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Por Ángel Padilla
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«El veganismo debe imponerse. No es voluntario sino obligatorio»

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    «El veganismo debe imponerse. No es voluntario sino obligatorio»- (foto 1)

    Porque ya terminó el tiempo (demasiado largo, parece que fructífero pero para nada en cuanto a lo que los animales necesitan) en que los animalistas, los veganos, hemos informado con amabilidad a los omnívoros sobre la necesidad, urgencia, de tornarnos todas/os veganas/os.

    Quien este artículo escribe lleva en la lucha animalista más de 30 años, siendo vegano el mismo tiempo.

    Recuerdo los inicios del veganismo en España. Uno cuando se iba a tornar vegano, allá por los años noventa, parecía que se iba a meter en una secta. Su familia lo miraba como si hubiera perdido el juicio por completo -esto es exacto y sin exageración-; de inmediato te pedían amigos y familiares que abandonases esas ideas obscenas, exóticas e incomprensibles para ellos, que lesionarían tu salud, sentenciaban, hasta enfermar gravemente hasta incluso hallar la muerte. He hablado con mucha gente que en mi tiempo se hicieron veganos (yo nací en el 1970, y me hice vegan pasados los veinte años) y a todas nos pasó lo mismo (empleo femenino y masculino indistintamente, para romper el discurso plano, excluyente, machista). Nos decían: se te caerá el pelo, te pondrás amarillo, enfermarás, te faltarán las principales vitaminas, que no da “la hierba”, te debilitarás -insistían, muy preocupados- 'comiendo lechugas'. Que somos carnívoros -insistían; es lo que habían aprendido hasta entonces-; y donde tú te metes es un suicidio. A Iratxe le llegaron a decir -cuando lo comentamos nos reímos- que encogería, que los veganos encogen, y luego caen al suelo y mueren.

    La estafa cultural popular cada época tiene unos diablos, unos figurines creados con muchas capas de mentira que de tanto espanto y farándula dan risa. En plena guerra civil, me cuenta un familiar mayor, que en su pueblo natal se avisó de que iban a pasar por mitad de la calle en su recorrido hacia presidio unos comunistas. Escoltados por militares fascistas, se entiende. Los niños tenían una imagen en la mente sobre qué era un comunista, creían -pues así los describían sus mayores- que los comunistas eran auténticos seres del folcore, unos diablos, o sea que sus pieles eran de color rojo y andaban con pezuñas. Muchos niños -me cuenta el anciano amigo- gritaban excitados ante la sorpresa de que “¡no tienen rabo rojo!”, “¡no tienen cuernos!”.

    Para la época de los ochenta y noventa quien se hacía vegana, tendía a ser tachado de demente o se insinuaba, o te preguntaban con claridad, que en qué secta te habías metido.

    De verdad, no es lo mismo hacerte vegano hoy, que hay tanta información sobre ello, y en la televisión se venden productos veganos con naturalidad y ya nadie ve el veganismo como una excentricidad, que en la época de los primeros, las pioneras, quienes abrimos camino y nos daba igual, porque no sabíamos si dejar de comer animales y todo lo que tuviera que ver con ellos (leche, queso, huevos...) nos empeoraría la salud, o si moriríamos. Creíamos que no. Como mucho, pensábamos que quizá la salud podría resentirse, mas nos daba igual. La decisión estaba tomada.

    El tiempo dio la razón a nuestro arrojo. Hoy, incluso la OMS, que tanto se ha guardado con siete llaves la verdad sobre el veganismo y sus bondades para la salud, individual y Global, ha lanzado comunicados invitando a la gente a hacerse vegana... ojo... ¡no sólo por los animales! ¡sino por la salud del propio planeta! ¡Por el reparto equitativo de las tierras de cultivo!

    Quien es vegana es mucho más sana que quien come cadáveres, ¡además es de pura lógica! Hacerte vegana no te saca de la lotería de los cánceres, alzheimer, enfermedades cardiovasculares, diabetes, enfermedades denominadas “raras”. (Hay tantas enfermedades nuevas denominadas raras que, al final, denominar una enfermedad de las consideradas modernas como rara, eso sí será raro. Y en su mayoría las nuevas enfermedades no caen del cielo, sino, ¡oh sorpresa!, por comer animales y sus fluidos.)

    Comer animales es comer estrés, el que se llevaron a la muerte y uno se come, comiéndose a esos pobres individuos a trozos, en grandes dosis. Uno se come de quien se come lo que tiene en el cuerpo cuando la vida se le va o se la arrebatan. Si un psicópata caníbal se come fileteada la espalda de un diabético, deberá saber que estará medicándose con la insulina que el enfermo tenía en sangre. O si el caníbal se come a un toxicómano, a quien mató en pleno viaje de heroína, su cuerpo al ingerir al yonqui traga todo lo que este tenía dentro.

    La comparación es horrible, porque los animales esclavizados para la (antinatural, cruel) alimentación humana de los humanos especistas no veganos, no tienen la culpa de contener en su sangre decenas, cientos de medicamentos, sobre todo antibióticos, que la industria de la explotación animal les procura, medicamentos para el estrés, para el engorde más rápido, para conseguir (como los nazis hacían pruebas con niños y enfermos, ¡y con sanos cualquier resultado que a los tarados comerciantes de la industria de la esclavitud animal se les antoje) 'resultados óptimos'. Las ocurrencias son muchas, y los “consumidores” desconocen todas. No hay una “transparencia” en lo que el caníbal de animales se lleva a casa, sobre “su producto”. Y me alegro de que no la haya, porque en realidad es una mafia, y las mafias, ¿quién pide transparencia a las mafias? Sabemos que las organizaciones criminales perpetran crímenes, y sobre ellos arrojan toda la tierra posible, fosas comunes (“¡tapa bien toda esa mierda y que no huela, muchacho!”), y siguen adelante. ¡O lo lanzan al mar! ¡O lo tiran a tomar por culo de lejos al cielo, que orbite la Tierra, que no pasa na!

    Pues mira, en conclusión: quienes nos hicimos veganos hace entre veinte y treinta años hacia atrás, que no sabíamos si iba a incidir en algo de nuestra salud, con el tiempo comprobamos que no sólo habíamos dado el paso ético correcto, ¡sino que para la salud, es mucho mejor!

    O sea, todo lo que nos dijeron, advirtiéndonos, los “preocupados” familiares y amigos, no sólo fue desacertado, sino que quedaron como verdaderos idiotas. ¡Exactamente como nos querían dejar a nosotras!

    Ser vegano es 1) dejar vivir a los animales, sus vidas no son nuestras, 2) de los territorios de cultivo de donde llega nuestra comida -cereales, verduras, fruta-, donde comemos, en espacio de terreno cultivable, 20 veganos, ¡sólo come un carnívoro! ¿Es eso justo?

    Esa es una de las verdades más repetidas y más irrebatible. En terreno cultivable, donde sólo come un omnívoro, comen 20 veganas!

    Se ha aventurado que si una parte de la humanidad, de pronto, se tornase vegana (no recuerdo si era si un veinte por ciento o treinta, ¡sólo eso, imaginad si se hicieran todos, que es lo lógico!), la pobreza que azota el tercer mundo, en fin, a aquellos países expoliados por los países ricos y que no tienen nada, cuyos niños mueren de hambre a miles por día, ¡podrían comer, podrían medicarse, podrían estudiar!

    Lo que decimos, y bien alto, y no hay debate, es que ser vegano no afecta sólo a los animales que salvas cada año de ser vegano (más de 400), sino que ser vegano representa un mejor uso del suelo cultivable, representa que el reparto de los recursos que nos alimentan y nos permiten vivir, es óptimo, es ético integralmente: nadie muere, y muchos -que mueren en vida en países sin nada- ¡pueden vivir!

    Así que quien no se hace vegano, en este tiempo, en que el calentamiento global más difícil aún se lo está poniendo a los habitantes de los países más pobres de la Tierra, no solamente está diciendo no a la vida de animales inocentes que nacen esclavos para su alimentación de privilegio y muerte global, sino que, como se ha dicho, dice no a la educación, futuro, comida inmediata y agua a niños y niñas, de esos que salen en la tele con la barriguita inflada por la hambruna, y el espectador se aflige, ¡mientras come un bistec! Incluso se puede dar la contradicción, la estupidez gorda, de alguien que se haga voluntario de una ong humanitaria, que lleva alimentos, médicos, material escolar a los países pobres, y por otro lado sigue comiendo animales. ¡Así no está haciendo nada! ¡Es absurdo!

    La exposición hecha hasta ahora ha sido para que se entienda cuánto abarca en bondades, en positivo, ¡qué amplia en mirada ética es la mirada vegana!

    Se diría: ¡si no te haces vegano porque los animales te importan una mierda, hazte vegano al menos para que el reparto de recursos se haga en la forma más ética, menos egoísta, más abarcadora!

    Dicho esto, quiero volver a la enunciación de inicio, cuando hablaba de que cuando dábamos charlas, en los inicios del veganismo en España, cuando invitábamos a la gente a tornarse vegana para que los animales no sufran, y lo hacíamos de determinada forma: pacientemente, educadamente, comprensivamente... ¡todo eso ya pasó!

    Porque las fórmulas que sirven para una época, no lo valen para otra distinta.

    Y esta época que vivimos es muy distinta a cuando no se sabía nada sobre los animales que caían (como traídos por un dios invisible) en los platos en la mesa de casa. Hoy se sabe que nacen y mueren hacinados y enfermos, locos, en naves inmundas, que cuando mueren es miserable y dolorosísimamente colgados de una pata de un gancho y rajados de arriba abajo. Se sabe casi todo, no todo, porque la gente evita saber -eso sigue siendo igual ayer que hoy-. Y mucha gente ignora que los huevos de la gallina son de la gallina y los pone por algo, que les sirven para comerlos en ocasiones y tomar calcio de ellos. Tú me puedes decir que ignoras que a los terneros que la madre vaca pare en las naves infectas de la esclavitud animal, les son arrancados sin que puedan mamar de sus ubres ni una gota, desde nada más parirlos. Los terneros llaman a su madre, llorando durante días, y la madre los llama llorando durante días. Puedes decirme: ¡eso no lo sabía! Pero el conjunto, macho, tía, el grosso del asunto lo sabes: que las bandejitas de los cojones que llevan animales a trozos en el súper, no vienen de un cielo con tele plasma y sofá chuli cómodo. No me jodas. Sabes que todo eso pertenecía a un ser, un ser que las ha pasado putas. Ahora no puedes engañarme, lo sabes. Y sin embargo, lo haces, lo coges en la tienda y te lo llevas pa casa. Con dos cojones. Lo fríes, le pones patatas fritas y pa dentro. Soy carnívoro, dices. Y te quedas tan a gusto.

    Pues llegó tu turno, chaval, muchacha, peñita de la carne y del “es mi derecho”. Ya no es el tiempo en que os buscamos educar. Ahora os vamos a señalar, a avergonzar, avergonzar porque lo que hacéis es malo y lo sabéis. Y os vamos a acorralar.

    Lo que quiero decir, claramente, es que pasó el tiempo de la grannnn paciencia con vosotros. Los 'seres de luz' que os hablaban tan plácida, paciente, a la escucha de vuestras mamadas, ya no lo harán así. Ahora os dirán: “deja de joder individuos, deja de joder el Mundo!”. De noche y de día os vamos a joder el karma.

    Y os vais a encontrar esto en todo lugar.

    Las veganas más mayores ya dejamos claro en nuestras familias, amigos, compañeros de trabajo, que no nos sentamos a la mesa de quien se coma a nuestros defendidos. Y no sólo eso, ya no podemos más soportar vuestra inmundicia, que ya os hemos dado tiempo, ¿eh?

    No. No es cosa ya hoy de pasaros la maldad: si coméis animales, si seguís haciéndolo sabiendo que está mal y que vuestro familiar X o Z se conduele por ello, tendréis la repulsa cada vez más enconada del familiar X, del Z, y cada vez somos más. Esto ya es una guerra. Os vamos a arrinconar.

    Se verán activistas entrando a los bares y con carteles o verbo jodiendo la comida a carnívoros. Eso se va a ver. En todo comercio donde se vendan amputaciones y trozos de cuerpos que fueron sintientes hasta que les llegó la hora negra, entraremos y no cesaremos, joderemos. Vamos a ser vuestra peor pesadilla.

    Recordad, compañeras/os, no lo olvidéis ya, especistas crueles y egoístas hasta la vomitera: el veganismo no lo pedimos, lo exigimos.

    Porque es la ética más completa y abarcadora que existe y existirá.

    Uno que ve a alguien acosando a una mujer o a un niño no le habla calmadamente, esperando que cambie su proceder como por la llegada del conocimiento celestial a su cabeza, no esperamos en casa mirando por la ventana cómo una multitud persiguen a uno para matarlo, y callamos, rezando porque reflexionen antes de matar al perseguido, sino que actuamos.

    La persecución, la humillación, la esclavitud de siglos, la burla, la tortura, el maltrato naturalizado y que os da risa a los animales, eso ya terminó, cuando pasemos nosotras/os y lo llevéis a cabo:

    no vais a poder comeros tranquilos “un bocata de jamón” si os lo vemos en la mano. Como no callaríamos si viéramos a alguien que tiene entre pan una mano humana. ¿Alguien callaría? “¡Este tío ha asesinado a ALGUIEN!”, gritaríais, si vierais una manita humana saliendo de dos cachos de pan. ¿Y qué si no? Ahora... si la mano no es humana... ¡Alto! ¡Ya no caemos en esos rollos de que somos mejores, los pichichis de la creación. ¡Venga ya! ¡Qué morro os habéis gastado, y durante siglos! ¡Manda cojones! ¡Y nosotros, por qué hemos aguantado tanta mierda de manipulación y esquive? ¡También pecamos de gilipollas, eh?!

    Ha llegado el tiempo en que el movimiento animalista declare la guerra al mayor culpable de la situación de los animales cautivos: el consumidor. Porque la industria sin demanda, no existe.

    El consumidor es nuestro enemigo. En esta guerra. A por ti vamos, tú eres el principal culpable de que todo vaya mal, carnaca de mierda. Y me la suda que hayas sonreído paternalmente si has llegado a este punto del artículo, me conformo con que hayas sentido algo raro en el estómago, ¿miedo, algo de miedo quizá? Te estoy mirando. Estoy muy cerca de ti. Violador, asesino.

    Todo avance tiene etapas. La etapa de la paciencia quedó atrás con creces. Sobre todo porque los animales, tanto antes como ahora, no tienen tiempo para que vosotras/os os decidáis a dejar de usar el mundo como si fuera una tienda enorme (al final, “sin stock”), con privilegios que creéis legítimos porque lo son. Pero ¿sabéis? Lo sabéis bien, tantas cosas han sido legales en épocas y posteriormente se han ilegalizado.

    Nosotros no esperaremos a que ilegalicen la venta y consumo de animales, empujaremos la 'ilegalización' con la acción de calle. Somos la legítima defensa propia que los animales no pueden ejercer por sí mismos, somos los jueces que la ley humana aún no ha puesto en su lugar por prevaricación moral conjunta mundial en una ética favorecedora al humano, burda, violenta y estúpida porque al final la violencia que proyecta golpea a todos, a no humanos y humanos (véase cómo está nuestra única casa, la Tierra, a día de hoy y lo que se viene).

    En sociología se sabe que las leyes se generan por imperativo social. Cuando un número lo suficientemente grande de gente exige algo, se discute, prepara y aprueba una ley, que dé respuesta a esa mayoría de personas que buscan esa mejora en la ética social.

    Aunque también es cierto que la implantación de prohibiciones cambia al pueblo, el pueblo “se educa” en un valor cuando ve que de no respetar este valor, será sancionado, sobre todo sancionado gravemente.

    Por supuesto nosotras no esperaremos a que se legisle sobre los animales, ya sabemos hasta dónde llega el Cógido Penal en materia animal: sólo se protege (y de qué forma!) a las consideradas “mascotas”, a los animales domésticos, y en qué forma más penosa y endeble. En definitiva, el Código Penal protege integralmente al humano en todos los aspectos de nuestras relaciones interpersonales, está hecho a la medida del hombre y la mujer humanos.

    Por tanto, nosotros apelamos a la ley natural: la lógica más pura. Y actuamos. No sabemos si llegará un tiempo en que se prohibirá dañar a cualquier animal, en que se prohibirá comérselos. Creemos que eso no llegará, quien escribe esto cree que eso no llegará; la industria de muerte y trata de seres vivos es la que más nutre las arcas del capitalismo, junto con el trapicheo de drogas. Por tanto...

    La prostitución de mujeres, esa lacra, seguirá siempre. A la vista u oculta, porque es proyección de la perversión, que nunca cambiará, del humano.

    Debería haber escuadrones de gente a las puertas de esos lugares miserables para señalar, fotografiar, joder en definitiva, a los puteros. Sin los puteros no existiría ese infierno.

    Pero no me detendré más de lo necesario en los problemas de humanos entre humanos, para éstos ya tienen sus ongs, portavoces y opiniones diversas. Y políticas, y mierdas en lata para todos los gustos.

    Para los animales, impondremos el respeto que tú, querido amigo, y tú querida amiga, no quieres otorgarles. Como tú impones sus muertes, nosotros impondremos sus vidas. ¿No te gusta la idea?

    Pues no hay otra.

    Son ya demasiadas décadas esperando que dejes de echar a la cesta de la compra a nuestras amigas y amigos violadas y despedazadas, y tú sigues haciéndolo.

    Pues vamos a por ti. Estés donde estés y lo hagas como lo hagas. Te harás vegano, te harás vegana, a la fuerza. Y, bueno, al fin y al cabo, a nosotros la toma de esa decisión en ti no nos interesa su naturaleza -natural o forzada-, sino su efecto.

    Que no exista el crimen. Para ello hay que disuadir al criminal. Y no manipules, no somos violentos, ni intolerantes. Somos -grábatelo bien, listillo- ¡la legítima defensa propia que los animales no pueden ejercer por sí mismos!

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