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Por Vicent Albaro
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Adiós a los oficios

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    Adiós a los oficios- (foto 1)
    Adiós a los oficios- (foto 2)

    Me ocurrió el otro día, encuentro casual con un viejo amigo transportista y para variar cagando leches. En ese país de eunucos, todo dios caga leches pero nadie se moja para arreglar nada. La cuestión es que no solo bramaba por el precio del gasoil y otras componendas recaudatorias, que ahora encima, encima y por si fuera poco, no encuentra chóferes para sus camiones. Y claro, uno que está semijubilado de las chanzas locales, pero no de la vida mundana, recuerda lo que le dijo aquel señor de Badajoz el otro día, que no encuentra albañiles para la obra. O el que lleva el coche al taller, escucha al encargado con las manos grasientas, y ojos brillantes de insomnio por la saturación de coches para arreglar, que no encuentra mecánicos. No se cómo irá con el gremio electricista, albañil o fontanero o carpintero o agricultor o…de oficios en general, pero la cosa pinta en bastos.

    Mira si pinta negra que de los viejos talleres que uno aún recuerda, en la calle tal del fulano tal, unos con olor a serrín recién serrado. Otros con ese olor acre del humo de la soldadura chisporroteante, arreglando cualquier cacharro herrumbroso, o el tintineo del martillo sobre la fragua, vamos de eso no queda nada, ni la sombra. Y ni te cuento de las tejerías, ladrilleras y alfarerías de los arrabales a las que arrasaron las fabriquitas de azulejos hace cincuenta años, y ahora con el tiempo al costillar, ni talleres, ni fabriquitas ni chuzos de punta cayendo a destajo.

    Todo se ha ido a fabricar a la China o a la Conchinchina. No ha quedado más que un atisbo testimonial que a base de sacrificio, y alguno con suerte y afín al protectorado oficial, aún resiste a los cambios de modas y actitudes del personal, que ha decidido suicidarse en pro de depender de terceros, y a ser posible que me toque una paguita para ir tirando, sin doblar lo mínimo el espinazo. Bueno no del todo, en el gimnasio es obligado consumar los ejercicios marcados, pero eso es hobby eh? Y el hobby, vamos los deportes de movimiento, acción y relación lo tienen todo, todo perdonado.  ¿Pero trabajar manualmente? ¡Eso no es ni para los ilustres, ni para los ilustrados! ¡Faltaría más! Aquí se trata de trabajar a ser posible, sentado y de funcionario. Cobrar lo máximo. Con horario corto y flexible que permita disfrutar y gozar de tiempo libre para las aficiones, y otros menesteres que la vida social moderna impone. Y si las aficiones también te las subvencionan las instituciones paganas de siempre, oye tu cojonudo.

    Mientras los estamentos oficiales presumen de que tenemos una gran masa estudiantil a nivel europeo, las universidades repletas de gentes altamente preparadas, los colegios cada vez más dotados y modernos, etc. el día a día es un caos. Sin oficios que solucionen los pequeños avatares del ciudadano, la cosa no funciona. Y todos no podemos ser McGiver, ni manitas forofos de los Bricos y otros establecimientos que te ofrecen de todo, pero que no sabes ni cómo colocarlo, ni por qué funciona tal o cual cosa. Y es que para todo en la vida hay que saber. Ya conocen el viejo chiste: “¿Veinte duros por apretar un tornillo?”. “No, veinte duros por saber qué tornillo apretar, apretarlo es gratis”. Es una frase lapidaria, la mejor que puede salir de la boca de un autónomo.

    A mí me da que este galimatías no puede durar mucho. Los que nos desgobiernan, ahora quieren que los estudiantes pasen de curso sin aprobar. A lo mejor si es una carrera chufla, no pasa nada, pero en las denominadas técnicas donde se te puede caer un puente, o en medicina que te cargas al paciente, digo yo que alguien avisará que tal o cual médico pasó de curso sin aprobar. Más que nada por cambiar de consulta o ambulatorio, y el vagancio que cure a su tía Rita. Estamos desde luego en un punto de descrédito de muchos oficios comenzando por el político, pero desde luego no de los manuales de toda la vida, defenestrados i ninguneados hasta la saciedad tan saciada que los hace ahora  imprescindibles y necesarios.  Las Escuelas de Maestría siempre fueron las parientes pobres de la educación en los últimos años, no molaba ir a Maestría, molaba más decir que ibas a la Facultad. Y así ha funcionado la cosa hasta hoy donde todo se ha descompensado, y mientras por un lado hay carencias y necesidad, por el otro existe una sobreabundancia que produciría risa, si no fuera por el despilfarro al erario público que cuestan las carreras, para no ejercerlas nunca jamás.

    Y claro, si has estudiado y sacado carrera con la foto orlada de grupo, de algo en lo que nunca habrá salidas profesionales en un país de cegatos, pícaros y vagos, la llevas clara. Con ese carrerón a cuestas, cómo van a rebajarse a ejercer un oficio…de los tildados de baja estofa y que aún perdura ese sinónimo, si no díganme el por qué sobran abogados y faltan chóferes o fontaneros. Aunque visto lo visto, y si escarbas un poco no sería nada sorprendente que las cuentas corrientes bancarias de mecánicos, fontaneros y electricistas estuvieran más saneadas que las de algunos ilustrados y picapleitos.

    Y de los agricultores…de éstos, mejor no hablar. ¿También les han hecho un homenaje como esenciales? ¿Esos que se dejan la piel y el sudor en la tierra, para sacar el alimento de la nada y hacer ricos a los supermercados y a otros espabilados intermediarios? ¿Y a los ganaderos que les pagan carnes y leche por debajo del coste de producción y ahora les van a endiñar los lobos para que esquilmen su cabaña? Nada, nada no pasa nada. Como dice un lector mío de pensamientos distantes, la culpa es del IBEX 35 y la mafiocracia. Yo, como antes hacían los oficios antiguos que felicitaban la Navidad con una tarjeta por si caía un aguinaldo espero lo mejor. El cartero, o el basurero le dese una Feliz Navidad y próspero año nuevo, aún tengo por alguna vieja caja de zapatos una de esas tarjetas, de feliz recuerdo y entrañable esencia.

    Y es que hasta las tarjetas navideñas con su luz, color, y bellos mensajes en caligrafía hemos echado a  perder. Aislados, solitarios, acongojados y encima, gilipollas. Y es que no tenemos remedio por Camilo Sesto.

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