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Por J. P. Enrique
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2019, ¡agárrense que vienen curvas!

    Empiezas, 2019, tras arrojar a la basura (o al contenedor azul) los restos de quien te precedió, y lo haces, igual que él con campanadas, uva o gajos de mandarina, besos, deseos de felicidad, música, bailes y fiesta gastronómica regada con un cava al que, en los últimos años, muchos miran, antes de abrir, para saber si es o no catalán, y así, en el caso de serlo, mostrar su disconformidad sin entender que con su gesto anticatalanista no consiguen otra cosa que hacer crecer el número de separatistas.

    Llegas, nuevo año, aparentemente, como una copia de los que te precedieron, pero eres distinto a todos al menos en temas de contenido político y económico.

    Para empezar me fijo en las previsiones y anoto que no hay ningún gurú ni analista económico serio que te mire con optimismo. Todos destacan los nubarrones que nos acercas. Entre esos nubarrones unos hablan de una economía  mundial recalentada por enormes masas monetarias que se mueven con nerviosismo en busca de rentabilidad. Unos pocos vaticinan el inicio  de una nueva crisis (véase mi opinión en otro artículo anterior de 13-X-18 “Lo dice ahora el FMI”). Más de uno lamenta que hayamos aupado al poder a unos políticos populistas que proponen soluciones fáciles a problemas complejos.

    Aquí en Europa, tras la crisis del 2008, han crecido como hongos esos liderazgos  y están en el poder en Austria, Polonia, Hungría, Bélgica e Italia. Y tienen fuerte presencia en Alemania y Francia. También acaban de alcanzar el poder en Andalucía.

    Esas fuerzas, que no son nuevas, tienen en común un exacerbado nacionalismo que circunscriben a la bandera, al himno y a unos valores (sus valores) entendidos de forma excluyente. Son fuerzas racistas, xenófobas. Defienden como algo natural la existencia de clases sociales. Están a favor de bajadas de impuestos que beneficien a las clases altas y tratan de controlar al poder judicial. El eslogan “American first” les es útil.

    En ese ambiente propicio, para ellos, desde el uno de Enero la presidencia rotatoria semestral del Consejo de Europa va a recaer en un país euroescéptico: Rumanía.

    Va a suceder también que el BCE dejará de inyectar los 60.000 millones de eurosmensuales que desde el 2015 ha ido destinando a comprar deuda de los países europeos, lo que significa que, en adelante, quienes necesiten financiación deberán acudir al mercado, en donde es indudable que los tipos de interés repuntarán al alza, lo cual es una mala noticia para los endeudados.

    A todo ello se unen en Europa las tensiones por la salida de Reino Unido. Todo apunta hacia un Brexit sin acuerdo, un Brexit duro, perjudicial para todos.

    Con todos esos nubarrones sobre el viejo continente Trump puede lograr su objetivo de acabar con la Unión Europea, un espacio cada vez más vacío de valores sociales, del estado de bienestar y de las libertades que nos entusiasmaron a los jóvenes que venimos del franquismo.

    A la espera de ver derrumbarse sola a Europa, el presidente Norteamericano sigue tensando las cuerdas y rompiendo pactos y compromisos: 1) Se ha desligado del acuerdo de París sobre el cambio climático 2) Se ha apartado del pacto sobre el control de armas nucleares firmado con Moscú 3) Ha roto el pacto sobre libre comercio firmado con países del sureste asiático 4)  Ha roto el pacto nuclear con Irán 5)… Tan solo ha firmado la paz con Corea del Norte a cambio de nada, que se sepa.

    La torpeza de Trump y sus bandazos apenas se entienden salvo que lo justifiquemos por su nerviosismo al contemplar que Apple está siendo superada por Huawei; que la tecnología china en 5G se está imponiendo en todo el mundo y que Rusia ya ha desarrollado tecnología para superar los escudos antimisiles . Un Trump derrotado ante esa realidad solo sabe culpar a unos y a otros y amenaza con bloqueos y aranceles y acusa de espionaje a los chinos (algo que por lo visto no han hecho nunca Google o Apple para saber nuestros gustos y por donde nos movemos.)

    Esos datos se unen a la realidad de contemplar como, a pesar de los aranceles, el déficit comercial sigue creciendo y se sitúa ya en 630.000 MM de dólares.

    De lo que dicen los populistas, allá y aquí, escucho voces que piden “poner orden”: Bolsaro en Brasil ve el “orden” en contratar trabajadores sin que las empresas asuman costes sociales y en deforestar la selva Amazónica para “crear riqueza”. En Europa se plantean cerrar las puertas a la inmigración  a la vez que defienden valores cristianos, unos valores que hablan de todo lo contrario.

    Aquí, en Andalucía, la nueva fuerza política se propone quitar el Impuesto de Sucesiones para que los parados que hereden cantidades superiores a 1.000.000 euros no tengan que tributar como tampoco tributan  ahora mismo quienes heredan cifras menores.  En un paso más allá esa misma fuerza se proponer rebajar el IRPF al 20% para que así paguen menos todos y sobretodo quienes más ganan, vaciando al Estado de recursos.

    Para hacer todo eso, he escuchado  a un nuevo diputado de Vox jurar “por España” al que me gustaría preguntarle ¿Qué España? ¿La de igualdad de derechos  para los homosexuales? ¿La de los impuestos progresivos que recoge la Constitución? ¿La de las autonomías? ¿La del derecho a la vivienda? ¿La del respeto a la justicia universal y a los derechos humanos? ¿La de la igualdad de género?

    El PP del ideólogo Aznar muestra gran sintonía con Vox y se apoya en Ciudadanos, un partido que trata de hacer  equilibrios para no molestar a sus socios liberales de Europa que rechazan el pacto con esa fuerza.

    En busca del nuevo “orden” que nos quieren imponer, Aznar  tiene experiencia, ya que viene de entregar hospitales públicos a sectores privados a cambio de un canon (léase mi artículo de 9-4-16 “Hospital de Manises ¿Modelo de hospital o modelo de negocio?” ). Viene de malvender viviendas sociales a fondos buitre. Viene de cambiar medidores de contaminación hacia puntos menos contaminados. Viene de conocer muy  bien lo que es la corrupción.

    Con esa experiencia en común, el 3D de Aznar (que no es un pacto de perdedores)  dice que vienen “sin complejos” a defender sus ideas y tacha de desastre a un gobierno que en la capital de España pretende reducir el nivel de contaminación y devolver las viviendas sociales a sus inquilinos.  “Sin complejos”  reclaman ahora decencia, en un país en donde la indecencia y el saqueo de lo público han estado en Valencia, en Murcia, en la Diputación de Alicante, en Madrid, en Castellón,…  en la construcción de escuelas, en depuradoras, en las Cajas,…  A la vez reclaman al unísono mano dura en Cataluña. Yo creo que hasta que consigan que Inés Arrimadas se vuelva independentista junto al 90 % de los catalanes. Hasta ese momento la militancia ideológica que ha pasado de las juventudes comunistas a la extrema derecha, ahora se muestra eufórica y expande sus principios “sin complejos”, con fe ciega y habla de los políticos corruptos (todos) y de los Eres y de un golfo llamado Roldán. Hablan con pasión del desastre  de Zapatero, de Sánchez, del tripartito valenciano, de los comunistas de Podemos. ¿Su enfado es por la subida de las pensiones? ¿Lo es por haber establecido la sanidad universal? ¿Es acaso por la subida del salario mínimo? ¿Han pillado a alguno llevándose sacos de billetes a Suiza o a Panamá? ¿Lo es por tomar medidas para reducir el tráfico y la contaminación? ¿Es un desastre al acuerdo con los autónomos? ¿Lo es sacar a un dictador del valle de los caídos? Las respuestas tampoco las tendremos en 2019.

    En ese año, en 2019, la banca seguirá echando gente y cerrando oficinas y cargándonos de comisiones. Lo hará  Bankia (que las va a subir a las comunidades de 5 a 9 euros mensuales) porque los 23.000 MM de euros que les dimos parece que no son suficientes. En este año el dinero seguirá gozando de aparcamientos seguros y opacos y el oro va a seguir revalorizándose, mientras los inversores en bolsa van a ver menguados sus capitales a causa de la huida de los especuladores.

    A mí me queda intentar ser feliz en lo posible mirando hermosos atardeceres, viajando o paseando por las montañas y cultivando y comiendo mis frutas y verduras sin aditivos químicos,  y a la vez tratando de entender y contar  lo que sucede con la confianza de que, como ocurrió en “1984” (el libro de Orwell) los peores presagios no sucedan. FELIZ AÑO A TODOS, UN AÑO EN EL QUE NADA ESCRITO Y TODO EMPIEZA ESCRIBIRSE AHORA.

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    comentarios 8 comentarios
    JPE
    JPE
    11/01/2019 03:01
    Yo pienso en lo mismo, pero sin un envase y el viento que lo zarandee

    ues, ya ves, yo lo mismo en la cabeza, pero sin necesidad de envolverlo todo

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