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Parroquias valencianas facilitan la educación a 800 niños de un campo de refugiados en Malawi

  • Con Manos Unidas Valencia y los jesuitas construirán dos aulas de educación digital

Manos Unidas Valencia y parroquias de las localidades valencianas de Benimodo y Aldaia colaboran en un proyecto para mejorar el acceso de 800 menores a la educación digital Primaria en el campo de refugiados de Dzaleka, ubicado en Malawi.

La iniciativa incluye la construcción de un laboratorio de enseñanza digital en el colegio del campo de refugiados de Dzaleka, que tiene unos 5.000 estudiantes de Primaria y que “es el centro con mejor nivel educativo del distrito pese a las diferentes costumbres e idiomas, el desarraigo y las experiencias traumáticas de los estudiantes”, según fuentes de Manos Unidas Valencia.

En este contexto trabaja el Servicio Jesuita a los Refugiados (JRS), socio local de Manos Unidas, que se ocupan de gestionar la educación en el campo de refugiados desde preescolar hasta la edad adulta.

Actualmente el centro está “totalmente saturado” y algunos cursos tienen un horario muy limitado y, además, los recién llegados al campo tienen dificultades para ser admitidos en la escuela por falta de conocimientos previos.

El proyecto de Manos Unidas Valencia consiste en la construcción de dos aulas de educación digital, lo que permitirá “alargar el horario escolar de los 700 alumnos de tercero de Primaria con educación adicional y de calidad, y que otros 100 niños que están fuera del sistema escolar puedan recibir educación”, con la colaboración de la organización Profuturo, responsable del programa de educación online.

En una segunda fase de este proyecto piloto, Profuturo equipará las aulas con acceso a Internet y tablets para los alumnos y, dependiendo del éxito, se extenderá a otros cursos de la escuela, según las mismas fuentes que han destacado que esta iniciativa beneficiará de manera indirecta a los familiares de los alumnos, unas 1600 personas.

Cerca de 30.000 personas en el campo de refugiados de Dzaleka

El campo de refugiados, donde ya han nacido 1.378 niños, se encuentra situado a una hora de Lilongüe, capital de Malawi, asentado en un terreno inhóspito, sin vegetación y en tierras poco aptas para el cultivo con temperaturas extremas.

Actualmente hay 28.000 personas refugiadas y cada mes llegan entre 300 y 400 personas. La mayoría provienen de la región de los Grandes Lagos y una minoría, de Somalia, Etiopía y Eritrea.

La situación de las personas refugiadas “es muy dura porque están confinados en campos después de abandonar todo por diversos problemas graves en sus países de origen, fuera de ese espacio no pueden trabajar legalmente y su tiempo transcurre sin mucha esperanza ni ocupación”.

Con esta iniciativa se espera “mejorar la situación actual de los habitantes más vulnerables, los niños, ofreciendo más oportunidades para su futuro a través de la educación y la capacitación”.

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