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Por J. P. Enrique
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¿Dónde vas Albert?

    El líder de Ciudadanos empezó definiéndose como socialdemócrata y  liberal. No importa cómo  se haya definido,  sí  importan los hechos, y los hechos dicen que el partido que pudo haber ocupado un espacio de centralidad se ha alejado de ella para lanzarse en brazos del PP a cara descubierta  y  en los de Vox, con disimulo,  para despistar no sé exactamente a quien.

    En su ascenso al liderazgo, Albert Rivera,  allá por el 2006,  empezó hablando de bilingüismo en Cataluña  e hizo un discurso mitad en catalán y mitad castellano. El partido iba a ser no nacionalista y se disponía  a ocupar un espacio de centro entre el PSOE y el PP.

    En el camino recorrido, Albert ha pasado de firmar un pacto de gobernabilidad con el PSOE  a renegar de sanchismo y lanzar a ese partido precisamente hacia donde él no quiere que vaya: hacia  los nacionalistas que considera alienígenas, sean catalanes o vascos, con los que “nada hay que hablar”.

    Del “no me reúno con Vox”, Ciudadanos ha evolucionado hacia “sentarse solo para conocerse” para acabar pactando,  y lo que es peor, a asumir los valores de Vox y abrazar sus propuestas más radicales, sean de rechazo de la Ley de Memoria Histórica o  la negación de la violencia de género. Un pacto que busca, dicen,  los  gobiernos de cambio ¿del cambio? Que busca  regenerar ¿regenerar? Que pretende luchar contra la corrupción ¿contra la corrupción? y aplicar por las bravas el  Art.155 en Cataluña.

    La estrategia (no sé si la tiene)  le ha llevado a la ocupación de despachos sea en alcaldías o en Diputaciones, precisamente aquellas que inicialmente dijo que iba a eliminar tras calificarlas de “cementerios de elefantes” y “entes duplicados.” Atrás queda también aquello de que “la regeneración no va a pasar por los que  han robado ni por los mismos de siempre”. También  está en el olvido aquello  de que no iba a  pactar “con los que van con Le Pen”.

    Cuando afirma que solo siente afinidad con el  PP me pregunto qué espacio político se propone ocupar más allá de sillones y sueldos. Me pregunto cómo quiere superar al PP dando a ese partido el aire que necesitaba para ocultar su pérdida de poder municipal.

    Rivera ha perdido el norte, lo digo yo y lo dicen también fundadores de su partido como Francesc Carreras que ha calificado al líder de Ciudadanos de “líder caprichoso”.

    Aquello de propiciar que gobierne la lista más votada ya no existe. Solo han primado las ansias de poder, los sillones. Madrid es un ejemplo del pacto de perdedores y sus medidas ya se están anunciando: El proyecto denominado Madrid Central que ha reducido la contaminación de manera clara (y no como se hacía en los años de la familia Aznar en los que se reubicaban los medidores) ese proyecto va a anularse para que se incremente la afluencia de vehículos contaminantes y el aire vuelva a ser insalubre. No es sólo esa medida estrella de Carmena  la que van a abolir, van a dejar en mínimos el impuesto de sucesiones para que quienes no pagan nada por heredar el pisito de sus padres  escuchen (como ya lo escuchan los andaluces) lo bueno que es que se bajen los impuestos mientras callan que lo que realmente pretenden es que no paguen ese impuesto los grandes patrimonios y  que los bancos dejen de pagar la tasa que pagan  por sus cajeros.

    Recaudando menos,  “el dinero -dicen-estará en manos de los ciudadanos”. No dicen que con menos ingresos el Estado irá perdiendo recursos y no podrá atender las necesidades sociales y tendrá dificultades para el pago de las pensiones y para atender el derecho constitucional de revalorizarlas. Pero la Constitución tiene lecturas que los constitucionalistas no quieren leer.

    Los de Rivera, escondidos tras los que presumen de que sí han pasado en Madrid, nos hablan de libertad ¿La de curar a los homosexuales? ¿La de pagar menos impuestos? ¿La de la policía patriótica? ¿La de privatizar lo público dejando mordidas en bolsillos privados? ¿La de adjudicar contratos a cambo de sobres? ¿La de obstaculizar a la justicia a martillazos? ¿La de Lezo, Púnica o Gürtel? ¿La de Gallardón, Aguirre, González, Botella, Cifuentes y Granados?

    Tras los pactos que ya conocemos, es evidente que  Rivera ha sido la muleta salvadora del PP, un partido al borde de la insignificancia, al que ha reforzado a cambio de unos cuantos sillones. A la vez, con su compañero de viaje,  se han puesto en brazos de Vox, un partido insignificante que está marcando la línea que deben seguir tanto PP como Ciudadanos. Lo acabamos de ver en Andalucía. Y ambos, ante las exigencias del partido de extrema derecha, han agachado la cabeza y se han tragado los sapos mientras intentan explicar lo inexplicable.

     

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