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Monseñor Osoro asegura que “en la situación actual ningún cristiano puede permanecer ocioso” y apremia a salir al encuentro de quienes sufren

  • En una carta pastoral titulada “¿Qué quieres que haga por ti?”

El arzobispo de Valencia, monseñor Carlos Osoro, ha dirigido una carta pastoral, con motivo del inicio de curso a todos los fieles de la archidiócesis de Valencia, en la que asegura que “en la situación actual ningún cristiano puede permanecer ocioso”.

En su carta, que titula con la misma pregunta que Jesús planteó al ciego de Jericó que le pidió la curación, “¿Qué quieres que haga por ti?”, monseñor Osoro subraya que “el ser humano sufre momentos de crisis y de cansancio, de desilusión y de oscuridad” y añade que “también aquí se acerca Jesús para decirnos '¿qué quieres que haga por ti?´”.

Defiende el prelado que el mandato de Jesús a sus discípulos de “Id y anunciad al Evangelio” y el de “seréis mis testigos”, impulsa a todos los cristianos a “preguntarnos ¿soy un cauce para que otros puedan conocer y encontrarse con el Señor?”. A este respecto, monseñor Osoro asegura que “Dios siempre está esperando que le llamemos, pero también se hace el encontradizo a través de personas, acontecimientos, gestos y palabras”. “¡Cuánto necesitan los hombres y nosotros ese abrazo compasivo y misericordioso de Dios!”, exclama el prelado.

El grito del ciego de Jericó en el pasaje evangélico antes de su curación por Jesús, “ten compasión de mi” y “que pueda ver otra vez”, es, según el Arzobispo, “el grito que todo ser humano, consciente o inconscientemente, da en su vida porque tiene necesidad de la cercanía de Dios”.

Después de recordar que “Dios es la redención del hombre”, el Arzobispo de Valencia subraya que “la historia del siglo pasado nos ha mostrado cómo en los países donde se quiso 'legalmente´ suprimir a Dios, también se aniquiló la dignidad y la libertad humana”.

Además, monseñor Osoro también reconoce que ha escrito su carta “con alegría, la alegría que nace del encuentro con Jesucristo, de sabernos llamados y enviados a anunciarle, de ser conscientes que somos miembros vivos de su Iglesia, de saber que tenemos un tesoro que es Jesucristo, que nos ha dado su vida”.

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