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Por Ángel Padilla
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Una mujer recibe una carta de una vaca

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    Una mujer recibe una carta de una vaca- (foto 1)

    PERDONA LAS MOLESTIAS

    Te escribo ESTA CARTA
    y sin pedir permiso, y no sabes quién soy.
    Mas soy vecina tuya. Somos del mismo barrio.

    ¿Podemos ser amigas? Sólo te pido eso.
    Porque si eres amiga, entenderás mi verso.
    Lo que yo ahora te digo, que pido de tu ayuda.

    Somos mujeres ambas, nacimos en la Tierra.
    Y cuando digo barrio, hablo de algo muy grande.

    ¿Sabes que tu belleza, sonroja a los rosales?
    Mi madre dijo eso, también de mí al nacer.

    Mas somos muy distintas
    en nuestros dos destinos.

    Esa es la ayuda, amiga, que te pido, y perdona,
    que sin pedir permiso, te dirija esta carta.

    Hay en la casa tuya, tejidos de mi cuerpo.
    En la nevera tuya, habrá trozos de mí.

    En este barrio grande, donde madres humanas,
    pueden dar de beber
    de su vida de pecho a hijos verdaderos,
    quienes son como yo, a sus hijos les roban.

    Lo siento. Sé que es triste. Pero aún tengo la esperanza.
    Si mando muchas cartas a gente como tú.
    Quizá por ser mujeres
    hoy conectes conmigo.
    Aún queda la esperanza. Aún queda la esperanza.

    En este hacinamiento, no me entra la mañana.
    Ni a las otras mujeres, que secuestradas dan
    la leche de sus ubres, doloridas con máquinas,
    tan triste es nuestra pena, que ya no sé llorar.

    Ya no doy casi leche, la última botella
    que cogiste del súper, en la compra de ayer,
    era de mis tejidos, los últimos robados.
    He oído a un funcionario: “Ésta… mañana va.”

    Quisiera que me vieras, cuán bella por los prados
    era yo en mis pasados, como tú cuando vas.
    Ahora las vacas nacemos, ya encerradas en tablas,
    no tocamos la hierba. Ya se acerca un señor.

    Te pido que perdones, de nuevo esta mi carta.
    Ya me arrastra, me pega, me conduce al lugar.
    Ojalá mis palabras lograran conquistarte
    y saber que en mi muerte, amiga tú serás.

    Si mañana me encuentras, abriendo tu nevera,
    recuerda que en tu mundo, las mujeres están
    defendidas por leyes, qué hermosa esa defensa.
    Lo mereces con creces, que nadie te haga daño.

    Yo nací para vaca. Como el campo es el campo.
    Pero mírame, amiga, una carta sin más
    queda ya de mi vida,
    cuéntale a las del barrio
    que yo no quise esto, soñé una vida plena.
    Cordilleras combando mi cielo alrededor
    y enamorarme en el río por un toro tan bello
    y tan alto y tan bueno como la luz del sol.

    Disculpa mis palabras.
    Ya se apaga mi cielo.
    Si sé que me escuchaste, morí con esperanza.

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