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Por Ángel Padilla
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Yo, toro de lidia

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    Yo, toro de lidia- (foto 1)

    El ganadero miraba asombrado la absurda e increíble escena: un extraño había entrado en su finca y entre la hierba estaba hablando con un toro. No podría ser otra cosa. Tal cual. El toro y ese hombre cara a cara, y un tanto hablaba el hombre y otro tanto el toro movía la boca, bocalizando. 

    -Entonces, ¿toda la lidia es una farsa? -le preguntó el periodista al bóvido, que le respondió:

    -De principio a fin, hostia. ¿Más preguntas estultas, o paramos?

    Se trataba de un periodista del diario CBA, que había tenido la temeraria idea de introducirse en una dehesa para intentar recabar la opinión de un toro, cansado el profesional de la comunicación de escuchar a los defensores de la "fiesta nacional" y a los detractores. ¿Qué pensará el toro?,  se preguntó. Era una locura. Lo sabía... Pero... Lo que no esperaba es que el toro que se le acercó cuando se coló en el campo se le fuera a acercar y se dirigiese a él en castellano.

    -Que nazco para morir en la plaza... Cabrones. Yo no quiero ir a esa plaza.

    -¿No?

    -¿Me ves cara de desear entrar a un recinto lleno de humanos, de los que en el campo pacíficamente me alejo porque ni quiero que me molesten ni molestarlos a ellos, para que me hagan chichina? ¿Tú lo harías? ¿Quién hostias desea nacer para morir muchos años antes de la muerte natural, torturado en un lugar que está lejos de su casa, estertorando y vomitando sangre, quién? Un gilipollas, supongo, o un loco masoquista.

    -Ya. Pero dicen que... tu espíritu guerrero...

    -Soy un herbívoro, como el caballo. Eso de "espíritu guerrero" es un constructo humano. Estúpido como casi todos los constructos del humano en sociedad -refunfuñó el toro, muy molesto-. Los animales no humanos no somos tan tontos como para pensar ese tipo de cosas. Vivimos. El momento, en el momento está todo, el amor, la esperanza, el disfrute... Sabemos qué es la vida. De la que vosotros todo desconocéis y sólo buscáis el conflicto y la guerra. Nosotros si nos peleamos es por supervivencia, y nada más.

    -Y menos por diversión de terceros -dijo el periodista, anotando rápidamente en su libreta.

    -Exacto -confirma el toro, y añade-. Es que os inventáis cada cosa. Sois una secta, todo lo explicáis con dogmas, nunca con sentido común. La cría de animales para que acompañen a la gente a sus casas, a esos los llamáis animales de compañía y mascotas, no tenéis vergüenza, en lugar de adoptar animales abandonados; vuestras palabras nos cosifican siempre. Os subís encima de los caballos, metiéndole hierros en la boca que les duelen mucho, después de éstos haber sido domados brutalmente, y decís que los tratáis bien, con dos cojones. Y siendo herbívoros como nosotros, matáis billones de animales en el mundo para satisfacer una gula. Sois lo peor. Si hay vida en otros planetas del universo, y esa gente es mala, dudo que lo sea tanto como vosotros, al menos no tan nociva. Si creías que iba a ser políticamente correcto la llevas clara, estamos hasta los cojones de todos vosotros... "Nobles", dicen de nosotros muchos animalistas. ¿Qué diablos quiere decir eso? Lo que queremos es nosotros en un lugar y vosotros en otro. Los toros quieren estar con los toros, y con las vacas. No con los humanos. Ni con los que dicen que nos quieren. ¿Se entiende o intento decirlo en sueco?

    "¡EH, TÚ, ¿QUÉ HACES?! ¡VOY A LLAMAR A LA POLICÍA!" -gritó el mayoral desde el otro lado de la lejana cerca. El periodista no le dirigió ni la mirada. Siguió con su insólita entrevista, un humano hablando con un animal. Tremendo. Si eso no era noticia, qué lo era...

    -¿Por qué no habéis dicho esto antes? -le dice al toro el periodista, verdaderamente interesado-. Quiero decir. Yo ahora te escucho, te entiendo. No sé... ¿qué ha hecho que no hayáis dado este paso hasta ahora, de decirlo, de hablar, de aclarar las cosas?

    -Llevamos hablandoos desde el primer día en que nos rodeasteis de cercas y nos condenasteis a ser centro de vuestra repugnante sangría que llamáis fiesta. Que tú me prestes atención real, ahora, no sé a qué flautas se debe. Hemos dicho lo mismo siempre, puede que esté en ti, la capacidad de traducir lo que yo digo de una forma a vuestro lenguaje. Pero, hombre, mirando nuestros ojos, está el lenguaje gestual, en vuestra psicología aparece. ¿Nos ponemos los toros en las aulas a dar clases de lenguaje gestual? Si eso acabara con nuestra Maldición, lo haríamos, eh? Vamos, ver mugir de forma tristísima a un toro, tropezarse del cansancio en la plaza, verle los ojos tristísimos, buscar con insistencia la puerta de salida (en lenguaje taurino nuestros captores lo llaman querencia, desgraciados...), eso no es un idioma?

    -Sí, sí, lo es. Pero..

    -Pero nada. Tú sigue anotando. Anota, muchacho, tampoco tengo fe en nada. Qué más quieres saber, que en media horita pone el hijo puta ese de allá el rancho y es de los únicos momentos del día que vale la pena en esta cárcel, el forraje en este tiempo está de puta madre, y luego a aburrirse en este recinto reducido como el perro de Tintín.

    -Siempre han dicho que es una lucha de igual a igual. De tal forma que ¿no lo es?

    -Sí, claro, el torero sale bien dormido, igual bien follado, bien comido y descansado, el malparido. ¿Sabes cómo salgo yo?

    -¿Cómo?

    -Hecho una puta mierda. Lucha, dicen. Combate. Hijos de puta. Y perdón por esas mujeres a las que obligan a hacer cosas, como obligan a las hembras de nuestro clan, mediante violación, a tener hijos y les roban la leche para mamones y mamonas que enfermarán por cacos, qué asco me dan. Te diré una cosa. A la plaza esa no ha salido un toro en buenas condiciones desde Pepe Hillo, que ni escribir sabía y firmaba con una X.

    -¿Con Pepe Hillo sí?

    -Bueno, ahí al menos teníamos los cuatro o cinco años cumplidos - cinqueños nos llaman con esa edad, ahora sacan toros de cuatro y sobre todo de tres años, pipiolos-; éramos más achispados y sobre todo no nos limaban los cuernos como ahora, entonces los toreros si los trincábamos sí subían con San Pedro, no como ahora, que si los zascas, una herida de poco, dos días en el hospital, estoy bien, no ha sío na, ante las cámaras de todas las teles, y pa casa, el inculto, el criminal. Mira el Padilla. Sólo le queda un ojo (el del culo se lo ha cosido su psiquiatra, como solución de choque a su ninfomanía, bueno, que para hombre lo llamáis satiriasis o donjuanismo). La de veces que lo hemos empitonao al hijo de la gran puta, y a retales, ahí sigue en pie. Parece la Nancy, que la puedes desmontar. 

    >>Luego ponle la medicación, a la juerguecita; salimos como Amy Winehouse, en los tiempos que grababa el Back to Black, drogados perdidos. Inmovilón y otras drogas hipnóticas y calmantes, para que no nos rompamos la puta cabeza ni nos partamos los cuernos en las paredes del camión que nos conduce a la parte de atrás de la plaza. Luego, bien sedaditos, pasamos buenas horas en la oscuridad de chiqueros, el miedo nos congela los huesos, nos debilita, y luego salte a la luz del sol de las cinco, con dos cojones, cegato perdido, mareado como un satélite conducido por Kiko Matamoros, para verte de bruces con el chusquero del picador, encima de un pobre caballo con los ojos tapados para que no nos vea, para que no sufra por nosotros y por él. El caballo también llora, pero por dentro porque los muy cobardes les cortan las cuerdas vocales, al caballo del picador, suelen ser caballos viejos, que usan unas cuantas veces y luego se los cepillan, para carne de los carnacas. Pasan horror, porque nos tienen miedo, y al hombre, que lo ha entrenado a pinchazos y palos, esos caballos están hechos puré de mierda. Nosotros, mareados perdidos, corremos hacia ese asqueroso subido al caballo, para lanzarlo al carajo y escapar de primeras de allí pero nada hacemos, sólo tocar con los cuernos de punta redondeada, como dos patas de silla. el duro peto del hermano caballo, mientras el sebo gigante de arriba nos hace chichina la espalda metiéndonos la pica por el lomo, el dolor no tiene comentarios, imagina que te meten una lanza por la columna vertebral, no es difícil. Allí no ves las estrellas, allí ves todas las temporadas del "Sálvame". Cientos de personas mirando cómo nos desesperamos, disfrutando con ello, los humanos sois una escoria del cosmos.

    -No todos.

    -Ah, ¿no? Y ¿por qué lleváis torturándonos en ruedo desde hace más de tres siglos y todavía sigue? 

    -La legislación, supongo -dice el periodista.

    -Los cojones con chili, supongo -dice el toro.

    -Me gusta tu humor, pero no te entiendo.

    -Mira, los humanos hacéis lo que os sale del cartucho. Decís que evolucionáis pero es una puta mentira. Siempre es lo mismo. Unos dominando a otros, y nada más. Para las demás especies, que no sean la vuestra, va la peor parte. Incluso entre los que dicen que nos defienden, hay especismo, o sea que nos ven más mierda que a ellos mismos. Porque si los que dicen luchar por nosotros lo hicieran de verdad, esto ya se habría acabado hace tiempo. Si fuéramos familiares de sangre suyos, o nos vieran como humanos, la tauromaquia sería historia. Pero no, repito: especismo. Nos ven como "distintos" como los especistas. Y por eso su lucha es lenta, del "poco a poco", como si salvarnos tuviera menos urgencia que cuando les aprieta el estómago para cagar.

    -Te entiendo.

    -No. No entiendes. Tú esta noche entregarás tu crónica a tu periódico. Cenarás, verás a tu mujer, si la tienes, a tu familia, dormirás en lecho cómodo sabiendo que tienes toda tu vida por delante. Pero yo en pocos meses seré llevado a ese lugar, en tu ciudad, donde se burlarán de mí, me herirán ferozmente, y seguirán en vuestras televisiones los debates de si hay arte en putear al otro. Y uno de nuestros secuestradores, de los asesinos en serie, dirá ante millones de personas por enésima vez que "es el que más nos ama". 

    SONIDO DE PITO, TRES VECES.

    -¡Policía! ¡Salga inmediatamente de allí, señor!

    El periodista guarda su pequeña libreta en el bolsillo. Y se dirige hacia la parte donde están las fuerzas de seguridad, ahora sí debe salir, no queda otra.

    -¿Te vas tal cual? -le inquiere el toro.

    -¿Qué más puedo hacer?

    -¿Contarás lo que te he dicho?

    -Íntegramente.

    -¿En serio?

    "Venga rápido, Policía, venga rápido, salga con los brazos en alto!"

    -Diles una cosa, viejo -le pide el toro, ya alejándose de él el experto en comunicación.

    -Lo que quieras. Te debo una. Me has regalado la entrevista más curiosa de la historia.

    -Que los folle un mulo. Que no saben nada del mundo. Que son unos inútiles. Nacen en un lugar de mierda, esclavos, y son todos unos cobardes. Nosotros nacemos en un asco de encierro por su puta culpa, pero no perdemos la dignidad natural, que ellos ya no saben ni lo que es. Vosotros sois todos unos mierdas que causáis vergüenza a la vida, al campo a los mares a los otros cielos a los que ya no accedéis a ver, de los que os marchasteis y que también os estáis cargando. 

    -Lo diré.

    -Y que si quieren fiesta que pongan a su madre. A ese, al torero que me toque, voy a intentar meterle bien el cuerno, aunque me lo afeiten bien bien, por el puto culo, a ver si lo saco por su boca y lo mando al otro barrio. Lucha dice. Nos tenéis muertos de asco, si supieras cuánto lloro aquí. Si las ciudades lo supieran (el toro aspira los mocos y se nota que intenta no doblegar su postura de dignidad airada, no quiere parecer débil). Ya llegará el día, ya llegará. Sabéis cómo jodernos para chaparnos en lugares y putearnos los días y los... anhelos. Ya descubriremos la forma nosotros de devolvérosla, algún día...

    El periodista llega al cercado y salta la valla, uno de los policías le pide la documentación. "...delito de invasión de propiedad privada."

    -¿Qué hacía con ese toro, chalao? -pregunta el ganadero.

    -Charlábamos.

    -Y mi abuelo es Winston Churchill -dice uno de los agentes. Mientras todos se ríen incluido el ganadero, que le dice al reportero: "podría haber salido de allí con los pies por delante, no sé qué se le ha pasado a usted por la cabeza...".

    Al marcharse el periodista, desde su coche observa por un camino que asciende por una montaña la amarilla dehesa y naranja al atardecer y a los toros, con el que ha hablado le está mirando, jura que le ve rostro triste,  ojos acuosos. El toro se da la vuelta, tremola, recortado por el gran cielo azul su cuerpo imponente, y a un tiempo frágil. No quiere que ningún hombre le vea llorar.

    "SOIS UNOS COBARDES", DIJO EL TORO.

    Ese es el titular que eligió el periodista para su crónica.

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