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Por Ángel Padilla
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"La cultura es segura" en época covid. Vociferio festival de poesía de Valencia

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    "La cultura es segura" en época covid. Vociferio festival de poesía de Valencia- (foto 1)
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    "La cultura es segura" en época covid. Vociferio festival de poesía de Valencia- (foto 5)

    Sólo voy a escribir unas pocas líneas en este artículo semanal mío que El Periodic me concede en su espacio. No voy a extenderme mucho porque lo esencial no quiero que se vea emborronado o cercado por otras cosas. Esto es lo que quiero decir:

    En época de covid, la cultura es segura. Yo mismo lo he comprobado.

    Esta es mi experiencia.

    El año pasado fui invitado para recitar en el 10 festival de poesía de Valencia "Vociferio", uno de los más importantes de España. En esta edición, el tema que enmarcaba los actos era la ecopoesía, con ello la emergencia climática, una nueva forma de ver el mundo, de tratarlo, el animalismo y todas aquellas luchas y voces que emergen de los callados para construir un mundo verdaderamente justo y sostenible, y claman con urgencia que hemos de trabajar fuerte y ya para detener la extinción úlima y rotunda que nos sepultará a todos dentro de 30 o 50 años de no virar el rumbo de hábitos que la humanidad lleva, de no obligar a los que (no para mí ni porque yo quiera, jamás voté) gobiernan a que pongan en marcha políticas de extrema ecología, para frenar rotundamente la emisión de combustibles fósiles.

    La primera fecha para el Vociferio de Ecopoesía era en mayo, creo recordar, de 2020. No se pudo hacer, era la etapa del confinamiento y con bastante tiempo los responsables del festival pospusieron este para este año, 2021.

    Desde la salida del confinamiento, en el CCCC Centro de Cultura Contemporánea del Carmen (Valencia), se han seguido realizando actos culturales sin cesar, y poéticos, musicales, de interpretación, en las muchas salas y espacios de que dispone ese lugar histórico tan bello y angosto. Eso sí, con unas medidas de extrema seriedad covid. Y ahora contaré por qué.

    Yo actué este pasado sábado 20 de febrero, con un recital poético que titulé "Inventario de primaveras", en alusión al tiempo que le quedaría a lo bello, al mundo vivo todo, de no reaccionar todos y a una. Que hemos de hacerlo.

    Para mi recital convenimos Iratxe (mi mujer, abogada animalista) y yo, que estaría muy bien, ya que el tema era la ecopoesía y nosotros luchamos en el animalsimo (que es animalismo, vegano y eco, si es animalismo de verdad), que para el final de mis recitados, estaría precioso que la bailaora castellonense Sandra "La Madueño" danzara el antitaurino poema "Tauromañana". Ella accedió, siempre que puede está, para la abolición y el arte antiespecista, la organización estuvo encantada con la presencia de la que yo llamo -y la gente así lo ve en sus actuaciones arrolladoramente impactantes- "la Bestia".

    Cuando llegamos Iratxe, Sandra La Madueño y yo al CCCC, lo primero que vimos es a gente por aquí y por allá, se percibía -tengo olfato desarrollado ya para esto, de tanta manifestación organizada o a la que he asistido- que iba a haber público en el acto. Entendimos que ese lugar, la organización del festival, ambos, poseían canales asentados para atraer a un gran público.

    Había a cada paso de un espacio a otro del recinto, zonas con personal de seguridad que te señalaban las botellitas con hidroalcohol. Uno estaba tan próximo al otro que dije -sin ninguna malicia- "ya me las lavé [las manos] en el de allá", y me dijeron que adelante, debía hacerlo. Dije que sí, toda precaución es poca. Al llegar al Patio Gótico, que era donde Luis Melgarejo y yo haríamos las lecturas ecopoéticas de esa tarde, y después, creo en otros espacios del CCCC, otros artistas de disciplinas que conjugan la poesía con la interpretación teatral, actuarían, era una tarde, pues, llena de actividades. Se veían muchas personas andando de un espacio a otro, con niños. Pero en un orden monacal, no obstante relajado y ufano. Con una educación exquisita, no como en un centro comercial -aquí viene la broma que no puede faltar en mis escritos, pero es que es la verdad-, que si no estás atento se te arremolina la gente hacia la cara y si puede te besa o te pecha con el carro, parecen gremlins o zombis, van a lo suyo y sin ningún miramiento. En fin, aquí, en el CCCC, se veía que se había estructurado todo para que en puntos estratégicos de todo el recinto hubiera personal con puntos de botellitas de hidroalcohol, e incluso seguridad o personal que caminaba de un lado a otro, para asegurar las separaciones entre la gente, noté una sensación de panal, todos iban a una, y la gente hace lo que ve en un lugar, si ven fomento del orden, se adaptan a ello, y con agrado. (Si ven lo contrario, ahí que imitan lo contrario. Mimetismo: algo muy viejo.)

    El público asistente al acto en el Patio Gótico, que es un lugar abierto y bellísimo, era muy numeroso, estaban sentados con separaciones adecuadas, pero como había bastante espacio, había bastante gente. Alrededor del Patio andaban fotógrafos y lo mismo descrito antes, personal autorizado para el evento que examinaba la forma en que la gente se movía. De hecho, antes de mi lectura poética, estaba preparando los libros detrás de un altavóz gigante, y tan relajado estaba, ya todo preparado, que me despisté y salí de ese lugar, aireado y angosto, sin la mascarilla. Enseguida un operario me indicó, amablemente, que me la pusiera, cosa que hice.

    Vi al enorme poeta Enrique Falcón -una vez listo para leer yo-, por un lado del recinto. Me llamó: "cherokee!", humorísticamente. Hice amago de acercarme para saludarlo, me indicó con la mano que tranquilo, con mirarnos era suficiente, no era el lugar. Casi lloro, ver al maestro Falcón, al autor de La marcha de 150.000.000, con la mascarilla negra, el pelo cano y negro más crecido que nunca, sus eternas gafas de intelectual perdido en un mundo nuestro pero que mira a otro siempre. Un verdadero maestro en nuestra generación, Enrique, y quizá el poeta más rico en léxico e imágenes poéticas no de esta época, sino de toda la historia de la poesía; su Marcha de 150.000.000 es no sólo uno de los más bellos libros de poesía de justicia humana, sino a la vez una demostración de cuán amplio y rico es el lenguaje, no olvidemos que el lenguaje es el que nos salva, es nuestra identidad y es nuestra defensa.

    Al llegar no he dicho que nos condujo nuestro anfitrión, uno de los codirectores del evento, David Trashumante, hacia los camerinos, contándonos con gran educación y amistad todos los lugares por los que pasábamos, su historia, etc. David, qué grande eres, tanto físicamene, un titán que otorga seguridad en sus modales y voz en todo momento, como en su corazón y su poesía. Los directores y coordinadores del festival, que se ayudan de otras figuras culturales para hacer posible este evento, desde el inicio de las conversaciones me trataron con extrema diligencia, cercanía y solvencia. Parece que esté hablando de "Un mundo feliz", de Huxley, no es el caso. Sólo quiero atestiguar que cuando hay responsabilidad y buen hacer, eso se proyecta hasta el infinito, como en este lugar.

    Así que recité y se danzó el Tauromañana, y por lo que creo y me dijeron al público gustó mucho, y al tener que regresar a Castellón desde Valencia, y antes tener que pasar por casa de mi madre, para saludarla aunque sea un poco -quien me formó en valentía y fuerza, te adoro, mamá-, hubimos de marchar sin poder asistir a la lectura siguiente a la mía, la de Luis Melgarejo.

    Pido perdón a la gente que luego me dijeron fue a comprar alguno de mis libros a la mesa de la librería que asiste al festival en ese asunto, pero hubo un malentendido en el tema libros y pensé, por lo que hablé con prisas con el responsable de ese área, que debía llevármelos ya, al irme.

    Para finalizar, es importante que destaque las palabras de David Trashumante en una entrevista que se le hizo sobre el festival en una radio, entre otras cosas dijo que el CCCC lleva abierto prácticamente durante toda la pandemia, menos, claro, en el confinamiento completo, y no han tenido ni un sólo incidente covid.

    Y ahora entiendo por qué, yo lo he visto con mis propios ojos:

    Cuando las cosas se hacen bien, y sea con el público que sea, la cultura se puede en este tiempo covid.

    Igual ocurrirá con todos los actos de la cultura paralizados y que tienen en la ruina a tanta gente.

    Por extensión, la hostelería, cualquier negocio que con medidas seguras reales -que tengo constancia de que ya la gente sabe cómo hacerlo- podrían abrir y recuperarse, aunque sea a duras penas, de la miseria a la que esta situación pandémica les ha llevado.

    No es cierto que deba estar todo cerrado.

    No es verdad que vaya a crecer el contagio si se abre hostelería y los sitios de la cultura, ni que no se puedan hacer conciertos musicales (una entrada a un centro comercial propicia más situaciones de posible contagio que en un concierto musical bien preparado y conducido).

    Es falso todo eso.

    Lo que es cierto es que si se abren lugares donde circule moderada, o bastante, gente, como en el CCCC Centro de Cultura Contemporánea del Carmen, debe realizarse con unas medidas excepcionales y serias a la altura de la situación, como las que adopta el CCCC, ejemplo para mí de rigurosidad y diligencia. Ejemplo de que se puede.

    Están arruinando a millones de personas con una mentira.

    El virus existe, por supuesto, y está muriendo gente en una proporción terrorífica. Pero no se sostiene ya el argumento de que para frenar la situación haya que frenarlo todo, porque habrá -como los hay- muertos para el cementerio y casi muertos también para el cementerio, casi listos para perder sus pisos e irse a la calle.

    Que no os mientan más: todo puede reabrirse con las medidas adecuadas. Lo que ocurre es que, como vagos e incompetentes que son (los que "mandan" y son unos inútiles), no quieren asumir el peso responsable de la decisión, como lo asumen los responsables de este festival de poesía de Valencia, saliendo victorioso el arte, gracias a su valentía y buen hacer, ejemplar, y respetando la salud, pero también la salud mental (sin salidas, sin ocio, sin cultura, no somos nada).

    Gracias, Vociferio, por ese ejemplo de seriedad y de sostenibilidad de la cultura, de ese Sí se puede que clamáis a los cuatro vientos.

     

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