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Consuelo Gómez afirma en un curso de verano de la UJI sobre psicología que verbalizar las emociones previene su impacto negativo sobre la salud

Consuelo Gómez afirma en un curso de verano de la UJI sobre psicología que verbalizar las emociones previene su impacto negativo sobre la salud
     Expresar de forma oral o escrita las emociones de tristeza, culpa, miedo, celos o ansiedad como forma de controlar su impacto negativo sobre la salud. Esa ha sido la tesis principal que ha defendido esta mañana la catedrática de la Univeristat Jaume I Consuelo Gómez Iñiguez en la primera jornada del Curso de Verano ‘¿Son buenas las emociones en la salud?’, dirigido por la misma profesora del Departamento de Psicología Básica, Clínica y Psicobiología de la UJI, que se desarrolla en la sede urbana de la Llotja del Cànem de Castellón.

    Gómez ha iniciado su conferencia, “Las connotaciones saludables de las emociones negativas”, subrayando que muchos de los trastornos emociones que sufrimos vienen derivados de nuestro actual estilo de vida, acelerado y estresante, y también ha puesto de relieve la relación bidireccional entre las emociones y la enfermedad, por lo que la vertiente psicosocial de la Psicología de la Salud busca soluciones para afrontarlos de forma más eficaz.

    La doctora de la UJI ha diferenciado entre emociones placenteras y displacenteras, positivas y negativas, poniendo el acento en las connotaciones saludables de estas últimas. “Las emociones son mecanismos de respuesta rápida que activan el componente fisiológico ante una situación de bienestar o de peligro o amenaza. Son básicas e innatas, movilizan recursos y energías del organismo, pero el individuo puede regularlas y controlarlas con el aprendizaje y la experiencia”, ha afirmado Gómez Iñiguez.

    Según ha explicado, dependiendo de su frecuencia, duración e intensidad, las emociones pueden llegar a ser disfuncionales, a crear problemas de salud, porque el incremento de actividad fisiológica hace que el organismo trabaje por encima de sus posibilidades normales o saludables, como puede ser un parámetro demasiado intenso de frecuencia cardiaca.

    Las emociones provocan tres tipos de respuesta: fisiológica (sudoración, tensión muscular), cognitiva-subjetiva (procesos mentales) y motor-conductual (expresión facial, escape, evitación). En principio, las emociones positivas, asociadas a la satisfacción y el bienestar por la consecución de objetivos o metas, potencian el sistema inmunitario y generan autoconfianza y lucidez; mientras que las negativas, vinculadas a pérdida de objetivos, pueden debilitar el sistema inmunitario y bloquear mentalmente a la persona.

    A continuación, la profesora del Departamento de Psicología de la Jame I ha detallado los diferentes componentes de las emociones positivas, negativas (mayoritarias) y sociales: la alegría, el enamoramiento, el orgullo, el miedo, la tristeza, el asco, los celos, la envidia, la culpa, la vergüenza y la ansiedad. Desde sus expresiones patológicas por exceso hasta sus connotaciones positivas a través del autocontrol y la verbalización de las mismas.

    Así, Gómez Iñiguez ha destacado que el miedo puede desarrollar conductas adaptativas positivas, como el rechazo a probar cocaína porque provoca dependencia; que la tristeza genera introspección y análisis personal, siempre que no tenga una intensidad y frecuencia que lleve a la depresión; o que el asco es muy funcional por el rechazo que provoca.

    En cuanto a las emociones sociales, la doctora de la UJI ha señalado que los celos “generan conductas positivas porque, aunque socialmente estén mal vistos, pueden dar estabilidad a la pareja si no son patológicos”. Del mismo modo, la envidia sana-positiva lleva a la admiración y al intento de superación personal, la culpa a intentar reparar el daño provocado y una revisión crítica de la propia conducta o la ansiedad a conductas anticipatorias.

    Tras el análisis de las distintas emociones, Consuelo Gómez ha concluido que “el relato de cómo se encuentra una persona puede prevenir las connotaciones negativas de las emociones”. “Si taponamos la dimensión cognitiva de las emociones, no las expresamos o no somos conscientes de la experiencia negativa, esa inhibición es el desencadenante de mayores expresiones fisiológicas, que se convierten en su válvula de escape, pudiendo incluso provocar enfermedades psicosomáticas”, ha añadido.

    Por el contrario, desde el ‘paradigma de la revelación’ de Pennebaker, la doctora de la UJI ha abogado por “la expresión oral o escrita de las emociones como solución para reducir la activación fisiológica asociada al evento traumático y favorecer así un afrontamiento más eficaz”. “La narración del acontecimiento traumático debe incluir la descripción del impacto emocional experimentado (sentimientos, reacciones físicas). Al verbalizar las emociones se produce la liberación del componente fisiológico que, en caso contrario, a medio o largo plazo puede erosionar el sistema inmunitario”, ha concluido.

    El Curso de Verano ‘¿Son buenas las emociones en la salud?’, que se desarrolla hasta el próximo viernes 3 de julio en la Llotja del Cànem de Castellón, busca arrojar luz sobre el funcionamiento de las emociones como mecanismos explicativos de las alteraciones psicosomáticas y su función moduladora en los estados de salud y enfermedad. Entre otros aspectos, se tratará de la risa desde el punto de vista psicológico, del dolor o de las emociones en las situaciones traumáticas, con la participación de profesores, profesoras, catedráticos y catedráticas de universidades de todo el país.

     

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