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Por J. P. Enrique
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Mucho ruido y algunos silencios

    Hace ruido el rey sabiendo que tiene un papel institucional y que debe ser imparcial y   actuar siguiendo las directrices del Gobierno. Lo hace llamando por teléfono al presidente del Consejo General del Poder Judicial, Carlos Lesmes, para decirle que no está de acuerdo con la decisión que tomó el Gobierno  de que no acudiera a la entrega de los despachos a los nuevos jueces en  Cataluña, a la vez que guarda silencio sobre los vergonzosos cobros de comisiones percibidos por su padre y su posterior huida a  un país en donde las palabras democracia y derechos humanos están encerradas en alguna lámpara de Aladino que nadie se atreve a frotar para que no le corten el cuello.

    Carlos Lesmes desde el altavoz de su alto cargo hace también ruido para trasladar a todos lo que el rey le ha dicho en privado: “que sí quería asistir al acto pero que no se lo han permitido”, un Carlos Lesmes que sigue ahí ocupando un puesto con mandato caducado en donde,  en lugar de dimitir para forzar la renovación del órgano que dirige,  aprovecha para seguir nombrando jueces en el Tribunal Constitucional, algo que hace sospechar que busca situar ahí a personas afines ideológicamente para que “ayuden” con sus decisiones. Un Carlos Lesmes del que cabe sospechar que ha estado dilatando el hacer pública la sentencia condenatoria a Torra.

    Haciendo ruido los hay que gritan “viva el rey” sin añadir que a ese rey debería  de exigírsele sobretodo  que esté libre de toda sospecha de corrupción.

    Hacen ruido quienes se autocalifican de constitucionalistas y se aferran de forma selectiva a los artículos de la Constitución que creen les van bien, obviando los que no les convienen como el derecho a la vivienda, como el derecho a la propiedad supeditado  al interés social, como los impuestos progresivos, como la obligación de renovar los órganos de los jueces.

    En medio de todo ese ruido, Villarejo, el comisario que se movía tan bien en las cloacas del Estado y al lado del poder, sigue sacando documentos que dicen que  la vice-presidenta    Soraya Sáez de Santamaría colocó micrófonos en el Congreso,  y apunta como corrían sobres con dinero que depositaban en ellos empresarios corruptos.

    Mientras, el virus, en silencio, sigue campando a sus anchas muy especialmente en Madrid, en donde la señora Ayuso presume de ser, y lo es,  la Comunidad más rica de España (gracias a empresas que buscan la capitalidad, a funcionarios y a organismos públicos). Ayuso, con las peores cifras de pandemia en Europa (aunque trate de desfigurarlas) no se acuerda de sus exigencias para que terminara el desconfinamiento,  ni de las caceroladas que promovía en barrios ricos al grito de libertad, ni de los médicos que despidió, ni del desmantelamiento de la Sanidad Pública. Siendo como es la Comunidad  más rica de España se atreve a presumir de bajar los impuestos, dice que los seguirá bajando, y a la vez pide más dinero al Estado después de haberse llevado el 30% de lo que el gobierno donó a todas las Autonomías.

    En medio de ese ruido queda atrás el de Fernández Díaz, el  hombre de misa diaria al que solía aparecérsele la Virgen y que entre aparición y aparición obligaba a su policía a fabricar pruebas falsas y a robar las que, en poder de Bárcenas, podrían incriminar a su partido. Tareas que habría realizado con más garantías de éxito, con menos costes para el Estado y de forma más limpia su celestial Marcelo.

    Otro que anda haciendo ruido con su dilatada moción de censura,  es Santiago Abascal que  no ha logrado atraerse a Cayetana y  anuncia que será él  quien juegue una partida al solitario. Hará su exposición sin citar a su admirado  “liberal” Trump, un presidente millonario y faltón que aun no ha logrado amordazar a la prensa y  ve como The New York Times  publica las trampas que   hizo  para no pagar impuestos.

    Hacen ruido ensordecedor quienes para ocultar el ruido que ellos generan mueven los tambores para que se escuchen las pataletas de otros.

    Hace ruido Torra marchándose por torpezas y presumiendo de su “buena” gestión. Una gestión que ha sido errática desde el primer minuto ya que no estuvo allí para actuar como presidente de los catalanes sino como activista para pregonar que la independencia es la varita mágica que da trabajo, incrementa los sueldos, evita muertos de la pandemia y extiende la felicidad.

    Sin ruido, China, que fue la cuna del virus, ha doblegado con mucho éxito la pandemia, prueba ya su vacuna y ve como su economía crece mientras el PIB se hunde en  todo el resto del mundo y la pandemia crece por todas partes.

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