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Por Ángel Padilla
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Los encierros del ángel. Maltrato al perro en España

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    Los encierros del ángel. Maltrato al perro en España- (foto 1)

    El perro es el mejor amigo del hombre.

    La paloma es el símbolo de la paz.

    Los gatos son respetables dioses.

    Esas frases han sido ley en determinados momentos de la cultura humana. Que los gatos eran algo así como dioses, lo pensaban los antiguos egipcios, lo asemejaban al león, quien para los egipcios es el Dios del sol, Ra.

    La paloma aparece en nuestra cultura como símbolo de la paz, parece que eso no obstaculiza que sea masacrada por órdenes de los ayuntamientos, gaseada por considerarlas, falsamente, plagas, o sencillamente porque los urbanitas consideran a tales aves molestas.

    Con obscena insistencia falsa, se afirma desde hace siglos en nuestra cultura que el perro es el mejor amigo del hombre. De todas las épocas atesoramos frases de grandes mentes, mujeres y hombres que han destacado en algún ámbito de sabiduría y/o arte, que nos dejaron frases bellísimas por el amor que se les tiene a los perros. John Billigs: "El único ser del mundo que te amará más de lo que se ama a sí mismo es el perro". Lionel Fisher: "¿Cuándo fue la última vez que alguien se alegró tanto de verte, tan lleno de amor y afecto que literalmente corrieron a saludarte? Un perro lo hará por ti, diez, veinte, treinta veces al día." Robert Wagner: "Un perro te enseñará lo que es el amor incondicional. Si tienes esto en la vida, todo lo demás no será tan malo." "Tu alma se mantendrá dormida hasta que no ames a un animal.", dijo Anatole France. Sin embargo, también se apunta la trampa del amor humano -con pliegues, tramposo amor- frente al del perro hacia él, Eduardo Lamazón sentenció: "Es vergonzoso para nuestra especie que siendo el perro el mejor amigo del hombre, sea el hombre el peor amigo del perro."

    Efectivamente, el humano no sólo es el peor amigo del perro: el animal humano es el peor amigo del resto de los animales, pero de los otros animales ya hablé y hablaré en otros artículos (quienes me leéis sabéis que soy vegano). Este va sobre el perro. Entro de lleno.

    En España al perro se le encierra en terrazas donde el sol del verano golpea con más de 40º. En el mundo se usa al perro de las más variadas formas, como si el perro hubiera nacido para trabajar, perros policía, perros olfateadores en las catástrofes, perros guía... incluso como sujetos de experimentación en laboratorios científicos, etc.

    Los perros tienen alma de niño y alegría de tales, los niños no deben trabajar, el perro tampoco. Además, nadie le preguntó a qué quiere dedicar su vida. No precisamente a lo que se le ocurra a un tercero, estaremos de acuerdo en esta cuestión de mero sentido común.

    Abordaremos, aquí, el caso del perro maltratado en nuestra misma finca o vecindario.

    Porque plantea problemas -que se creen irresolubles- para quien es testigo de ello.

    En general, cuando alguien avisa de algún caso de perro atado abandonado en una terraza, con agua y comida o sin ellas, espera que los demás -una protectora de animales, en general- solucionen el asunto. Están equivocados.

    Lo primero que debe hacerse si se observa un maltrato, el sufrimiento de un ser vivo, es denunciar, pero debe denunciarlo el testigo. No sirve de mucho si lo denuncia alguien que no lo ha visto. Cuando mi mujer, que es abogada de lo penal y lo civil ejerciente ya durante 25 años, se enfrenta a un caso de los expuestos, lo primero que indica al testigo es que ha de denunciar, y cumplir su obligación moral como testigo, a efectos del avance de la denuncia. Porque una protectora de animales puede denunciar casos de animales atados muchas horas con una cadena al cuello, abandonados en un terrado al sol o con frío, atados con una soga o con un hierro en una caseta inmunda fuera de una casa a la intemperie, comidos por las pulgas, pisando sus heces, sedientos y hambrientos. Todo se puede denunciar, el problema es que si no tiene suficiente prueba, la denuncia se archiva.

    La implicación del testigo es imprescindible, obligatoria. Con esto quiero decir que si ves que alguien pega a un niño, reiteradamente, en tu edificio, no dudas probablemente en acudir a la oficina de asistencia social, para dar nota de ello. Si es un perro, me pregunto, ¿por qué todos los que notifican maltratos alegan que no quieren denunciar ellos porque son vecinos y temen represalias?

    En los asuntos vecinales podemos tener represalias, por supuesto. Por un mero problema de convivencia con la música alta a horas no permitidas, de protestar podemos tener represalias. Sin embargo protestamos. Lo que nos afecta a la vida normal -debemos dormir para ir descansados al trabajo- corremos a resolverlo. Avisamos al vecino que pone la música alta, y si es preciso llamamos incluso a la policía. La represalia siempre puede llegar, vivimos en un mundo problemático. Podemos andar tan tranquilos por la calle y cruzarnos con un loco que nos pegue un palazo y se vaya corriendo.

    Quiero decir algo que se entiende perfectamente: que es infame no denunciar un suceso triste y doloroso, que afecta a un animal tan inocente como un perro. Porque además de que moralmente es obligatorio, desde el punto de vista jurídico, es imprescindible para avanzar una denuncia, ya luego realizada -complementada- por abogado y/o protectora, que pueda llegar a buen puerto.

    Expondré un caso que viví personalmente, para que se entienda cómo se debe operar en casos tan extremos. Con rapidez y "extremismo". En un piso en que yo vivía de alquiler, donde habían unas 6 viviendas, comencé a observar, cuando llegaba del trabajo, que el perro que aparece en la foto de este artículo, se le escuchaba en la terraza. Al inicio pensé que se trataba de que lo dejaban -era verano- al sol, para que pasase el rato. A los días fui viendo que era continuo, incluso que pasaba horas allí, y solo. Subí y observé varios excrementos del perro, asustado se me acercó, moviendo la cola, para lamerme.

    Bajé inmediatamente a la casa donde sabía vivía la gente que tenía a ese pobre animal y les objeté:  qué hacía allí el perro tanto tiempo. Me dijeron que no estaba tanto tiempo, y que limpiarían aquello.

    Pasó el tiempo y fui viendo lo que ya supe desde el inicio: estaba ante un perro que comenzaban a deshacerse de él dejándolo en la terraza, como quien sube en un rincón una tienda de campaña plegada que le molesta en casa.

    Ya estaba moviendo los contactos en ese lugar, hablando con la protectora Pluto, quienes me dijeron que debíamos denunciar. Yo les expliqué todo, que eran gente muy marginal, fumaban porros sin cesar y eran problemáticos: me contaron que la pareja, que tenía un niño pequeño que probablemente estaba sin escolarizar, molestaban a la misma policía del lugar, concretamente ella; yo mismo una vez la vi que a unos metros de unos policías que caminaban por una acera les gritaba: "míralos, a meter multas, ¿quiénes creéis que sois?..." (Me ahorro otras cosas que dijo por lo obscenas y desagradables.) Vi que la policía los dejaba estar, luego me enteré que estaban cansados de detenerlos y los dejaban estar, como a los locos, como si dijéramos.

    Planeé con la protectora la acción. Porque la protectora me habló de denunciar pero yo les dije que estaba dispuesto a intermediar, para gestionar todo más rápido. La protectora se podría hacer cargo del perro, tenían casa de acogida lista. Yo sólo tenía que establecer un puente entre los maltratadores y la protectora y conducir al perro secuestrado, porque eso era ni más ni menos, hacia su salvación. Para ello debía ser muy riguroso y firme, no dejándoles tiempo a pensar.

    La actitud -ira- exacta me la dio el llegar de trabajar con un chaparrón de agua gruesa y racheada, ya siendo oscura la tarde, y ver que el pobre perro pateaba la puerta de la terraza pidiendo ayuda, estaba empapado y había resbalado entre decenas de heces.

    Bajé y aporreé la puerta como un loco violento, con la palma de la mano abierta y pegando en la madera como si fuera a tumbarla. Me abrieron, se les vio en un sofá, la casa a media luz, olor a porro que mareaba, el niño jugaba entre toda esa miseria. El perro venía a mi lado, yo lo sostenía con mis manos. Grité: "¿Qué, un rato, no? ¡Este perro lo estáis matando y no lo voy a consentir!"

    "No sabíamos que llovía". Dijo blandamente el marido. Mi estrategia de entrar aterrando estaba funcionando, estaban sorprendidos. Les dije: "Está bien, vamos a hacer lo siguiente. Vosotros no queréis a este perro y este perro necesita estar con gente que le quiera. Estoy hablando con una protectora de animales y vamos a denunciar, esto es un asunto penal, porque el artículo 337 condena lo que estáis haciendo con este animal con más de un año de cárcel. Y... supongo que tendréis antecedentes, con antecedentes entráis seguro a la cárcel. ¿Qué decidís? ¿Me lo llevo a las buenas o a las malas?" 

    Me dijeron que adelante, que si tenía un lugar para el perro, que me lo llevase. Llamé a las alemanas de la protectora Pluto, todas unas luchadoras, valientes y firmes. Llegaron con arnés y una de ellas no pudo contenerse y les dijo que eran unas malas personas. Bajamos con el animalito, despedí a las alemanas admirables, me dieron las gracias, me dijeron que no era normal que un vecino se involucrase tanto en una situación de este tipo. Les dije que yo, sí. Y que lo había hecho en otras ocasiones. En esta vida se puede vivir eternamente con miedo, o eternamente sin miedo. Elige.

    Y eso que en mi casa en ese entonces convivía con dos gatitos, los exponía, podían meter, quién sabe, un papel encendido por debajo de la puerta, veneno... Pero ¿podía dejar que el perro muriese de neumonía y/o de hambre allí arriba? No, rotundamente no. Si hubiera preguntado a los gatos con los que vivía, Leónidas e Inna, me hubieran dicho que adelante. Todos a una.

    Ahora este animal está en una casa magnífica, donde no pasa frío ni hambre ni sed, donde es amado. Todo ello gracias a la protectora Pluto, y a que quien observó el delito no quedó callado y se involucró, como debe ser siempre.

    Mi actitud ante esos vecinos fue tan contundente que no observé represalia alguna ni intento de ella, subía la escalera todos los días con cara seria y muy grave, quería que me temieran, eternamente...

    Por supuesto, la praxis que se aconseja es denunciar ante el Seprona, teniendo contacto con una protectora que tenga una casa de acogida, una vez el Seprona dictamine que hay maltrato animal y motivos, por tanto, de decomiso.

    Como estas pesquisas son a veces lentas y no siempre se obtienen los frutos deseados: tenemos muchas experiencias de miembros del Seprona que han acudido a un lugar de perros hambrientos en circunstancias insalubres, y que han sellado el atestado diciendo que los ven en buen estado, y como mucho han dado un toque al agresor diciéndole que los cuide y mantenga limpia la zona. Por ello, como denunciar al Seprona no siempre es lo más rápido o lo más eficaz, si se trata de un perro atado con cadena todo el día, un perro dejado a su suerte en una terraza o casos así, aconsejo, si es posible, coger al perro y llevárselo sin que no se entere ni el campanario de la Iglesia. Vamos, lo que se llama en cristiano robarlo -porque un perro, sea bien tratado o sea maltratado, es propiedad legal de "su dueño", triste pero es así-. Aunque en lenguaje moral -que es el que nos interesa- se llama salvar a un secuestrado martirizado.

    Sirva esta experiencia para que cada uno con sus posibilidades tome la forma de la salvación de un amigo en apuros, como considere que sea mejor capaz de realizar ésta.

    O mediante denuncia y con el amparo de una prote.

    Tumbando la puerta de sus agresores a patadas, amenazándoles con cárcel y muchas cosas más que pueden ser inventadas (en general, los agresores de animales son gente ignorante, prepara bien tu artillería de asalto, y úsala!).

    Porque si ves cada día a un ángel con las alas encadenadas sangrando lágrimas; a la gente pasar de largo, no lo hagas tú. Detente y habla por él. Porque ellos sólo nos tienen a nosotros. Como nosotros los hemos tenido a ellos siempre que los hemos necesitado en esta vida. ¿Quién no guarda en el corazón, de las experiencias más hermosas de esta vida, recuerdos felices con los perros amados, dándonos toda su felicidad, entregándonos todo su amor incondicional? Haciéndonos mejores.

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