supermercado, y, como había sido costumbre hasta entonces, mi tarjeta de crédito y mi D.N.I., y de inmediato inicié el ejercicio de llenado de bolsas, con todo aquello que había “retirado” de las estanterías y vitrinas.

    Me extrañó mucho ver a Magda, la chica de la caja, manteniendo con una mano la tarjeta y con la otra devolviéndome mi D.N.I. ¡Qué rapidez, pensé! Pero nada más lejos de la realidad. Al recoger la tarjeta y preguntarle donde firmaba y si ya la podía guardar, mi sorpresa fue tanta que poco faltó para que me desmayara, pues la chica, que para mí es encantadora, me dijo: No la guarde señor: ¡Pues primero la tiene que meter!

    Mi respuesta no se hizo esperar y le pregunté: ¿Y donde quieres que la meta con lo que me cuesta a mi edad? Magda sonrió, no así mi esposa, y me dijo: ¡En este aparato señor!

    Era un aparato verde, que en nada me recordaba el lugar donde yo, hasta hacía poco, acostumbraba a meterla, pero, obedeciendo a la cajera, “metí la tarjeta” y, transcurridos unos segundos, fue Magda nuevamente la que me indicó ¡Pulse OK! Pulsé con miedo por si me mordía aquel aparato y, al momento, apareció, en una pantalla pequeña, un recuadro en donde, por indicación de Magda, estampé mi firma, y ya, en ese momento, me indicó que “la podía sacar”. Pensé entonces, en las ventajas que tiene la juventud actual, pues en mis años mozos, ni era tan fácil “meterla”, ni tan rápido “sacarla”.

    Les garantizo, que si yo estuviese “al loro” de estas cosas, o sea, si sumara al escribir mis artículos, hubiese estado más al corriente de donde la tenía que meter y, siendo más diligente de lo que fui, “la hubiese metido” sin preguntar.

    Por todo ello, pido disculpas a Magda por mi ignorancia y le garantizo que, en la próxima ocasión que pase por caja, “la meteré; pulsaré OK; firmaré, y la sacaré sin preguntar”, cumpliendo así la norma que rige en dicho establecimiento para poder efectuar el pago con la tarjeta de crédito o débito, como Vds. la quieran llamar.


     

    Me consuela pensar, que a muchos de los que vemos en la foto, también les hubiese sorprendido la “insinuación”.

    Elperiodic.com ofrece este espacio para que los columnistas puedan ejercer eficazmente su derecho a la libertad de expresión. En él se publicarán artículos, opiniones o críticas de los cuales son responsables los propios autores en tanto dirigen su propia línea editorial. Desde Elperiodic.com no podemos garantizar la veracidad de la información proporcionada por los autores y no nos hacemos responsables de las posibles consecuencias derivadas de su publicación, siendo exclusivamente responsabilidad de los propios columnistas.
    comentarios 14 comentarios
    miguel bataller
    miguel bataller
    15/12/2010 12:12
    No tens remei Paquito....!!Estas parit!!

    Solo te diré que en asuntos de nuevas tecnologias: Entre Tarjeta y Cliente el que la"mete"...no miente, y si por pura desidia cuando "metes has mentido", no despertaras envidia y te veras comprometido.

    Subir