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Por Ángel Padilla
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Pensamientos, hocico en alto, sobre poesía (1)

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    Pensamientos, hocico en alto, sobre poesía (1)- (foto 1)

    y eso, como iba diciendo.

    Por qué no todo el mundo puede ser poeta

    Porque la poesía es una Bestia. Visita a la puerta de cierta gente, ella y no otra.

    Muchos creen ser visitados por la poesía, asistidos por ella, creen hablar con ella y escucharla. Sólo escuchan su cabeza, en consecuencia, sus boberías.

    La regla es sencilla y exacta: si quien escribe versos lo que dicen estos está a la altura del que los hace, eso no es poesía. Si lo que dicen sus versos es lo que esta persona diría en una conversación tranquila de bar, no es poesía. Si la poema cagada por alguien huele a él, es él, entonces no es poesía.

    Porque la poesía es independiente, no es nosotras: es ajena a nosotros. Sólo se acerca y conversa, y no se queda siempre. Lo hace, viene, y vierte su mantantial irisado de sabiduría ancestral y sobre todo futura.

    Esos poetos que hablan sobre que me han tirado del trabajo y de que el capitalismo me aplasta, aplasta mi cuello como el crujido del tallo de una rosa quebrada oh mi amor lejano blabla merecen condena de orca, por jugar a ser poetas. Es como jugar a ser cielo. Jugar a ser una casa para alguien que lleva mucho tiempo a la interperie y se encuentra con la casa, entra, se alegra y la casa se derrumba. Eso no se hace, ¿sabes?

    Los poetas de las redes, esos que chutan mierda simplona, coaching del yo te conozco más a ti que tú misma, blabla. Grandes verdades. Si sales de la cama no olvides hacerla, con las pequeñas cosas se empieza, y mierdas así, 20.000 veces compartido. "Oh, amén, qué cierto, qué bonito. Amén, poeta".

    "Y los cilindros de la fábrica dejaron de brotar leche hacia las bocas de mis hijos por las paredes que no eran propiedad mía sino del dueño de la casa". Ah, qué bien mostrada la molestia de ser padre y no poder llegar, cuánto lirismo, qué bien maneja el poeta la palabra conocida y sencilla para llegar a más gente! Amén, bonito, gracias, amén. Siga escribiendo, señor! Muchas veces -todo hay que decirlo- son bots los que llenan de aleluyas los comentarios de tal señor o señora, se paga, la "notoriedad" se compra, hoy todo se compra, las quelis, la ropa y la notoriedad.

    La cosa sería pensar qué es la notoriedad, hoy.

    Jajaja

    Lo siento, ya llegué al punto de este escrito en que me he partido el culo.

    Desde Caballerito (lo escribo mal, el nombre de este tipet, para que no tenga otro encuentro en las intensas búsquedas que sus seguidores de mierda cotidiana hacen para encontrar sus frasecitas), a todos los demases que van saliendo, con nombre propio o con firma -a pie de versos-, sus gómitos, de algo así como un emporio: "Poesía del día a día". "Un lindo poema para ti". "Equipo de versos".

    Ogh! Es sólo cosa mía o cada vez detesto más al ser humano?

    Los hay, sin duda, las sigue habiendo, poetas como la copa de un pino, a las que sí les visita la yegua verde del Poema a su terraza y nos dicen con boca amarilla las cosas del mañana. Y poetos que vuelan locos diciendo cosas terribles o dichosas pero DISTINTAS. Que nos hacen pensar, recrean un mundo nuevo, una vida otra. Esos no es que sean mejores que los otros, sencillamente son poetas.

    Porque beben del mantantial. De las aguas negras. De la locura. De lo distinto. Lo han llamado locura para apartarnos de esa verdad, la han llamado enajenación, lo llamaron morirás y lo llamaron Si vas allí no te hablaremos. Aun así algunas seguimos visitando villa Pena.

    Uno no puede decir qué es el valle de Lanjarón bebiendo agua de alguna de sus botellas. No ha visto sus manantiales. No estuvo allí, como podría decir Kerouac sobre la ruta, en que sí estuvo, en el largo camino con los amigos que inventaron mundos. Y el tipo juntaba pensamientos a toda velocidad y jartaba al más fajado, llegó, a lo alto, porque se cagó en todo lo que había, la puntuación tradicional y el ritmo tradicional. Pero ¿añadió algo con lo que dijo? No. Pero sí entró de alguna manera al edificio de Carcosa, el blanco, no el amarillo del mal, el blanco edificio de Carcosa de Doña Poesía queda en el mismo número de calle que el amarillo pero hay que verlo bien antes de entrar, y que él entre en ti. Una cuestión de panorámicas. Uno ve un avión chiquitito en el cielo, podemos acaparar su tamaño con el dedo gordo y el índice. Así cree uno poseer el poemi, y lo cuenta, mirad qué poemi! Y no llegó. Una poeta de las de verdad salta como un gamo de la ventana al avión, habla con él en lo alto y trae lo escuchado, por la avioneta, por el ángel, por el caballo alargado con crines de humo. Ya. Tuerzo.

    Y lo siento por nombrar una marca de agua, sólo establecía una comparativa. Y mira, eso salió.

    ¿Yo me considero poeta? Tú lo verás, si deseas. Acércate ahora.

    La Bestia me está comiendo por todos lados (la poesía es ruda, y fiera, ama y odia). Acércate si tienes huevos y huele su culo floral grande como una luna, hiede a piedras y rosas podridas y a manada de humanos marineros paseados por burros liberados. Sabes? Amarillo.

    Me come, eso es la poesía. El poeta no es nada. Ni siquiera es su hijo, como creía Baudelaire. La poesía es otra forma de muerte.

    Sin embargo, la muerte más bella que existe. Porque, aquí, en este valle siempre en sombras, uno es visitado por una mujer tan bella y alta que le dice -como todos nos dicen, amigos, familia, vecinos- este día morirás, y yo quedaré, y te veré morir.

    Y luego algún día bailaré, y te olvidaré.

    En eso la poesía miente. A todos los que se come los recuerda, a cada eructo que se tira desde las montañas verdes de su locura (es la más loca de las que aquí vive), huele a todos los que se jincó, y a veces llora. Sólo a veces, una mísera gotita. Luego salta y se lanza a correr por los más altos lugares, sin distancias ni tiempos. Perra. Perra bonita, perra distante. Con una carta en el morro, apretándola bien, que no la cojas.

    Él, lo poesío, sin embarga, no tiene más motivo que ser dicho por los lugares.

    Y ¿para qué?

    Para nada. Si eres un mierda. Para mucho, si sabes jugar a esto.

    En esta gran penitenciaría la poesía es la voz de la libertad si queremos y la del presidio y la indulgencia y la paz chicha del que se venció, entre orines y nadas. Eso también, mira Marcos Ana. Que dice que la vio en su larga estancia en la cárcel. Durmió en su catre cada noche, la poesía, lo poemio, y Marcos Ana le dijo a Rafael Alberti, yo la vi; ¡y yo!, le respondió el endiosado marinero en tierra, sucio defensor de la tauromaquia que sólo acariciaba, y poquito, cuando María Asunción Mateo le acercaba un gato de la casa. "Le gustaba mirar a los gatos de lejos, ver qué hacían, admiraba sus hermosuras -decía María Asunción de Alberti-, yo a veces se los ponía encima pero eso a él no le gustaba, los quería lejos, para retratarlos en sus poemas, de lejos". No es exacto lo que dijo sobre esto Asunción Mateo, habría que ir al libro "Mi vida con Alberti" para compararlo, pero más o menos viene a decir eso. Que es más de lo mismo, la literatura siempre ha sido especista. Los pietos siempre han escrito desde detrás de paredes de barrotes, la más gruesa el antropocentrismo, y eso se nota. Por eso la poema es más difícil de decir si ha visitado a un pavo o a otro, si sí o si no, si usó su inventiba y su ingenio o habló Ella en este o aquel libro, en tal o cual apartado. Es muy traicionera la lengua humana, hay tipos que pueden fingir poema, está visto. Por eso dije que el poesía no es buena ni mala, más bien es mala, si tuviera que escoger, porque mira Dylan Thomas, que era un degenerado en cuanto a la moral, qué poemas más altos lanzaba. Él sí que estaba siempre rodeado de caballos muertos, y decía con una boca alta. Pero era malo.

    Se gastaba cualquier dinero que ganaba en lecturas poéticas y libros en beber y qué más, y a su mujer e hijos los tenía con hambre, allí en Gales con los zarapitos que dibujó tan bien en sus poemas pero como dibujos, como seres vivos, como sus hijos, se la traían al pairo.

    Hombres malos, mujeres malas. Gente despreciable escribiendo, diciendo Yo la noté. Y lo jodido es que sí, que así fue. Los visitó, se biloca, la carcelera con llaveros de versos. Puede estar en muchos sitios a la vez. Es uno más de estos carceleros, la poesía.

    En esta penitenciaría abierta. Va en avioneta. Sabe todo de nosotros. Cabeza de jirafa y vestido de bluesman, ella tiene pies que raspan la tierra al volar.

    Sólo que al contrario del resto de los otros carceleros, ella sabe algo más que nadie. Una cosa secreta. Que no dirá a nadie, porque entonces morirá. Si lo suelta la espicha.

    La poesía da cuenta de lo que sabe con cuidado y a gotitas, teme ser cazada siendo la chivata de la libertad, entre libres.

    Entonces no digas: soy poeta, tan alegremente. Si no la has visto nunca.

    A la amorfa y grandiosa loca vestida de guerra de guerrillas y alto como un mulo puesto de pie ante niños.

    Le huele la boca a charcos y no entra a los restaurantes, a los centros comerciales ni a los retenes de la guardia civil.

    ¿Pero tú, riega-balcones, qué sabrás de todo esto? Pero ¿cuántas veces has muerto y salido con tierra en la boca para opinar en esta reunión de búhos negros?

    Esta frase que lees es toda verde, cada letra de ella, ¿la lees, verde verde verde, ah, ya lo ves, cuán verde es toda ella?

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