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Por Ángel Padilla
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Reseña de la novela «La luz» (Hades ediciones) de Jose Luis Victoria

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    Reseña de la novela «La luz» (Hades ediciones) de Jose Luis Victoria- (foto 1)

    El otro día hablaba con Carmelita Dinamita, una música punk emergente que lo está petando por España, para una entrevista que le iba a hacer, y una de las preguntas que quedó asentada para realizarse fue -porque ella es además de música, profesora bilingüe de lenguas y literaturas españolas e inglesas, y es licenciada en Filología Hispánica y en Estudios Ingleses- qué novelas no debería dejar de leer nadie, por absolutamente imprescindibles. En su respuesta ella me dijo que "Pese a que voy a pecar de típica esta vez, recomendaría a todo el mundo que se leyese, detenidamente y con ánimo de disfrutarlo, porque es un gran libro, El Quijote, porque tiene grandes enseñanzas, humor, aventuras… Sobre todo la primera parte; no es por “barrer para adentro” con nuestra literatura, pero Cervantes dejó el listón muy alto. Y ya, “barriendo para adentro” en cuestiones de ideología, diría que 1984, de Orwell, y Brave New World, en español llamado, Un mundo feliz, de Aldous Huxley, son libros que todo el mundo debería leer, y ser lecturas en los institutos, con la que está cayendo. En poesía, me gusta mucho el Romanticismo inglés y su relación con la naturaleza y lo misterioso, por ejemplo, Wordsworth o Coleridge, por ejemplo. Soy una clasicona para la literatura."

    Pues bien, cuando realicé esa entrevista con Carmelita todavía no había leído yo la novela "La luz", de Jose Luis Victoria (Ediciones Hades 2019). Hoy, ya la he leído, la terminé ayer. Y debo decir -y eso es raro, al menos en mí, y sobre narrativa actual- que me la leí en muy poco tiempo.

    El tema me atrapó desde el inicio, el inicio es una marcha colosal y dramática hacia un lugar de nadie donde se busca algo que se ha perdido y se encuentra más, mucho más.

    Yo creo que Carmelita, si me lees, deberías pillarte esta fantástica novela, sobre todo es auténtica, como tú y tus canciones y tu forma de llevar la vida.

    Como siempre, ya ando imbricando música y literatura, pero esa es mi vida. Y ¿no es así en alguna forma la de todos? Sin palabras no somos nada, sin música, puede que menos aún.

    Si tuviera que elegir un estilo musical que definiese a la novela "La luz", no sabría por cuál decantarme. Quizá optaría por elegir el formato épico en lo artístico, dramático, y pensaría en los murales de Diego Rivera (por la amplitud de ámbitos naturales que despliega el autor) y en los cuadros de Velázquez (por el bulto que tiene la trama), sobre todo creo que pensaría en la extrañeza e inaudito del mundo colorido traído por Van Gogh aquí, él solito.

    Porque un mundo propio es lo que nos trae, y es decir mucho en estos tiempos en que la narrativa está de capa caída (por mor del capitalismo, que nos atesta las mesas de las librerías de novelas fáciles y con lugares comunes en sus argumentos paupérrimos), Jose Luis Victoria, tanto en argumento como en movimiento y psicología de los personajes que nos da a conocer. Uno queda con una sonrisa y enriquecido después de leer "La luz", y sabedor de que si no la hubiera leído se hubiera perdido una forma nueva de mirar el mundo. Al fin, la historia de "La luz", siendo lo que parece -que ahora diré lo que parece para quien quisiera realizar una sinopsis- es muchas más cosas, y por eso es arte y palpita arte por los cuatro costados.

    El resumen de la historia de la novela, sin spoilearla, sería que en un poblado, el lobetano (antiquísimo pueblo ubicado, según consensos actuales, en el área conquense), con otro poblado cercano con el que no mantiene muy buenas relaciones, el edetano (ambos pueblos de pastores y agricultores), mantienen una pugna histórica que marcará únicamente un elemento de la trama, quizá el menos importante, pues entiendo que es el punto de partida para plasmar el cuadro pictórico de la acción, que comienza cuando el protagonista Iltubeles, joven herrero, pierde a su novia, Nisunin, quien una buena mañana desaparece como tragada por una nada espantosa y llena de incógnita. En busca de ella, primero en grupo todo el pueblo y luego acompañado su amado Iltubeles únicamente del entregado Armitasko, se embarcan ambos saliendo de las lindes conocidas en busca de Nisunin pues creen que puede haber sido quizá secuestrada por el pueblo colindante no obstante algo lejano (por lo rupestre y agreste del terreno), el edetano, con quienes mantienen riñas de siglos, pueblo aquel que poco a poco se irá descubriendo que padece una rara relación con la luz, con la luz del día. Y esa luz del día que cambia y se transforma de pronto en algo que opera cambios, Iltubeles poco a poco va descubriendo que tiene mucho que ver con los descubrimientos que ha hecho en la larga búsqueda de su novia Nisunin: esa luz estuvo presente en un combate antiguo de raro fin y freno que mantuvo al pueblo edetano a raya cuando querían invadir el lobetano, esa misma luz la vio en forma distinta y fragorosa en mitad de los trigales Iltubeles, y muchos otros de su pueblo (aunque todos lo callaban como un misterio que debía mantenerse). Callaban también que no sólo había desaparecido Nisunin en el poblado de Iltubeles, sino muchas más personas, a lo largo de los años. Para descifrar qué ocurre maravilloso, dramático y ultraterreno, en este mundo creado por Jose Luis Victoria, el lector deberá devorar las páginas de "La luz" hasta la última, sin descanso, para acabar con la boca abierta y el corazón dando tumbos, como yo acabé.

    Y si le gusta tanto como a mí me ha gustado, pensará que es uno de esos libros que uno no debería dejar de leer.

    Decir que me atrapó en su trama espantosamente bella y de urgencia de apoyo al amor y a la amistad es decir poco.

    Decir que es una de las novelas más sorprendentes que he leído en los últimos tiempos, se ajustaría más a lo que quiero decir. Hablé mucho (éramos buenos amigos, allá en la prehistoria de mis comienzos literarios) con el fallecido Manuel García Viñó, uno de los mayores conocedores de la novela en castellano, quien me citó, algunas de mis obras, en su ensayo "La novela española del siglo XX", y él, que hablaba de la literariedad, de la novela como obra de arte y no como una palangana o una escupidera con las que el autor se explaya para desbordar sus lloriqueras y experiencias personales, sino un mundo con bulto, levantado y perfecto, imperfecto por vivo, distinto por no ser la realidad, sorprendente por nunca visto. Eso es la buena novela. Eso es "La luz". Como decía Óscar Wilde a la pregunta de qué es poesía (o, igualmente, qué es arte), el autor de "El retrato de Dorian Gray" y de la magnífica "De profundis", contestó [arte es]: aquello que te deja secuelas al leerlo, una lágrima derramada, un escalofrío, el encrespamiento del vello... Pues ahí tenemos esta historia, que vuelvo a sonreír al recordarla, al recordar a sus personajes y sus aventuras y desventuras y al saber que nunca olvidaré en mi ser esa otra cara de "la luz" que el autor nos muestra como cierta, de la mejor manera posible, adentrándonos poco a poco y con mecanismos de buen herrero de las letras, orfebre de sentimientos, en su estructura más profunda. Adentro de nuestra luz, lo más adentro, para salir y ver más. ¿Ver qué?

    Recomiendo con todo mi entusiasmo esta novela, "La luz", de Jose Luis Victoria, porque muestra en este mundo qué es en verdad la amistad, por qué el día se muestra con tanta fuerza y resiste siempre, y por qué lo inocente ha de ser protegido, lo verdadero, lo más pequeño y secreto, por ninguneado, por cubierto...

    Enfoca con luz todo lugar, y verás la verdad.

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