Una España demasiado heterogénea
Cuando uno se detiene a analizar la situación actual de nuestra nación y echa la vista atrás algo más de medio siglo, se preocupa seriamente.
En los años sesenta y setenta del siglo pasado, el sentimiento general de todos los ciudadanos que vivíamos en suelo español, era muy uniforme en lo esencial porque todos nos auto denominábamos como “españoles” y la mayoría “apolíticos” y vivíamos muy felices, sin entrar en matices étnicos, regionalistas ni religiosos.
Con muchos menos medios que ahora nos conformábamos y los estudiantes se dedicaban a estudiar, mientras los padres trabajamos denodadamente para mejorar las condiciones de vida de ellos y nos preocupábamos de nuestros padres y abuelos si los teníamos, para que no les faltara todo lo necesario para vivir despreocupadamente, sin abundancias ni penurias excesivas.
Ese fue mi mundo entre la adolescencia y la juventud y por eso lo recuerdo con nitidez.
Más del 95 % de los ciudadanos habíamos nacido en España y no se hacían diferencias entre nosotros, hablando castellano con los castellano-parlantes y valenciano entre nosotros.
Nada que ver con la España “invertebrada o desvertebrada” que tenemos actualmente, en la que ya tiene cabida todo.
Entre los mismos españoles hemos empezado a desvertebrar España, pero lo más preocupante es lo que nos ha llegado y sigue llegando a borbotones desde fuera.
Tenemos una inmigración europea mucho mejor integrada, que es la rumana que empezó a llegar a finales del siglo XX, pero cuya cultura cristiana y su capacidad de adaptación y ganas de trabajar y ganarse la vida dignamente no solo no nos ha creado ningún problema, sino que han venido a cubrir un hueco necesario e imprescindible en nuestra agricultura y oficios profesionales con muy buen resultado.
Entre todo ese trigo, también ha llegado cizaña, pero en mucha menor medida y no mayor, del porcentaje de cizaña que tenemos nosotros en nuestra sociedad.
El problema ha llegado desde el Magreb y se ha desmadrado en los últimos años.
Los primeros magrebíes que llegaron antes se fueron integrando relativamente bien y son muchas las familias establecidas aquí que han sabido acoplarse a nuestras costumbres y forma de vida y por eso no generan problemas.
Pero dentro de esas “manadas” que se han recibido ilegalmente y nuestro Gobierno no ha querido controlar es donde han llegado la mayoría de todos esos “menas” o menos “menas”, que están llenando de conflictividad de todo tipo, pese a ser subvencionados de una manera irracional por la izquierda radical española, para poder incorporarlos a su electorado tanto en Cataluña como en el resto de España en menor medida y ahora nos encontramos entre la espada y la pared.
Ya han llegado al extremos de amenazar a nuestras fallas y falleros, si se representan temas islámicos en nuestras fiestas falleras y pretenden acabar con las fiestas de Moros y Cristianos tan arraigadas en nuestra Comunidad y especialmente en la provincia de Alicante.
Los medios de comunicación, subvencionados por el Gobierno, se cuidaran mucho de especificar la nacionalidad, raza o religión de los delincuentes cuando ofenden, agreden o violan a españoles.
En esta España actual, se pueden derribar todas las cruces, entrar en las Iglesias católicas de una manera inadecuada y quitarse la ropa sin que se castigue ejemplarmente a quienes lo hagan, pero que no se le ocurra a nadie levantar la voz contra símbolos o lugares de culto musulmán, porque eso es provocarles.
Hemos llegado a un punto de estupidez o cobardía, que cada día hace más fuertes a quienes deberían de ser los débiles y más débiles a quienes cargados de razones tenemos que callarnos y resignarnos a lo inevitable, por culpa de un Gobierno débil, cobarde y oportunista, que acabará hundiendo a España.
Hasta la semana que viene amigos.